domingo, 31 de enero de 2016

LA POESÍA DE AMELIA MELGAR - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2015 AÑO
DE LA DEFENSA DE LA VIDA
Y DEL PLANETA TIERRA
 

ENERO, MES DE LA DEFENSA DE LIMA
DEL NACIMIENTO DE ARGUEDAS, HERAUD
Y LOS PARADIGMAS DE MACHUPICCHU
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 

*****
 
DOMINGO 31 DE ENERO. 9 AM.
 
PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“RUTAS DEL ALMA”
DE AMELIA MELGAR
 

A CARGO DE:
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
JR ICA 400. ESQUINA
FRENTE AL TEATRO MUNICIPAL
EN LA CELEBRACIÓN DEL 25 ANIVERSARIO
DE LOS VIERNES LITERARIOS
 
*****
 
HERMANITO CÉSAR

A César Vallejo
Hermanito César,
te mandé buscar,
las calles volvieron
sin poderte hallar.
Por caminos largos
te mandé llamar,
volvieron las voces
cansadas de andar.
Pasé muchas tardes
sentada al umbral;
también conté auroras
sin verte llegar.
Ya madres se inquieta
de tanto esperar;
herrnanito César,
regresa al hogar.

DINA AMADA
SÁNCHEZ BACA
 
*****
 
HOY 31 DE ENERO
PRESENTACIÓN DE
“RUTAS DEL ALMA”
 
 
RAYO
QUE NO
CESA
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 

LA POESÍA
DE AMELIA
MELGAR

 
Danilo Sánchez Lihón
 
“Sin ti, dolor,
la vida es siempre ajena”
Javier Sologuren
 
1. Vínculo
de amor
 
La poesía se hizo, se hace y hará, entre varias otras motivaciones, para amar mejor. Esta es la condición que resalta, en primer lugar, en la poesía de Amelia Melgar Vásquez; poesía como una forma sutil y sublime de amar.
Y amar todo, abarcar con ese sentimiento lo cotidiano como lo etéreo, lo próximo como lo distante, haciendo de todo motivo de canto, donde se encarece uno y otro asunto con libertad y soltura, donde lo que importa es la sinceridad con que se aborda y se relieva cada hecho, donde lo que prima es el estado del alma y la emoción de celebración y de fiesta, donde lo que importa es la comunión de las emociones y la probidad de los sentimientos.
Lo que importa es dar testimonio de un afecto, dejar en claro una vibración muy honda a favor de algo, de un haber tocado fondo con el corazón y hasta con el cuerpo. Donde lo que importa es blandir la poesía para sentirse vivos; siendo más auténticamente: hija, mujer, esposa, madre o maestra; porque lo que importa es la palabra en vínculo de amor con la vida, este don precioso y efímero, pero gracias a la poesía vuelto duradero:
Embriagados de gozo
Bajo el portal celeste,
Las flámulas de la tarde
Como hojas enarcadas
De hortensias se mecen,
Y en las corolas de la vida
El espíritu afluye.
Mientras, el rumor del viento
Con el canto de alondras
En el laúd del alba cuaja.
Y las penas escapan
Como cometas descoloridos
Para enredarse en los mástiles.
 
