Danilo Sánchez Lihón
En el amor
siempre hay algo de locura;
más, en la locura
siempre hay algo de razón.
F. Nietzsche
1. Su rostro
candoroso
René
Byrne Valcárcel tiene que estar loco de remate para hacer lo que hace a
fin de acabar con los borrachos llevándolos cuando se quedan dormidos, y
dejándolos en el cementerio del pueblo, ¡hecho que es terrorífico.
¡Pero
eso hace! La guarnición de la policía a su cargo constituida por 12
efectivos su trabajo de cada noche es hacer una pesquisa por las
cantinas y después de recoger tres cuerpos dormidos se enrumban en una
caravana solemne, fúnebre y mortuoria hacia el panteón del pueblo.
El
tropel es de tres borrachos por noche, cargados en sus propios ponchos,
rumbo al cementerio en donde los deja en la parte de atrás, la que da
al barranco de Añaco, para que se confundan más todavía entre las cruces
cuando se despierten por efecto del frío de la madrugada, frío que
empieza cerca de la medianoche.
René Byrne va delante de ese cortejo con su rostro candoroso, con su cabra que nunca deja de acompañarlo, vaya a donde él vaya.
2. Terror
y desvarío
Y
que en el perfil de las sombras que hacen los cerros se ve que salta,
seguramente pescando en plena tiniebla alguna galleta que él le arroja
por los aires, y al desgaire, como la tiene acostumbrada a que ella
haga.
La
cabra pareciera que entendiera todo. O leyera el pensamiento de René
Byrne. O entre los dos fueran una sola persona, porque a ratos va
adelante, aunque cogida de la soga por su dueño, entonces parece que él
la siguiera el camino que ella traza y hasta lo que ella concibe o
imagina.
Algunos
alumnos del colegio llegan tarde por contarnos los detalles que han
ocurrido al montar guardia desde la madrugada en el camino, que lleva y
trae, del cementerio. Nunca más arriba del obelisco, porque allí ya es
temible. Y allí esperan para ver venir por el camino a quienes han sido
trasladados esa noche a dormir sobre las tumbas y las cruces.
¡Y
el relato se recrea en cómo es que han venido corriendo, tropezándose y
cayéndose! ¡Y la cara de susto que traen! Otros rostros son de terror y desvarío.
3. Sin importarles
sus heridas
Lo
gracioso es que Byrne no se cuida de quién es, o qué rango de persona
tiene y es aquella a la que lleva a dormir entre los túmulos donde
crecen sunchos y pachas rosas; ya que en algunos casos han resultado ser
autoridades del pueblo excedidas en copas.
Y
hasta el mismo cura ha caído en esta celada. ¡Y gente de mucho copete!,
para lo cual le vale estar en verdad loco y parecer que él no se da
cuenta de nada. Solo ejecuta su plan que a él parece que tampoco le
divierte. Pero sí a nosotros.
Por
eso, hay muchachos que se sientan en las afueras para ver llegar a
quienes desde ese momento se convierten en el hazmerreír de la gente. Y
se empiezan a contar historias en que se revisa su pasado, su presente y
su futuro.
Pero,
sobre todo, las actuales circunstancias muy jocosas de cómo han
aparecido corriendo desesperados por el camino del panteón, tropezándose
y cayendo sin importarles sus heridas.
4. Por las nubes
del cielo
La
mayoría con los pantalones orinados por el miedo que han tenido de
despertarse entre tantos catafalcos que empezaron a manotear
desesperados,
Esas
personas pasan ya semanas encerradas en sus casas, sin aparecer en
público porque basta que la gente lo vea para que empiecen a reírse.
Algunos
funcionarios y autoridades que han caído en esta desgracia han pedido
su cambio a otra provincia. Y entre ellos se han armado trampas para
hacer que alguien caiga de punto.
A
René Byrne nadie puede contarle nada porque al parecer no entiende. Él,
aunque es jefe de la dependencia policial, está loco de remate. Y si
algo se le pregunta su respuesta es:
–
Conforme en todo, con lo que el sigñor (o la sigñora, porque esa es su
manera de tratar a la gente) nos cuenta. –Y vaga con su mente, feliz o
desgraciada por las nubes del cielo.
5. ¡Es
un genio!
Aunque algunas malas lenguas, dicen:
–
No está loco. Es un sabido. Se hace, para poder hacer todo lo que hace.
Porque, ¿creen ustedes que podría hacerlo si es que no creyeran que
está loco? No. ¡No lo podría hacer!
–
¡Nadie lo haría! Por eso, tiene que aparentar que está loco. Él todo lo
entiende y se hace el inocente. Porque si no, ¿cómo es que sabe dar tan
buenas órdenes? ¡Para ordenar hay que tener buen juicio!
– ¡Claro! Creo que todo lo que están diciendo es cierto. Porque, ¿podría hacer lo que hace sino aparentara ser orate? ¡Es un genio!
– Es el hombre más lúcido que hasta ahora ha llegado por nuestra tierra.
– Dices bien: que ha llegado, ¿ah? Porque si dijeras: que ha nacido, ahorita te hago comer chancaca.
– Estoy de acuerdo: ¡que ha llegado! ¡Porque miren: ahora ya no hay borrachos por ningún lado!
6. Sanos
y juiciosos
Y las discusiones son arduas, de nunca acabar, a veces abruptas de unos que lo defienden y otros que quieren matarlo.
Porque dicen que no está loco y que se hace; ¡producto de su asombrosa inteligencia.
Pero lo cierto es que nadie ya bebe aquí, todos se acuestan temprano; ya no hay pleitos en las casas.
Los
niños están más rollizos y nutridos; más felices que nunca, porque lo
que antes se invertía en ron, en pisco o cerveza, ahora se invierte en
pan, leche, carne y verduras. ¡Y cereales para sus hijos que tanto bien
les hace!
Y todos cuentan con sus alimentos y útiles escolares completos con el dinero que antes sus padres gastaban en las cantinas.
Se
compra leche y hasta ha subido el consumo de mantequilla, jamón y
queso. Los niños pueden saludar a sus padres por la mañana
encontrándolos sanos y juiciosos.
7. Sus danzas
infernales
Así, han cesado los problemas, las rencillas, las caídas en las calles. Son meses de dicha y prosperidad ciudadana
Ha
desaparecido ese rostro adusto y temible de la autoridad que está allí
para atemorizar a los débiles. ¡Para abusar del poder y humillar a la
gente!
El
“Autoponcho”, que así se ha empezado a llamársele a René Byrne, a los
reincidentes su locura le ha inspirado un castigo más severo todavía.
¡Dejarlos
hacia adentro de las cuevas de Huacapongo y Shiminiga, llena de
cadáveres, de huesos esparcidos y con la fama de que por allí salen los
diablos bailando sus danzas infernales.
Eso
sí, nadie sabe cómo hace para que su gente lo obedezca, pero como está
loco dicen que ha contagiado su locura a sus súbditos y allegados, que
lo siguen con reverencia, disciplina y hasta fervor.
Lo cierto es que con él se cumple la moraleja que dice: No hay nadie que tenga mayor razón que un loco de remate.
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