DE LA
UTOPÍA
ESE
HERMOSO DÍA
QUE VENDRÁ
Danilo Sánchez Lihón
1. Ser
colectivo
Tan pronto ocurrió el trance de la
conquista española y el avasallamiento de los antiguos conglomerados de pueblos
y al expolio de los territorios fértiles del Tahuantinsuyo, empezó la añoranza
del paraíso perdido.
Y se empezó casi de inmediato a soñar en
la reivindicación de aquel mundo primigenio, raíz andina fuerte e intensa de
nuestra identidad.
Y se volvió a insistir en la capacidad
que tenemos de recrear la utopía que habíamos sido, y somos siempre.
No utopía como mundo irrealizable, sino
como universo que aquí ha existido, que ha funcionado y ha florecido.
Que alcanzó a desarrollarse en paz, y
concretado en obras de magnificente esplendor.
Hablar de utopía entonces entre nosotros
no es divagación ni delirio, ni tampoco es sueño onírico.
Hablar de utopía entre nosotros no es
flotar en el vacío sino restituir lo que hemos sido y somos en el fondo de
nuestro ser colectivo.
2. Junto
con Vallejo
El Perú mismo como nombre significa
utopía y anhelo de una realidad de esplendor.
Por eso, entre nosotros al decir utopía
no es referimos al peregrino ejercicio de perder la mente en una dimensión
ociosa o en una actitud cómoda y escapista de la realidad.
Nos referimos más bien a la inquietud
porque la herencia genética que como pueblos tenemos, nuevamente se plasme,
concrete y floresca.
Por eso, utopía entre nosotros la
entendemos no como aquello irrealizable. Tampoco como un devaneo gratuito e
inconsistente, y descalificable por gaseoso e inaplicable.
Más bien es un aferrarse a lo moral que
somos y a los ideales, a la intensidad y virtud puesta en los sueños, y a la
fuerza de creer en algo o en todo, pero que sea mejor.
Es por eso que José María Arguedas junto
con César Vallejo se ha constituido para nosotros en la utopía moral de nuestro
pueblo para alcanzar su plena realización.
3. País
de honda cultura
Tenemos así también que el Inca
Garcilaso de la Vega es el primer utópico en el verbo, la palabra y la visión,
fue el primer fruto mestizo de estas tierras.
Asimismo, Manco Inca, tan pronto se dio
cuenta del engaño sufrido por los invasores europeos, él mismo en el terreno de
la praxis, de la acción y hasta en el campo de batalla, reivindica el
Tahuantinsuyo y lo hace bajo el emblema de la utopía que somos intrínsecamente.
Utopía es entonces la búsqueda ardorosa
del hombre cabal, íntegro y pleno de virtudes, y de la patria soñada que
habíamos sido.
Dimensión que para José María Arguedas permanece
inmarcesible en el mundo indígena que él reconoce pleno de dones y sabiduría.
Más aún en cuanto al fervor que nos
compromete, marcado por el estigma del dolor y la esperanza que en él se vive, actuando
con identidad de país de honda cultura.
4. y
siendo así
Llamamos utopía moral a ese anhelo de
buscar ubicación histórica para las personas en quienes vio que se descargaba
la peor de las miserias y desprecios.
Y que sin embargo han sido capaces de
acumular tanto afecto a todo, tanta ternura con sus semejantes, generosidad,
belleza del alma, entereza, vivacidad, y todos los valores que el sufrimiento
ayuda a decantar.
Utopía moral, porque no se puede dejar
de soñar desde el arte en ese mundo y en otros mundos.
¿Podrán ser erradas estas aspiraciones
por el hecho de no haber sido vueltas a aplicarse hasta ahora?
Que la realidad, el devenir del Perú lo
desmientan no indican que dejen de ser válidas.
Utopía moral en quien defiende a su
pueblo, y a su cultura. En ese sentido José María Arguedas es un revelador de
un mundo humano enterrado y sumergido, y siendo así es un redentor.
5. Grande
y hermoso
A eso llamamos utopía moral en José
María Arguedas.
A su afán y ahínco por buscar a toda
costa una luz, un pálpito, un temblor para hacer que el Perú sea una sociedad
mejor.
A que alcancemos a ser una sociedad
feliz aquí y ahora basados en nuestra identidad y en una integración armoniosa
de nuestras culturas.
Porque se elige ser poeta o escritor,
para aspirar a un mundo mejor que en el momento que se lo formula parece imposible de cumplir
Esta aparente vulnerabilidad es la mejor
coherencia entre el oficio de poeta, artista o escritor para abrazar una utopía
moral, de un mundo mejor aunque parezca imposible de realizar.
La literatura es un reino espléndido,
pero a la vez una atalaya moral, en donde lo que más cabe es aspirar a toda
utopía posible.
Por eso Arguedas será un referente
inalienable, por el ejemplo que representa en relación a lo que es moral.
Por el hecho de haber nacido en un
pueblo como es el Perú, grande y hermoso y no haber renunciado a sentir y a
pensar con total y plena identidad.
6. Todas
las sangres
Llamamos utopía moral a que los pobres
dejemos de serlo, a buscar el bien, a anhelar la justicia y buscar con arrojo y
estremecimiento toda esperanza.
A concebir y dirigirnos allí, a un mundo
de dignidad, de valores, y de vivir de acuerdo al bien.
Todo esto le ha acarreado
incomprensiones y los perores denuestos, como aquellos proveniente de los
científicos sociales que desmenuzaron y desaprobaron su novela “Todas las
sangres”.
Como si el arte necesitase y debiera
someterse a la aprobación de la endeble razón y de una función subsidiaria de
la realidad.
Pero también soportó aleves ataques del
lado de la literatura. Ha habido y hay saña de parte de escritores que
finalmente no pudieron escribir ellos nada significativo o que por lo menos se
equiparable al portento que es “Todas las sangres”.
Y de otros que más bien escriben farsas
y a partir de las cuales han obtenido los premios más relevantes del mundo
occidental.
7. Por
eso
Llamamos utopía moral en José María
Arguedas a este compromiso y a este deber de no solamente haber sentido y
bebido de la fuente inagotable de amor del mundo andino sino querer
compartirlo, instaurándolo para todos los hombres.
El haber sufrido el odio más acervo de
madrastra y hermanastro, alguaciles y mayordomos, y convertir aquello en mundo
redimido.
Para eso se aplica ceñidamente a develar
las claves en que están fundados, organizados y se sostienen los hechos
sociales, indagando en el arte, en las ciencias y en la política.
Alguien llama a esta actitud de Arguedas
como utopía arcaica. No es que yo la llame sino que su verdadero nombre es
utopía moral.
Porque humanamente moral es el mundo al
cual se aspira llegar. Y Arguedas es moral siempre en la forma de trabajar la
literatura.
Lo que sobrevivirá en el mundo es la
verdad y la belleza auténtica del alma. Ser como él lo fue es tener impronta
moral, que a quienes no la pueden tener siempre les motiva su inquina.
Por eso, José María Arguedas es ese
hermoso día que vendrá.
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