2. El fervor
por el bien
 
De allí que lo primero que resalte de la poesía de Amelia Melgar es tener una voz compasiva, cariñosa y tierna con la vida; de fervor por el bien y por lo bueno.
Donde se siente y se toma en cuenta, al leer sus poemas que ellos buscan la verdad, pero también lo noble e insigne que hay en el mundo. Y se siente y se sabe que lo que ellos refieren realmente son hechos dignos de recordación y que han ocurrido; habiendo aquí una equivalencia entre el verbo y los sucesos cotidianos e históricos; entre el mundo de los sueños impalpables pero ciertos, y el de los aconteceres de la realidad.
Amelia Melgar es versátil en su escritura. Escribe acerca de un árbol, de un gato, de una libélula y hasta respecto de un problema del trajín cotidiano, cualquiera sea este. Todo lo real e irreal le incumben y le fascinan. Parafraseando uno de sus versos, su poesía es un «idilio cósmico», de plenitud total con la naturaleza y la vida, donde hay una consustanciación de fondo, y comprometida, con todo lo creado.
Todo lo abraza, todo lo absorbe e incluye como mujer que es, con pasión y entrega plenas. Ella quiere poseer y hasta ser poseída por los astros y hasta por el cosmos, como cuando dice:
¡Estoy invadida de sed de altura!
Que me embriaga y me devasta,
Me turba y me incita,
Me subyuga y me embelesa,
Me imanta y me obstina,
¡Me devora y me lanza!
Su poesía es también un recuento de la vida, una síntesis de lo vasto, un echar cuentas, un hacer balances. Es un situarse en la cúspide de la roca y hacer un exacto pormenor y arqueo de las cosas que han sucedido. Un sentirse al final del camino y mirar atrás en lontananza, para poder decir:
Cuando está con otra
Él está conmigo.
Cuando desvía sus pasos
Camina sobre mis huellas.
Cuando respira otros aires
Yo estoy en sus átomos.
Cuando sus ojos miran otros ojos
Me encuentra en esas pupilas.
Cuando sus manos resbalan otros cuerpos
Él me siente en sus yemas.
Cuando besa otras bocas
Se desvanece con mi aliento.
Cuando sueña en otros brazos
Yo sello siempre su sueño.
Cuando juega en jardines de ilusiones
Me halla en cada corola…
Soy su abismo
Y su altura.
Soy su don de vida
Y su purgatorio.
Soy su desierto
Y su montaña.
Soy su haz de luz
Y su tormenta.
Soy su acierto
Que ha perdido.
Pero, si nos preguntáramos: ¿qué contenido predomina en su poesía?, habría una respuesta a esta pregunta y que engrandece el arte, cual es: el dolor; pero el dolor estoicamente superado por ilusiones que lo subliman:
El pasado, no sólo es
El espectro agazapado
En tétrico silencio de tinieblas
Con follajes de amarguras
Azotado de dolor.
Es también:
El guiño de una estrella
Que al mirar nos envía
Un rosón de blanco jade...
 
3. Ser
hija y madre
 
Amelia Melgar escribe poesía porque el dolor que ha sufrido en la vida no quede en tristeza y se convierta más bien en sabiduría. Porque el privilegio de haber superado obstáculos y abismos tenga un reflejo siquiera en esa flecha y arco, barca y puente, que es la poesía.
Escribe no sólo por cariño sino por desahogar un corazón herido, porque lo que pudo ser melancolía, rabia, rencor o despecho ha querido cambiarlo para ser gracia, encanto y sortilegio; porque a los golpes que le infligió la vida ha antepuesto y respondido con abrazos, caricias y consuelo para todos.
Ojalá muchos puedan encontrar bajo la aparente sencillez de estos versos, esas savias nutricias de la vida que se hacen más seguras, tangibles y evidentes cuando la voz que habla lo hace desde la posición de hija –todos somos hijos pero no todos lo sentimos ni lo hacemos conciencia–, o cuando se encarna en ser madre, y ella lo es, pero que se eleva a ser madre en general, como se lo siente y se lo vive en estos poemas.
Está en ella presente esa condición femenina de la especie, que otorgan a quienes la tienen una relación profunda con la existencia, una dimensión de por sí ya muy trascendente: al ser y sentirse hondamente hija y el ser y sentirse hondamente madre:
Mis pechos ¡Ay mis pechos!
Auroras muertas.
Mis brazos y mis pies:
Caminos que marcan
La sombras de mi invierno.
Mis vísceras, trapos viejos
Dentro de una maleta desusada.
¡Pero!
Mis neuronas: almacén de ideas
Mi corazón: lecho de perenne amor,
Mi alma: arabesco de botones encendidos.
 
