Danilo Sánchez Lihón
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
César Vallejo
1. Mundo pleno
de valores
El
Perú es un país intenso, pródigo y glorioso por sus raíces indígenas e
hispánicas. Y cada uno de nosotros tenemos en nuestros pueblos de
origen, tesoros ocultos por descubrir.
Tenemos
en nuestros ancestros ejemplos de valor, de arrojo, de heroísmo. En
nuestros padres y abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, historias
legendarias que no podemos olvidar ni dejar de recrear. ¡No los
traicionemos ni a ellos ni a nosotros mismos!
Tengamos
el coraje de ofrecerles a nuestros hijos un mundo no solo benéfico sino
pleno de valor, atesorable e insigne; ¡revaloricemos lo que somos hacia
adentro y hacia el fondo de nosotros mismos! Y de ello hagamos cantares
de gesta, y endechas de amor.
Seamos
dignos ciudadanos del mundo, no renunciando a nuestra identidad ni a
nuestra cultura sino haciéndola valedera y preciosa, para enriquecer el
crisol de aportes universales en lo que debe ser la fiesta pletórica y
plural de la civilización contemporánea.
Hagamos
que dicha fiesta no esté hecha ni basada en el predominio de un modelo
hegemónico, sino gracias a la integración de aportes provenientes de
diversas latitudes, sea una mixtura, una amalgama y un crisol. Y el Perú
presente allí, como país testimonio y depositario de una de las grandes
culturas universales.
2. Sobre
los barrancos
¡Qué
pueblo tan grande, fuerte y supremo el nuestro! Que ha hecho del dolor
no una queja o lamento, sino un himno; que ha hecho del expolio y del
sufrimiento una nota de fe; y de la inseguridad una consistente y
estupenda esperanza.
Que
es un pueblo que criba, decanta y destila cada nota de su ser de manera
profunda; que se erige sobre desgracias y calamidades con resistencia
contumaz. Y desde esos abismos proclama un juramento de afirmación
obstinada a favor de la vida.
Que
hunde sus raíces en la roca, en el cascajo y en los abrojos más fieros;
y en el pedernal más duro y hosco para desde allí extraer un canto de
valor y belleza. Un pueblo de harapos pero prístino, de chozas pero
tierno; de palacios soterrados bajo las moles de piedra esparcidas y
rodadas por los barrancos; pero insigne, de fulgores divinos y sagrados.
Donde
el indio del ande se alegra y es solidario, generoso y humano,
superando abusos y miserias que se le han inferido con odio, rabia e
infamia; primero del conquistador codicioso, luego del gamonal o patrón
ensoberbecido, luego del invasor desalmado enceguecido por el botín de
guerra que lo condena a ser siempre mezquino, y después por la autoridad
crapulosa envestida de cuello y corbata; de capote policiaco, gorra militar o marca empresarial.
3. Puro
y jubiloso
Pueblo
que se envalentona y salta sobre sus despojos y desgracias; baila sobre
su propio cuerpo ensangrentado y celebra la vida solidaria y
fraternalmente.
Por
eso, ¡no renunciemos a lo que somos sino revaloremos lo nuestro!
¡Amémonos y sintamos orgullo de lo que somos y hacemos! Y avancemos más
en tareas y aspectos de organización.
Sino
reflexionemos: ¿Por qué se hacían invencibles los ejércitos incas?
Porque detrás de los runas de piedra que caían se levantaban otros más
agigantados y fortalecidos. Entre nosotros debe ocurrir algo parecido.
Cuando
alguien de los nuestros se va, otros que estaban detrás, casi
imperceptibles, se han de poner de pie y avanzar con mayor convicción,
firmeza y denuedo a ocupar esos puestos.
Y revaloricemos lo que tenemos, cuales son las piedras como símbolo de nuestra fortaleza.
Por
eso mismo, proclamemos que el Perú legítimo está en los andes, en la
voz de los pueblos profundos, en el mundo andino. Y que su corazón es
puro y jubiloso, como esos arroyos cristalinos que bajan desde las más
altas montañas.
4. El bien
común
Es
nuestro este asombroso país, inmenso por lo vasto, alto y cósmico. Por
eso mismo, tomemos posesión de él: de sus montañas, valles y quebradas;
de sus nieves eternas. ¡Son nuestras! Nos pertenecen. Consustanciémonos
con ellos.
