Danilo Sánchez Lihón
Buen escribano,
mal literato,
hombre magnífico.
Juan Gonzalo Rose
1. Carta
al Rey
Guamán
Poma, que en lengua quechua significa águila y puma, nació el año, día,
y probablemente la hora, en que los españoles ingresaban por la isla
Puná en Tumbes, a nuestro territorio antes fraterno, límpido y
candoroso. Es a partir de entonces que su destino encarna una marca y un
estigma en este indio no mestizo sino indio puro y totalmente adherido a
su raza.
Nació
noble y príncipe en un momento todavía feliz, aunque vino al mundo en
el borde en que el tiempo se quiebra y triza, y se sume en un abismo. En
que la prosperidad se muda en calamidad y desventura.
La
suerte le iba a deparar que el mundo adonde sus padres lo trajeron ese
día y sin saberlo se quebraría para siempre. Porque hacia aquí arribaron
hombres a quienes solo guiaba la codicia, adueñándose del oro, de las
tierras y el destino de la gente, porque venían pertrechados de espadas,
pólvora, caballos y el alma colmada de inquina, de perversidad e
insania.
Aprendió
a leer y a escribir compulsivamente, no solo la lengua de los hombres
que destruyeron aquel mundo, sino que fue a beber a los pozos en donde
esa cultura del horror había bebido. Y aprendió latín, griego y hasta el
hebreo. Y en esos idiomas, como en quechua y aimara escribió una carta
lacerante al Rey, denunciando el abuso que se cometía con sus hermanos
de raza y el sufrimiento de quienes llevaban su sangre y destino. Y los
crímenes que cometían los invasores en nombre del Rey, de Cristo y de la
religión católica.
2. Trocase
la suerte
Fue
un indio genial y rebelde, precursor de la libertad, reivindicador del
orgullo indígena, quien escribió con pasión, con las entrañas abiertas; y
dibujó de modo manso y transparente, escenas de horror donde el papel y
la tinta se vuelven precipicios del alma humana.
Indio
este de descomunal inteligencia, pudo ver lo que nadie había visto.
Supo de algo que nadie podía saber varios siglos antes de que
apareciese; ni sentir lo que nadie podía haber sentido con tanta
antelación en aquel tiempo.
Fue
testigo de un genocidio implacable y despiadado, aplicado en contra de
su gente hasta por recreación jocunda o divertimento en contra de sus
hermanos de raza, quienes habían construido aquí un mundo con un orden
social único, de sublime hermandad, solidaridad, respeto, adoración a la
naturaleza y de canto a la vida.
Su
nombre es totémico: Guamán Poma, uno de los escritores más intensos,
apremiantes y conmovedores de América y el mundo, dibujante puntual y
visionario taxativo en muchos campos. Es indígena neto, nacido al borde
de los nevados. Indio llacuaz, yaro, de puna; quien vino al mundo en los
días en que se producía la conflagración que dividiría nuestra historia
en dos, con el quiebre del orden anterior en que trocase la suerte de los nativos:
“de reinar, en vasallaje”, –como diría el Inca Garcilaso de la Vega.
3. Apoderarse
de la escritura
Hijo
de padre y madre oriundos del Perú, de antepasados incas, construyó uno
de los más asombrosos alegatos en defensa y a favor de la población
indígena de estas latitudes. “Escrivillo es llorar”, es frase suya con
que resumimos el tema y el modo con que pergeña su Informe al Rey Felipe
III de España, en una carta que consta de 1189 páginas y 400 dibujos.
Este
informe y carta urgente o alegato, demoró sin embargo 360 años en
llegar a manos del Rey de España, acontecimiento trágico tratándose de
un asunto urgente, del cual dependía la vida de mucha gente, cuál es el
“buen gobierno”, nombre que se incluye en el título con el cual denomina
su larga epístola: “Nueva corónida y buen gobierno”.
