1. El leer
y el comer
Hay quienes aplazan la
lectura para épocas de bonanza y contraponen el acto de leer al acto de
alimentarse, o de vestirse, o de viajar con dispendio, o de tener bienes raíces
que les aseguren una vida y un porvenir confortables.
Antagonizan el acto de leer
con el de atender estas necesidades básicas, pensando que hay que arreglar
primero lo básico y esencial para después pretender atender lo que sitúan en un
nivel lejano, abstracto y hasta piensan que trivial.
¿Por qué vamos a considerar
opuestos el leer y el comer, o el nutrirse, por ejemplo? ¿Por qué las páginas
de un libro van a estar en pugna con el aguadito de pollo, el plato de lentejas
o el puñado de arroz?
¿Por qué aceptar que leer
es opuesto a subsistir y distinto a ganarse el pan? Esta contraposición es
errónea, malintencionada y hasta perversa, porque ambas funciones forman parte
de la misma necesidad.
2. Si eso
ocurriera
Son dos requerimientos
orgánicos que persiguen el mismo fin: el crecimiento y la salud integral del
hombre. El uno en el plano físico y el otro en el plano mental, emotivo y
anímico. Y, más que antagónicas, ambas funciones son aliadas.
Tampoco hay contradicción
entre lectura y pobreza. No es que dejemos de leer porque tenemos que ganarnos
el sustento diario y entonces, ominosamente, no podemos dedicarnos a esta
función suprema que sustenta el ser.
Este planteamiento también
es falso y hasta inmoral. No se deja de leer porque tengamos que comprarnos un
pan. Si ese fuera el dilema habríamos avanzado mucho y hasta llegado a la
cumbre de la montaña en la aspiración por situar el libro al nivel de lo que es y significa en verdad el pan en
cuanto a expectativa en el plano del alma.
Si eso ocurriera podríamos
batir palmas y celebrarlo. Pero las cosas no son así.
3. Pero,
además
Es el libro y su lectura
pieza clave para el desarrollo social, herramienta de trabajo, punto de apoyo y
hasta recurso estratégico en la perspectiva de mejorar la calidad de vida de
las personas y de la sociedad.
La misma que si lee bien ha
de comer mejor, ha de alimentarse de modo más óptimo, ha de hacerlo de manera
más sana, que aquel otro grupo humano que no lee.
Puesto que por el hecho de
leer el acto de alimentarse es siempre mejor orientado, y consecuentemente
adquiere mayor categoría y calidad.
Para comer bien hay que
tener una educación y una cultura que lo favorece el leer; y, como ocurre en
general, cuando una persona frecuenta los libros, está cualificando su relación
con la realidad circundante en todo y para todo.
Incluso para ganarse la
vida en el plano de la subsistencia, si esa fuera la situación, y para
alimentarse mejor, si ese es el dilema por resolver. Pero, además, el libro y
la lectura son fábricas que producen y máquinas que cantan.
4. Leer
es amar
Dijimos al principio que el
hombre sólo cuando lee y escribe se hace libre. Y lo reafirmamos. Sólo en esas
condiciones es capaz de ejercer su libertad de manera plena, capaz de abrir
ancha y ampliamente sus horizontes y, a partir de allí, hacer surgir mundos
nuevos, así como hay otras regiones que quedarán latentes o ignotas.
Con la lectura y escritura
el mundo cotidiano, ordinario, común y pedestre adquiere facetas imprevistas,
no descubiertas; matices y gamas insospechadas. No hay cadenas, grilletes ni
barrotes para el hombre que lee y escribe. Todas las llaves y cerrojos caen a
sus pies, baten como alas los aljibes de las puertas y se abren a él los
confines más distantes. Pero la lectura es mucho más:
¡Leer es amar! Porque la
lectura es el ámbito de la intimidad, núcleo del ser, útero y matriz de vida.
Nos acerca a encontrarnos con la amada o el amado y, sobre todo, con Dios. Es
deambular ya por el reino prometido y alzar un puente de comunión entre la vida
y la muerte. Como también es devoción, consagración y anhelo de construir un
mundo mejor.
Porque somos peregrinos
insatisfechos del ideal. Y nuestra condición es aura, fulgor, brillo que solo
alcanza presencia exacta y perennidad en los libros, urdidos por seres
anhelantes de no ser efímeros.
5. Tu falda
u orilla
Es amar, pero en donde el
amor es verdad y no sufre desengaños. Y porque en la lectura ningún amor se
pierde y todos los amores perdidos allí se vuelven a encontrar. Porque leer es
salvación, es cura del alma, es lugar de cruces, de lagunas encantadas, de
nieves eternas, de colinas prodigiosas donde sanan las heridas.
Porque en ella se halla lo
que nunca va a morir, lo que eres en esencia y no en apariencia. Allí se
encuentra nuestra infancia, el pueblo natal, las voces del alba, cuando
nuestros padres nos concebían en su lecho de amor.
Allí está palpitante el
encuentro del cual nazco, las voces que se dijeron, el arco de esa alianza, los
gemidos, las palabras indecisas hacia las cuales tiendo las manos persiguiendo
lo absoluto y eterno que soy.
Leer es amar porque es
síntesis; mirada, sollozo y grito de júbilo; porque al no encontrarte en la
vida yo te busco en las páginas de los libros. A ti, a quien reclamo tanto, que
busco lúcido o a tientas, esperanzado y anhelante. En la lectura siento que
estoy más cerca de tus palpitaciones y latidos y del borde de tu falda u orilla
que es de donde la vida, los libros y los sueños nacen.
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