Las
caderas de sus mujeres, sus senos túrgidos, sus labios abultados,
húmedos o resecos, ¡son nuestras! Por eso mismo, forjemos aquí un país
lucero del alba, donde se haga efectiva la felicidad humana, reforzando
nuestras tradiciones, nuestras expresiones nativas, el desarrollo de
nuestras comunidades, el trabajo artesanal, las actividades culturales.
Construyamos
un país fraterno y comunicativo. La hora es propicia, no como los
fríos, tétricos y deshumanizados entes que circulan por las calles de
los países mal llamados desarrollados; atosigados como están por la
sociedad de consumo, que ni conversan, ni se enternecen, ni siquiera se
impacientan ni maldicen.
Por
eso mismo, hablemos a nuestros niños de la obra descomunal de nuestros
antepasados, forjada en la alegría del trabajo colectivo, animada por
cantos y bailes de regocijo en la perspectiva de estar logrando erigir
al bien común como el fin supremo.
5. El amor
a la tierra
Hablémosle
de cuánto ha sufrido nuestro pueblo, pero también de cuánto hemos
defendido nuestra identidad, en nuestras danzas y en ellas el ritmo de
nuestros corazones, nuestra lengua y su espíritu en todas las
circunstancias. ¡Y de cómo éste es un pueblo esforzado y cálido en el
afecto y en la solidaridad!
Hablémosle
a nuestros niños de cómo hemos sido solidarios en las guerras
infaustas, heroicos en la lucha y la renuncia; generosos en salvar vidas
humanas después que los teníamos vencidos.
Hablémosles
a nuestros niños de nuestras esperanzas; de los padres humildes que
acunan amorosos a los hijos ajenos. Y les dan cobija y les dan abrigo,
esperando forjar en ellos hombres sensibles y vigorosos.
Por
eso mismo, seamos militantes de un arte que se funde en el amor a la
tierra que nos vio nacer y en una consagración a trabajar por la niñez
del Perú y del mundo.
Anhelemos y trabajemos por una realidad en donde los sentimientos humanos sean generosos y transparentes.
6. Somos
herederos
Y alineémonos con quienes buscan nuestra identidad osada y jubilosamente, amando al niño imperecedero que somos.
Abracémonos
a nuestro pueblo que lo reconocemos sencillo y en lucha ardorosa. Y no,
como a veces y frecuentemente lo pintan, urdidores de desgracias,
desalientos, dudas y mentiras.
Sintámonos
orgullosos de lo que es el Perú íntimamente, reconociendo que el hambre
y la pobreza que sufre nuestro pueblo son realidades indignas y
debemos, con nuestro trabajo y esfuerzo, ayudar a superarlas
prontamente.
Propongámonos hacer un arte y una literatura con la cual regresen los hermanos que se han ido lejos, proclamando y alentando desde
aquí una nueva, fresca y pura corriente literaria: de lo entrañable, en
oposición a aquella literatura “light”, y de la globalización.
Ahondemos
más en la búsqueda de lo que somos, en nuestros orígenes, en nuestros
antepasados, en el ancestro lleno de esplendor del cual somos herederos.
7. Quienes ungen
sus sienes
Arraiguemos
más en lo propio, afincando en lo que nos es genuino y particular,
porque si hiciéramos lo contrario y rompiéramos con nuestras raíces
seremos una pobre brizna despreciada hasta por el viento.
Por
eso mismo, obliguémonos a afirmar la vida y a rescatar el valor de lo
cotidiano, porque es hermoso. Y porque el hombre deposita lo mejor de sí
en esos actos simples, modestos y callados; pero, al mismo tiempo,
magníficos, bellos y extraordinarios.
Por
eso mismo, defendamos que el hombre nunca deje de ser único, individual
e intransferible: frente a un mundo que intenta hacernos
homogeneizados, convirtiéndonos en una masa de consumo sin lo auténtico,
lo peculiar y lo íntimo.
Por
eso mismo, aspiremos, artistas, maestros, ciudadanos en general del
Perú y el mundo, a ser parte entre quienes ungen sus sienes en los
arroyos nativos, en los puquios de nuestras quebradas y erigen su
bandera en la roca que surge desde los abismos, en el amanecer de
nuestras montañas tutelares, en el lucero y la espiga como símbolo de
poesía y de trascendencia en el universo.
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