1. Usted
ha arriesgado
– Y bueno, mi caro amigo Marcel Widmer ya es hora
de despedirme. Y nuevamente debo expresarle que le estoy muy agradecido a usted
y a sus amigos de la fábrica ALIOTH que me han ayudado muchísimo. A todos ellos
les saluda y agradece en mi nombre y me despide con mis más efusivos abrazos.
– Lo haré presente, don Santiago Antúnez.
– Dígales que han sido muy amables y generosos
conmigo; que he aprendido mucho y que estos días han sido decisivos para
empaparme de todos los conocimientos acerca de la mejor planta de productos
eléctricos de Suiza.
– Si de esta manera contribuimos a un pueblo
esforzado como es el suyo, está bien. Le aseguro que es tan altruista su afán, que
si ya no hubiera gastado en remedios para mi esposa le devolvería con gusto el
dinero que me ha dado por este remplazo.
– Pero sepa usted que yo no le recibiría, bajo
ningún pretexto. Es una justa compensación a su valiente decisión. Además,
usted ha arriesgado su puesto de trabajo. De otro lado, este es un acuerdo y
los acuerdos se cumplen y respetan.
2. Todo
luz
– Gracias. Muchas gracias don Santiago.
– Usted me ayuda y yo le ayudo y de ese modo ambos
solucionamos nuestros problemas con una orientación noble, como ha sido y es
aquello que nos ha conducido a hacer aquello que hemos hecho.
– Eso lo comprendo ahora perfectamente. Aunque ya
le fui sincero, que al principio me asusté de su planteamiento y ahora me quedo
con la desazón de haberme aprovechado de algo tan noble y benévolo.
– De ninguna manera se reproche usted así. Si no
hubiera tenido la experiencia de ver por dentro el funcionamiento de una
fábrica tan importante como la ALIOTH hubiera sido como si me faltara algo
fundamental en mi carrera. Pero ahora tengo los estudios y tengo la experiencia
de la aplicación en la práctica de dichos conocimientos. Y en eso usted me ha
ayudado mucho.
– ¿Hace qué tiempo se graduó usted de ingeniero en
Grenoble, don Santiago?
– Hace un año. Después y antes de retornar a mi
patria he pasado todos estos últimos meses recorriendo fábricas de Europa. Y
sólo fábricas, ni siquiera me atraían ya las universidades, ni los centros de
estudios superiores, ni las academias. Y es por esta obsesión que tengo, cuál
es la de regresar a mi país pero cabal, íntegro y completo con mi preparación,
consumado y pleno, sin que me falte nada; todo luz.
3. Por qué
tanto empeño
– ¡Eso es formidable!
– No quiero tener ninguna laguna, ni área en la
cual sienta un vacío ni oscuridad. O, donde yo sienta que dudo y que no sepa
resolver un problema. ¡Nada que me haga sentir inseguro, y con ello tener huecos
o lagunas que me predispongan a cometer errores! Todo debo de tenerlo bajo mi
control y dominio. Y esa meta la he cumplido cabalmente con esta experiencia.
– Y, ¿qué tiempo hace que investiga usted?
– Desde que era niño, pero de eso hablaremos cuando
usted me visite en el Perú.
– Yo iré a ver las obras que usted haya alcanzado a
realizar en su país, don Santiago.
– ¡Que Dios escuche sus palabras y que esas obras
alcance a construirlas lo más pronto posible! Esa es mi inquietud y la razón de
ser de mi pronto retorno.
– ¿Y por qué tanto empeño en esta tarea, don
Santiago?
– Porque he visto demasiada pobreza y desdicha en
mi tierra, situación que puede ser solucionada. Mi país es un espacio a
oscuras, sin luz y sin energía para crear industrias. Pero, nuevamente muchas
gracias y adiós, amigo. Y sepa usted que también yo nunca lo voy a olvidar ni
dejaré de estar infinitamente agradecido por su extraordinaria gentileza.
4. De vuelta
a casa
– Ahora comprendo la dimensión de su compromiso,
don Santiago, y lo admiro.
– De mi parte, nuevamente gracias por haberme
prestado su casco, su overol y sus botas. Y haber sido hasta el día de ayer el
obrero Marcel Widmer a mucha honra, con mucho respeto y orgullo.
– Usted ha sido para mí un ángel providencial, por
haberme sacado de un apuro tan grande. Así he tenido todo el tiempo libre para
estar cerca de mi esposa, atenderla, y tener lo indispensable para su medicina
en este trance tan difícil de mi hogar. Ahora ya se está recuperando y
cualquier día la traeré de vuelta a casa.
– Usted como yo hemos arriesgado, pero usted más
que yo, le soy sincero.
