1.
¡Alarma!
¡Urgente!
¡Que alguna mujer se haga
presente!
¡Alguien
que tenga entrañas y anhele
salvar
a
un hombre! Lo haga un ser dichoso
y bueno.
Él
hace cinco años que bebe, sufre y
se aniquila.
¡Pero
que se apresure, Dios mío! ¡Es
urgente!
Sufre
horriblemente de soledad y es
probable
que
nunca, por iniciativa propia, solo
él mismo
aborde
a una mujer. En realidad ya lo
ha intentado
y
no puede. Pero ojalá sí pueda este
aviso,
esta
señal de humo, súplica y pedido
de auxilio.
2.
Yo
garantizo
que es tierno. Si se lo mira
bien
digno
de aprecio y cariño, y hasta es
sabio
y
bello. ¡Y que él amará con indecible
dulzura
a su
compañera y a los hijos que con
ella tuviera.
Su
nombre es Jaime Huapaya y vive
en el Jirón
Moquegua
630, int. 13, en realidad a
poca distancia,
en
el centro de Lima. Ahora tiene 40
años.
¿Pero
cuántas mujeres de 40 años en
estos momentos
están
solas e inútiles en su ternura y
condición de mujer?
3.
Juro,
a
la mujer que se avenga, que ha de
erigir
a
la altura del júbilo a un hombre; que
hará
la
luz en unas pupilas grises y raídas.
Pienso
que
de ese modo redimirá la historia,
la humanidad,
que
hará la aurora, asunto y empeño
que
nos
compete a todos, ¿no es cierto?
Pongo
mis
manos en el fuego y aseguro que
así
compondrá
parte básica e importante
del universo. Y
quizá
de ese modo se arregle todo y
para siempre.
4.
Él
está
solo y en estos momentos bebe
y se aniquila
en
el licor. Extraña inmensamente a
una mujer.
¿Y
quién de nosotros acaso no? Una
compañía
y
un hogar. Si alguna de ustedes se
animara a
venir
conmigo, sé dónde encontrarlo.
Sus ojos
vidriosos
e ingenuos se entrecierran
con pena
detenida
cuando habla y se confiesa
ante mí,
seguramente
por ser callado y tímido.
Gime
por
sus yerros como un niño; por su
rostro gris y
nublado
surca calmosamente el día.
¡Pero él no
es cobarde!
Su temple en todo caso
se ha debilitado.
5.
Y
al
final, quién de nosotros de estarse
solo
no
ha desesperado, gemido, ¿y llora?
Jaime
Huapaya
necesita un afecto de mujer
¡y punto!
Sólo
ella podrá darle la compañía que
ahora
necesita
y busca en el licor. Ya basta.
Anoche
gastó
sesenta soles de los doscientos
que gana
como
portero. Por el hecho de beber
ya ha tenido
un
proceso administrativo. Tiene una
amonestación.
Ya
lo han sometido a control y bajado
de categoría,
está
a punto de perder el trabajo y eso
sí sería su ruina.
6.
Por eso,
si alguna
mujer se conmueve, anima
y aviene
a
compartir sus días con Jaime, que
se apresure.
¡Yo
le increpé esta tarde por beber y
malgastar
el
poco dinero que tiene, hecho que
a él mismo
lo martiriza.
Se dejó caer arrepentido
tal y como
se
abaten, vuelcan y se desprenden
las hojas
con
el soplo del viento en otoño. Me
pidió
perdón.
¿A mí, por qué? Tal vez sin
conocer ni
sopesar
cuál es el sentido profundo
del perdón.
7.
¡Claro!,
podemos
teorizar que su mal deviene
y es producto
de
la sociedad de consumo, concluir
que debe
esperar
el cambio de sistema, ¡apurar
en hacer
la
revolución mundial! Especular que
su mal
es
de base socioeconómica, que aquí
está
implícita
la lucha de clases, que en él
hace mella
el
actual neoliberalismo descaminado
de gobierno
de
turno. O bien, que debemos mirar
pacientemente
su
caso. Que no es ético detenernos
a pensar
en individuos,
sino a lo que acontece
en las masas.
8.
¡No! Y,
¡no!
Hay aquí un hombre en concreto
y en vivo
y es
necesario alcanzarle una mano;
sentir
que
no está solo en este mundo, que
su caso
no nos
es indiferente. Que nos importa
a todos.
Hay,
del mismo modo y de repente al
otro lado
de
la pared en que padece su soledad
Jaime,
una
mujer abandonada por un marido
y que necesita
un
brazo bajo su talle para sostenerse
en la vida.
9.
¡Por favor,
léanle
este aviso si ella es analfabeta!
pues
eso
para el caso no importa. Difundan
por la radio
y
la televisión esta petición de auxilio.
Todo
depende
de una pequeña dosis y nota
de comprensión;
que
alguna mujer sienta otra esta vez
ternura,
y
sobre todo valor para cruzar una calle,
caminar
unos
pasos y conocer a Jaime Huapaya
que es
lo
mismo que conocer y redimir al mundo
entero.
10.
Porque
en
verdad vagamos perdidos ya en el
camino.
Nos
hemos extraviado unos a otros y
es necesario
encontrarnos.
Y es que ingresamos
por caminos
de
agua y aire y caímos a caminos de
tierra.
Y
así la vida nos jugó malas pasadas.
Nos aparta
mucho
más que nos une. Las olas que
nos separan
y
alejan son feroces. Y las manos que
se buscan
para
unirse a veces son muy débiles.
¡Y es feroz
la
soledad y el olvido. Es madrugada.
Las lucen
titilan
y se apagan. Pero ya amanece
. *****
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