DEL TEATRO
INFANTIL
Danilo Sánchez Lihón
Mi madre hizo una cruz en el calendario
el día en que nací,
y yo era el que gritaba. Yo era ese
pequeño
montón de cabellos, de uñas y de carne.
– Soy yo, soy yo...
–Solo no eres nadie. Es preciso que otro
te nombre.
Bertolt
Brecht
1. Palabra
y espacio mágicos
El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre
y a una nacionalidad, así reza el artículo 3 de la Declaración de los Derechos
Universales del niño.
El principio que hemos citado lo podríamos definir y
caracterizar como el de la identidad y de la pertenencia, reconociendo que
todos tienen derecho a un nombre y el arraigo a un lugar y a un espacio real y
a la vez ideal.
Y siendo así el niño tiene derecho a la búsqueda libre
y creativa de dicha identidad y filiación a través de la palabra. ¿Dónde? En la
representación que nos da el teatro y la literatura, en donde palpita y se
manifiesta la palabra y el espacio mágicos.
En donde ha de volar con las alas fuertes, amplias y
arriesgadas de su ilusión. Donde ha de arrojarse hacia el infinito, sin temores
ni reservas, con animosidad. Donde no ha de amilanarse, ni tener temores ni
recelos.
Y estos no son derechos que tiene que aprender o
asimilar, sino que él nace con estas aptitudes intrínsecas al ser humano, cual
es representar el mundo y la realidad a través de la palabra y la acción.
Y al ocuparnos del teatro primero lo hacemos como una
de las expresiones más auténticas de la condición humana y como uno de los
derechos intrínsecos del niño en este mundo.
2. Tiene como centro
al hombre
Consecuente con todo ello, el niño tiene el derecho a
considerar el teatro y la literatura como un país de maravilla y fábula, una
gruta encantada y uno de los placeres más exquisitos de la existencia.
Porque en ellos nada es punible salvo quedar para
siempre hechizados entre el plumaje dorado de esa ave mítica, o atrapados para
siempre en esas naves de oro.
Para todo ello el niño tiene derecho a que todo se
arregle y acomode de acuerdo a cómo él tiene y trae, y cómo él es, porque es
obra directa de las manos de Dios.
Tiene derecho a transformar la vida y hacerla de
acuerdo a cómo sus ojos cuando se abren la representan.
Y es la literatura, y dentro de ella el teatro, el
arte que recrea la conducta de los hombres en niveles de alta y honda
significación, enlazados los contenidos en una historia de la cual se
desprenden mensajes inusitados y trascendentes.
Y tiene como efecto esta actitud en la configuración
de un mundo ideal. Representación y mundo que tiene como centro y como
destinatario al hombre, recreando el destino peculiar de éste en su excelsitud
como también en sus desgracias en su ascensión como en sus caídas; en su
excelsitud como en sus miserias y fatalidades.
3. Es un espejo
verbal
La clave implícita del arte del teatro es la
representación del destino del ser humano que sufre sobre la faz de la tierra y
lo hace en el espacio mágico de un escenario que en el caso de los niños es el
espacio y el tiempo real.
Ahora bien, el teatro de niños tiene que ver con estos
elementos ya enunciados; pero mucho más con la fantasía, e igual y aún más en
extremo todavía, con la identidad y la filiación.
Incluso, una forma o manera de comprender mejor la
identidad de una persona o un grupo es a través del psicodrama y del socio
drama.
Es volando prendidos a las alas de las metáforas y del hechizo de la palabra que se ofrece a
través del teatro infantil, cómo el ser humano se mira en el espejo para saber
quién es, a qué y adónde pertenecer.
Porque toda representación es un espejo verbal.
Así, por ejemplo, para entender un problema de cómo es
el sufrimiento de los minusválidos se recurrió a aquella hermosa metáfora del
niño que tenía dos ojos entre los normales de aquel universo, en que todos solo
tenían un solo ojo.
4. Nuestro
propio destino
Esta perífrasis deja como conclusión y resultado la
meditación acerca de ¿qué es finalmente lo hermoso y lo normal? ¿Tener dos ojos
o tener uno solo, como plantea en el cuento?
La dicotomía da lugar a que por derivación se acepten
las diferencias de unos en relación a otros, como hechos de revelación y hasta
de enriquecimiento. Y no como defectos y menos como horror. Y jamás como taras
o estigmas.
El teatro entonces siendo un descubrimiento de lo
propio y diferente sana del horror a lo que es distinto.
Porque en el teatro infantil la clave no está centrada
en el rol o el papel que como niños se pueda representar en la función. Tampoco
en el desempeño de actores, que nos puede resultar bien, regular o mal.
Sino que lo importante está en asumir un papel,
cumplir un empeño y encarnar una metáfora en nuestra vida. Lo importante es
conocer y representar nuestra propia imagen frente al mundo.
Lo importante es dar plena realización a la función
que nos ha tocado cumplir, al rol que hemos elegido o al personaje que hemos
aceptado asumir en nuestra existencia. En conclusión, es dar plasmación a ser
actores de nuestro propio destino.
