Danilo Sánchez Lihón
1. Bajo
los escombros
Un
día como hoy, 26 de abril del año 1937, Guernica la capital histórica
de la región vasca era bombardeada por la División Cóndor de la Fuerza
Aérea Alemana. También en esa acción intervinieron cazas y bombarderos
de la Fuerza Aérea Italiana, en el contexto de la Guerra Civil Española.
Las
investigaciones históricas se inclinan a creer que dicha iniciativa los
alemanes la tomaron por su propia cuenta involucrando a la aviación de
El Duce. Y sin tomar en cuenta ni siquiera a su aliado Francisco Franco
ni a su comando de guerra, lo que aumenta la infamia y la vergüenza de
este genocidio.
Guernica
en esos momentos tenía cinco mil habitantes, principalmente mujeres,
niños y ancianos; y no era un fuerte militar, al punto que no hubo
ninguna resistencia al ataque que fue de una crueldad absoluta.
No
se disparó una sola bala de fuego antiaéreo ante oleadas sucesivas de
cazas y aviones que destruyeron edificios y masacraron ametrallando a la
población civil.
2. Poner
a prueba
El
fin de ese bombardeo entonces no fue militar sino psicológico: el de
causar miedo, terror y espanto de todo lo que podían hacer quienes
tenían el poder de las armas, sin que valgan los más mínimos principios
morales.
Quedaron
sepultados bajo los escombros la quinta parte de la población; el 70%
de los edificios fueron totalmente destruidos y un 20% quedaron
gravemente dañados.
Fue un ataque perpetrado a una población civil inerme, indefensa y no involucradas en la guerra.
El
informe del comandante alemán, el teniente coronel Wólfram von
Richthofen, responsable de esta operación se resume en estas palabras:
“Guernica ha sido literalmente arrasada… un completo éxito técnico de nuestras bombas de 250 kilos…”.
Y el mariscal alemán Hermann Goering, en el juicio de Nuremberg declaró:
“…fue una oportunidad de poner a prueba mi joven fuerza aérea, así como para que mis hombres adquirieran experiencia”.
3. clamor
que se encarna
¿No
es de espanto este cinismo? Pero lo que interesa es saber cuál es el
antídoto ante estos males. Cuál la sensibilidad humana mínima, natural y
simple. Es la siguiente:
Aquella
que lo asume, con igual y parejo heroísmo, César Vallejo: el compromiso
con el bien, el de defender y ser voluntarios de la vida, el de apelar a
la conciencia de la historia humana, registrando nuestro grito de
horror, de clamor o aullido de auxilio; como es el himno, las sagradas
escrituras y el evangelio Vallejo expuesto en España, aparta de mí este
cáliz.
César
Vallejo se arrojó en cuerpo y alma al heroísmo de quienes luchaban por
la dignidad y los ideales que, aunque aparentemente derrotados, de
momento son inmarcesibles en el tiempo.
En
oposición a la barbarie y a la muerte, modulando el testamento humano
más conmovedor de rechazo y protesta ante las fuerzas ciegas de la
muerte, ante la iniquidad y la barbarie, clamor que se encarna en el
conjunto de quince poemas que integran el libro España, aparta de mí
este cáliz.
4. Naves
que partían
Lo hizo por solidaridad honda y comprometida, a tal punto que él mismo murió en la hoguera de dicha causa.
¿Cómo?
¿De qué modo? Al entrar a un estado febril de consunción que le produjo
tal agotamiento que rebrotó en su cuerpo consumido, un antiguo virus de
una enfermedad que padeció en su infancia, cuál fue el paludismo.
Vallejo se comprometió con un conflicto que no ocurría ni siquiera a su alrededor, sino a miles de kilómetros de distancia.
En un país que durante siglos destruyó el suyo aplicando una política de usurpación y saqueo sistemático.
Se
constatan estos hechos en los registros sucesivo de naves que partían
desde el puerto del Callao rumbo a puertos españoles llevando ingentes
riquezas en oro, plata y otras especies.
5. Evangelio
de la Solidaridad
Por
eso lo opuesto a esa barbarie es ¡ser hermanos! ¡Esa es la clave!
militando en un voluntariado a favor de la vida, y no tanto para tener
una posición, ni optar por un puesto ni obtener convenientes réditos
intelectuales o materiales, ni para detentar cargos bien remunerados.
Pero,
de dónde absorbió César Vallejo valores y contenidos como la
solidaridad, que resulta aun siendo extraños para culturas aparentemente
civilizadas, como ostentan ser, por ejemplo, los países de Europa.
Los absorbió del mundo andino, cuando convivió con labriegos y campesinos de su tierra natal, Santiago de Chuco.
Porque
hay un símbolo que representa lo que venimos diciendo, y que es central
y sobresale dentro del poemario España, aparta de mí este cáliz, y cuál
es: el voluntario.
– ¡Vivan los voluntarios!
Es la proclama de César Vallejo en aquel Evangelio de la Solidaridad Humana que es España, aparta de mí este cáliz.
6. Por defender
una entelequia
Y
que es también el grito y la imagen que guardo cuando desde el Puesto
de la Policía embarcaban a los conscriptos en camiones del ejército en
los días de leva estremecedores de mi pueblo, Santiago de Chuco, tierra
del poeta César Vallejo.
Es
probable que en el momento de escribir su «Himno a los voluntarios de
la República» hayan estado esas mismas imágenes de su tierra en los
tímpanos de sus oídos y en las retinas de sus ojos, en César Vallejo.
Porque
allí se sabe vivencialmente lo que es ser un voluntario: un ser que
libremente asume una causa por convicción y voluntad sacrosanta en
defensa de lo noble y auténtico.
Con
solidaridad y hasta con martirio absolutos, porque se dejan amores y
quereres, se dejan razones y sinrazones, que frecuentemente son las más
poderosas para aferrarse a algo o a alguien.
Y
se lo hace por querer cruzar lanzas, sables y espadas con el destino
cruel, y contra el mal pernicioso que a ratos se enseñorea en el mundo;
porque esos muchachos dejan su tierra para siempre por defender una
entelequia.
7. Afirmar
el bien
Porque
es una ilusión su regreso. Ya no regresan nunca, es como si la tierra y
el mundo los devoraran, por eso sus seres queridos que se quedan y los
despiden lo lloran a gritos, peor aún que a los que ya han muerto.
Tal
cual ocurría con los voluntarios de la República Española que dejaban
atrás país, familia y la vida cotidiana, esta que a veces apreciamos,
porque se arrojaban a la guerra que es el aniquilamiento mutuo.
Voluntarios
de todo el mundo que tendieron un cerco de hierro inexpugnable en
Madrid. 40,000 hombres venidos de todas partes del mundo que defendieron
cada milímetro de tierra.
Y
que finalmente sucumbiera, pero dejando la vida ante los bombardeos
sistemáticos, implacables e infames de las hordas de la División Cóndor
de la aviación nazi.
Y
lo hacían por solidaridad, por una concepción ética y humana de la
vida, por querer afirmar el bien y hacer retroceder el oscurantismo y a
la muerte.
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