4. Para no
rodar al vacío
 
Amelia Melgar, con ser tan suave, cariñosa y fiel con la vida, ha tenido que batirse y luchar a chuchillo limpio, a espada desenvainada; y no para herir a alguien sino para rasgar o romper las tinieblas que se abaten sobre ella, a su paso y en su camino.
Pero siempre, incluso en esas circunstancias, su actitud ha sido ayudar, servir, dar ánimos; poner su cuota de alivio a las faltas y a los males de los otros.
Y su respuesta final es hacer poesía. Es su defensa, su salvaguarda, su cabeza de playa a donde salir incluso en el naufragio. Su último recurso ha sido, es y será hilar poesía. Su tabla de salvación, su roca; las cuerdas de donde asirse  para no caer al vacío son estos poemas. Mirémoslos y apreciémoslos como refugios, altozanos y pervincas para no rodar al vacío.
La poesía es también, y felizmente, salvadora. Nos rescata de caer hacia abajo, haciéndonos caer hacia arriba, al firmamento estelar. No sólo consuela sino que se interpone entre un ser y su salto al vacío, o es un salto al vacío con un paraguas en la mano. Protege la vida. Es un regazo, un oasis, un desahogo.
Sirve para exorcizar el abandono, el sufrimiento y el dolor. El poema alivia y cura; nos confiesa, nos habla con voz dulce y nos fortalece. Porque, se sostiene y se vive también de ilusiones, siendo la ilusión la madre de los sentimientos buenos.
La poesía nos libra de caer en el desamparo, en la desesperación y la nada. Ante su altar dejamos que afluyan y se derramen las lágrimas, en ella la soledad encuentra su compañera; la voz alcanza a llegar al oído de aquel ser a quien queremos decirle algo y está muy lejano; a veces en otra dimensión, enlazando una eternidad con otra eternidad:
Se fue el dolor
En el lomo del olvido,
Ya no más llanto
Por pasos ya idos.
Se alza una cumbre
En la distancia
De su voz a la mía.
Vano empeño de pisar mis huellas.
No más negro en mi universo,
Han muerto hoy
Los escarabajos de la noche.
¡Tengo crisálidas en el alma!
 
5. La poesía resarce
nuestros destinos
 
Es la suya poesía emotiva, poesía del corazón y del alma de la gente genuina, de los sentimientos a flor de piel, de los hechos vivos, reales e indiscutibles; poesía ligada a la cotidianeidad, a la vida cierta y real, no a las elucubraciones, no en función ni de la perífrasis ni de la retórica:
¿Qué hay de cierto en tu esencia olvido?
¿Borras del alma y del corazón el recuerdo?
¿Retienes en tus orillas vacuas el pasado?
¿Palideces con tu sonrisa añeja lo vivido?
«No puedo olvidarte» dice la canción
Es porque eres un deseo hueco que no ha apagado
La llama ardiente que el hombre  ha sentido
Y te nombra y te invoca como a una ficción.
Si existieras no quedarían cenizas ni rescoldos
No habría pechos que se quiebren de suspiros
Ni melodías y aromas en los recodos.
Donde la poesía es aquello que resarce nuestros destinos de la crueldad del mundo y de la vida, porque la vida con ser tan hermosa, también suele revestirse con frecuencia de impiedad y dureza. Todo lo que se viva ha de sublimarse en poesía.
Es la esencia sutil del alma,
El canto de una alondra en los oídos,
La dulce flor de luz en tu ocaso,
Un jazmín que nace en una roca.
Es la antorcha luminosa en tu cielo oscuro,
Un enjambre de mariposas en tu jardín,
Un manto salpicado de luceros en tu cuerpo,
Un ave con reflejos de zafiros en tu ventana.
Es el huésped de primavera en tu otoño,
La musa que estremece tus entrañas,
El hada que te da la llave de un nuevo amanecer,
La página blanca que la pluma no tocó.
Amelia Melgar también, y sobre todo, alude en su poesía al hombre y al pueblo en su borrasca y en su esperanza:
Se levantará el viento
De las conciencias dormidas,
En cielos opalinos
De infinita plenitud.
Octavio Paz expresa que la poesía es la revelación de la inocencia que alienta en cada hombre y en cada mujer y que todos podemos recobrar apenas el amor ilumina nuestros ojos y nos devuelve el asombro y la fertilidad.
Su testimonio, el de la poesía, es la revelación de una experiencia en la que participan todos los hombres, oculta muchas veces por la rutina y la diaria amargura.
¿Es posible una sociedad en la que la poesía, que es la voz misma del hombre original, se convierta en el alimento espiritual de la comunidad? Con poemas como los suyos la respuesta es positiva.
Mi congratulación a Amelia Melgar por su forma de sentir, de pensar, de sufrir y de amar. Por esa actitud para convertir dichas esencias en verbo, en palabras plenas de sabiduría, ahítas de belleza decantada. Mi homenaje por haber empapado esos contenidos en alma, en verdad y en proclama.
 
 
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