Danilo Sánchez Lihón
Dios mío,
y esta noche sorda,
obscura.
César Vallejo
1. Haciendo
una cruz
Es
noche oscura y lluviosa ya cerca de la madrugada y recién pasa lenta,
doliente y gemebunda por la esquina del Chorro de Pichi Paccha la
procesión del Viernes Santo.
El
anda es una urna iluminada de fluorescentes de luz alba en cuyo
interior el cuerpo de Cristo apenas cubierto por una estola luce sus
heridas
En
el cortejo que va detrás del anda del Señor Yacente primero van los
penitentes que cumplen penas de diez, quince y veinte años de castigo.
A
su lado y cubiertas el rostro para que no las reconozcan, hay una que
otra mujer, madre, hermana o esposa, que van como acompañantes, y que
los siguen. Y lloran como si ellos ya estuvieran muertos.
La
penitencia consiste en flagelarse en Semana santa, pero además cada
viernes de todos los meses del año a las doce de la noche, en plenas
tinieblas, corriendo de extremo a extremo del pueblo y haciendo una
cruz.
2. Amarrados
a cadenas
En este recorrido bajan luego a azotarse en las puertas del cementerio que se alza sobre una colina estremecida.
Llegan hasta allí sea a oscuras o alumbrados por la luz de los luceros, o la luna.
¡Hecho que para quienes vivimos aquí resulta espantoso y tremebundo!
Luego vienen los penitentes que purgan condenas de 25 a 50 años, que hacen lo mismo, pero amarrados a cadenas y grilletes.
Al
pasar en la procesión se arrodillan en cada esquina y entonan "La
Magnífica", que es una oración fúnebre de tono estremecedor y lastimero.
Y se golpean con saña, como si se odiaran y quisieran quitarse la vida.
Un tanto más atrás van los que ya nadie acompaña, llamados también "penitentes de la otra vida" o "eternos".
3. Día
inacabable
En
ellos su sufrimiento es pagar mil años y un día de expiación. Es decir:
"que no tienen perdón", y cuya sentencia llevarán al otro mundo cuando
mueran.
– Y, ¿por qué le dan un día más de condena y no redondean?
Le pregunto conmovido e ingenuo a mi primo Manuel, quien estudia para ser sacerdote.
–
Porque mil años lo pueden cumplir, pero un día nunca, porque en el
reino de Dios un día es inacabable, por eso también se los llama
“penitentes eternos”.
Estas
son las cuestiones que jamás entendí ni entenderé por siempre. El de
que ¿un día es más largo que un año cuando de purgar una pena se trata?
Siempre conturbaron mi alma e hirieron mi mente estas medidas incomprensibles y atrabiliarias.
4. El bronco
sonido
Que las cosas no sean claras y sencillas es grave, mucho más cuando de calcular nuestra suerte, vida y destino, se trata.
Pero,
más lejos y más atrás, sangrante, ya hecho un despojo, entre la vida y
la muerte, en el martirio más horrendo va el "Cargapalo".
Arrastra
con sus últimas fuerzas por la calle desolada, un madero inmenso que la
suerte infinita y la bondad suprema del cura le han permitido cargar
este año y redimir en algo la atrocidad de su culpa y pecado.
¿Cuál es? Eso nunca se sabe.
Nada lo alumbra, nadie lo sigue, a todos repele.
La
gente incluso cierra sus puertas y ventanas para no oír el bronco
sonido de la madera que arrastra por las piedras, porque hasta ese eco
resulta pernicioso.
– ¡Él está excomulgado!
5. serán
y no serán
Si
en el intento por cargar el madero inmenso de la cruz lo encuentran sin
vida por una de las calles, su alma se fue al purgatorio, para nunca
salir de ese claustro.
Pero aun así, sería un triunfo comparado a la criminalidad de su delito.
Si
llegó hasta la iglesia, salvó por encomendarse a algún santo; quien le
ayudó a cargar el grueso tronco; divinidad a la cual consagrará devoción
hasta que muera.
Eso sí, jamás entrará al cielo; su sitio a lo más será el limbo.
– ¿Y qué es el limbo, Manuel?
– Lo que no es ni infierno, ni cielo ni purgatorio.
– Pero, ¿qué es? ¿Existe?
–
Claro que existe. Pero es lo que no es, como una nube que está para
tapar el sol o producir la lluvia. Las almas que van a ese sitio, como
el limbo, serán y no serán.
6. Sólo
una vez
Si
sólo encuentran al otro día la cruz tirada en la calle –sin un guiñapo
de hombre aplastado bajo el madero– se necesitarán doce forzudos varones
para arrastrar otra vez el madero hasta la iglesia.
En ese caso, a nadie le caben dudas de que el arrepentido era el diablo disfrazado de apesadumbrado pecador.
Al
Cargapalo no se le puede ver de cerca porque el alma se condena. Ni
mirar de frente, porque se absorbe ese aliento malsano de que está hecha
su falta.
Sólo
quizás a la distancia de una cuadra, con riesgo a ser soplado con su
aire pernicioso, porque de él se derivan enfermedades, pestes,
desgracias y todo tipo de calamidades.
Sólo
una vez, padre, me permitiste verlo pasar, ya de lejos, ensangrentado.
Jalaba la cruz casi arrastrándose por el suelo. Y yo, aferrado a tu
pecho, te sentí temblar.
7. Yo viví
todo eso
Y, solo porque vieras que yo ya era fuerte te pregunté:
– Y, ¿quién es, papá?
– Alguien que pena una falta muy grave.
– ¿Cómo cuál?
– Quizá dar muerte a un hermano. Quizá en un arrebato ofender a su madre o a su padre.
Yo viví todo eso.
Quizá fue lo que hizo de mí un alma en pena.
Embrujado por los moscardones azulados del misterio.
Herido y aun así blandiendo una lanza y amparado en un escudo. Eso sí, lacerado para siempre.
Pero profundamente aferrado a su tierra, a su gente y a su destino.
*****
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
CONVOCATORIA