5. Al niño
eterno
Al hacer teatro con niños olvidémonos por un momento
de lo formal, del libreto y de la actuación. Y bajemos más al zócalo, al
cimiento y al inicio de esta actividad. Y no confundir que el motivo es la
técnica o la formalidad.
La primera responsabilidad que aparecerá para quienes
son maestros de niños –si maestros es lo que somos, o de simplemente adultos
que quieren asumir el reto de educarlos a través del teatro– es conseguir que
los niños actúen en coherencia con su identidad.
Tal identidad tienen que buscarla cada quién y cada
día, a cada hora y en cada palmo de tierra que abarcan sus pasos. Esa es la
primera y principal obra de teatro que debemos poner en escena, logrando que
cada uno conquiste su autonomía y su plena libertad.
Porque, no distorsionemos las cosas aceptando que el
público hacia el cual se dirige el teatro infantil son los adultos. El teatro
para niños se dirige para los propios niños que actúan, de modo principal. Los
padres estarán allí, si es que lo están, es para que aprendan a no olvidar
esto.
Y es al niño eterno, al niño que hay en todos los
seres humanos, el niño que habita en todos nosotros, a aquel a quien se dirige
–de manera central– el teatro infantil.
6. Exacta
belleza
Ha de ser como cuando salimos de paseo con los niños
al aire libre. O cuando practicamos un deporte en los campos abiertos y nos
disponemos a la sana recreación a través del vuelo del espíritu por los ámbitos
de la imaginación.
El teatro como tal y visto así será franco, sincero,
desenvuelto, y parte del proceso del niño de instalarse o relacionarse con los
demás en un clima de confianza y de crecer en comunión con los otros.
Es consabido que hay una etapa de la evolución del
niño que es imitar, en la cual él aprende reproduciendo lo que padre, madre, y
toda persona que alcance a conocer, hacen. Ellos imitan los aspectos más
característicos y definidos que cumplen en realizar sus mayores.
Y es eso, lo que llevado a un espacio de representación de teatro en vivo, lo que
significa una reflexión valiosa y un vivir a otro nivel, con categorías
intelectuales superiores, teatro que surge desde el centro del ser y vuelve
hacia él, idéntico o transformado.
Cabe advertir que en el teatro infantil hay la
tentación del acartonamiento, de los clichés y de la rigidez. Por eso, siempre
debe estar presente en él, como fundamento de trabajo, que el principio rector
es la libertad creativa. Claro que bajo la práctica de un trabajo disciplinado
y de pleno compromiso. Es sólo con esa condición que se manifiesta en todo su
esplendor la vida auténtica de los seres humanos, con autonomía pero también
con exigencia de lograr exacta belleza y esplendor.
12. Punción
en el alma
Pero, hay otro factor digno de apreciar y de tener en
cuenta, cuál es la incondicionalidad del espectador, actitud esencial para la
existencia de este arte acrisolado.
Es esa complicidad, esa sana creencia de que todo lo
que se representa merece atención, lo que favorece llegar a la esencia de este
arte.
Es esa convicción de respeto a las reglas de estos
juegos artificiales y simulaciones, la que hace posible la existencia de un
arte como el teatro. Y esta maravillosa actitud y condición nos la enseñan cada
día los niños.
De allí que el teatro no sólo redime al espectador,
porque la catarsis, el cambio, la transformación ocurre igual o más en el
actor. Así como también en el creador literario, en el guionista, en el
adaptador.
Y en muchos otros participantes que se involucran en
la obra, que originariamente fue concebida y escrita ingenuamente y, en la
mayoría de casos, solo con una lejana esperanza de que fuera escenificada.
De allí que el teatro infantil sea una forma de
lectura colectiva del texto, pero a través
de unos intermediarios, transmisores y recreadores, cuales son aquellos que se
involucran representando roles y todos quienes intervienen en una u otra tarea
en esta actividad múltiple y compleja.
7. De máximo
valor
¿Es el teatro infantil una distracción, un adorno, una
actividad de extensión? ¿Es en la escuela una actividad de carácter más bien
recreativa, para alivio entre una y otra tarea pedagógica? Una concepción así
es errónea.
El teatro infantil es una actividad esencial y
trascendente. Y lo es si es que verdaderamente se lo acepta como teatro, es
decir como un arte cabal, íntegro y completo.
En tal sentido, es como la música y las artes
plásticas, un bien y un valor primordial en la educación; y de gran significado
en este campo, puesto que desarrolla la percepción, la emotividad y las
diversas inteligencias que alcanzan a integrarse en experiencias que son
síntesis de vida y de visión de la realidad.
Es básico y primordial para la formación integral del
hombre. Y si aceptamos que ese es el fin supremo de la escuela entonces
consideraremos, consecuentemente al teatro infantil como central y de máximo
valor en el desarrollo del niño.
Ellos son los que tamizan, traspasan, enfatizan u
ocultan, relevan o apagan determinado mensaje en el ser humano. Y con ello una
punción en el alma de quienes lo viven y comparten..
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