– Lo he hecho por mi esposa.
– Y esa es una noble y enternecedora causa.
– ¿Y de aquí adónde viaja usted, don Santiago?
– Paso a Austria, Alemania, Dinamarca, siempre
visitando fábricas, para tomar luego el barco en Southampton, en Inglaterra,
con destino a New York. Allí tendré también pasantías en diferentes
establecimientos de producción de energía eléctrica. Para eso me embarcaré en
un trasatlántico muy moderno que recién se va a inaugurar y cuyos boletos ya se
pusieron en venta. El mío felizmente ya lo tengo comprado.
5. ¡Quién
como usted!
– ¿No será el barco Titanic en donde viaja usted y cuyo
viaje inaugural está tan publicitado en toda Europa?
– Sí, es en ese mismo barco que yo viajo, Marcel.
Mire usted: este es el boleto que encargué su compra y ya me lo remitieron.
Partiré del puerto de Southampton el 10 de abril de 1912 a las 23 horas y 45
minutos. Todo es exacto aquí en donde se contabilizan hasta los minutos.
– ¡Vaya pues! ¡Viaja usted en el barco más lujoso
construido hasta ahora! ¡En el Titanic!
– Es precisamente en ese barco que hago la travesía
hasta New York, porque me interesa ver cómo funciona su sala de máquinas,
observar los modernos sistemas de electricidad, las calderas, el sistema de
llaves, las turbinas. Y si no me dejan entrar a los pisos del subsuelo, pagaré
por trabajar allí dentro, no importa con overol de carbonero.
– ¡Quién como usted, don Santiago! ¡Viajar en el Titanic!
¡La maravilla de la ingeniería moderna!
– Es cierto. Es impagable. Regreso en ese barco,
que es un portento construido en un tiempo record. Quiero estudiarlo en todos
sus detalles y todo lo que el tiempo me lo permita. Me he prometido no dormir
durante todo el viaje con tal de estudiarlo hasta el mínimo detalle.
6. Este sí
un privilegio
– Don Santiago, ¡usted también es un favorecido por
la fortuna! ¡Viajar en el Titanic, quien lo creyera!
– ¡Qué paradoja que me diga eso, don Marcel. Mi
vida es sacrificio absoluto, abnegación y renuncia. Y, por si acaso, no he
adquirido el boleto de viaje en el Titanic por placer turístico ni para estar
en el salón de conciertos o de baile, ni en la piscina ni en las salas de juego
ni en el restaurante. Sino por afán de investigación, para permanecer en los
sótanos y en las calderas. Y estaré en los hornos y en las máquinas de las
cuales ya he leído mucho, acerca de su construcción y funcionamiento. Debo
aclarar esto, porque alguien igual podría pensar y decir: ¡qué suerte haber
estado en Basilea, en Suiza, admirando el atrio de la catedral tan famosa que
tienen aquí! Y que ni siquiera, ¡lo digo con vergüenza!, lo he podido visitar.
He estado en Basilea, y lo sigo estando aquí, con usted, pero por razones de
trabajo en la fábrica, y hoy día por amistad en su casa, mi inolvidable Marcel.
– Así lo considero yo también, don Santiago.
– Dele pues mis saludos a su esposa, y dígale que
será un inmenso placer, y este sí un privilegio para mí, recibirlos en el Perú
ojalá que en el tiempo más breve posible. ¡Adiós!
– ¡Adiós, don Santiago!
7. Necesaria
aclaración
Nota final:
Así Santiago Antúnez de Mayolo, pagando mil francos
para sustituir al obrero Marcel Widmer, pudo tener la experiencia de cómo se
fabrican artefactos eléctricos en la fábrica AOTH de Suiza, en Basilea, historia
que está plenamente documentada.
Santiago Antúnez de Mayolo también tenía comprado
el boleto 2,073 del viaje inaugural del Titanic.
Sin embargo, como nunca había ocurrido antes, el
tren en el cual viajaba de Liverpool a Southampton sufrió un desperfecto.
Por dicha razón imprevista el tren tuvo el retraso
de una hora, no pudiendo abordar el viaje inaugural del Titanic en su travesía
a Estados Unidos.
Era el 10 de abril de 1912 y como todos conocemos y
recordamos el viaje concluyó en una lamentable tragedia, al naufragar por
efecto del choque con un iceberg en el Océano Atlántico.
El sabio constructor de las tres más grandes
hidroeléctricas en el Perú, la del Cañón del Pato, del Mantaro y de Machu
Picchu, perdió el viaje en el Titanic.
Pero de ese modo la providencia salvó su existencia
para tener la luz que ahora alumbra, da calor e ilumina nuestras vidas.
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