Y,
así como Túpac Amaru el cacique de Surimana, Pampamarca y Tungasuca en
su movimiento insurreccional, rápidamente se apoderó de los caballos
traídos por los conquistadores, como también de las espadas, escudos,
armaduras y hasta arcabuces, formando un escuadrón de caballería en su
ejército de liberación compuesto de runas quechua hablantes, así también
y lo mismo hizo Guamán Poma en el campo de las letras, cual es: apoderarse de la escritura de los dominadores.
4. En nombre
de Cristo
Porque,
ni bien eran invadidas y conquistadas estas tierras y ya se imponía el
crimen, la expoliación y el saqueo de bienes; y se perpetraba el
genocidio sistemático de las poblaciones antes dueñas soberanas de estas
tierras, cuando ya también se manifestaban los movimientos de
resistencia y rebelión.
Allí
es cuando Guamán Poma se apodera salvajemente, de la lengua castellana,
del código de la escritura europea, para construir un encendido y
bárbaro argüir a favor de sus hermanos de sangre, de raza y de destino
común, los llamados indios.
Pero,
así como se apropiaba de su poder se contaminaba también con sus
reveses, pozos negros y zancadillas, donde cae a ratos malherido, muchas
veces contuso y finalmente inmolado, como cabe y corresponde morir a
todo héroe.
Pero
también se apoderaba de la religión, de sus prédicas, actitudes y del
cúmulo de ritos y el abundante repertorio de preceptos y creencias, como
de la emoción y el sentimiento del propio cristianismo.
Y
es necesario que sea así para poder comparar, juzgar y denunciar
inconductas, despropósitos y falsedades, tanto de autoridades,
corregidores, encomenderos, como de eclesiásticos y doctrineros
españoles, venidos a estas tierras, en donde todos alegaban que lo
hacían en nombre de Cristo y su santa iglesia: católica, apostólica y romana.
5. Utopía
posible
Guamán
Poma intuyó, genialmente, que la mejor manera de defender a su pueblo
no era peleando con las armas en combates de mar o tierra, sino
escribiendo en el campo de batalla del papel en blanco, denunciando y
conmoviendo con sus apuntes instigadores y perentorios. Tampoco
gestionando en dependencias, gobernaciones, audiencias o palacios, sino
creando conciencia en la gente, así como predicando la necesidad de
organizarse. Y dirigiéndose nada menos que al Rey de España, mediante
una carta, que empezó a escribirla a tientas, para volverse luego un
acto inacabable, porque eran tantos los males que resultaron
interminables en el padecimiento de la gente.
Tanto
fue así que él se fue volviendo viejo en este intento arrebatado;
designio que le consumió bienes y hacienda; por lo que perdió mujer,
hijos, reputación, cargos mientras escribía. Y se fue volviendo huraño,
delirante y loco. Por esta razón se le consumió, en conclusión, la vida,
sin que la carta llegara cuando él vivió, y ni siquiera décadas
después, sino que demoró siglos hasta llegar a su destino. Esa carta
apelaba sobre todo al sentimiento y al corazón del monarca español en
cuyos dominios no se ocultaba el sol. Siendo así, fue escrita entonces
con lágrimas, rabia, despecho; sin dejar de construir un sustento
doctrinario e ideológico a su petitorio, consumándose en ella la
tremenda aventura de idear un orden nuevo, sin dejar utopía posible por
avizorar y ponerla a la vuelta de la esquina.
6. El dolor
de su gente
Puso
todas sus esperanzas en el platillo de esa escritura desvelada,
entrecortada y de estertor; con la cual se ilusionaba que iba a resarcir
los bienes, exorcizar los males, redimir la suerte de sus hermanos, a
quienes veía sufrir, padecer y morir inermes, sin que se ejerciera para
ellos justicia, ejecutados con crueldad e ignominia.
Y
así se hizo escritor forzoso, sonámbulo e imperativo; escritor
compulsivo y violento, que tenía que defender, evidenciar y enmendar.
Para ello recurre a la escritura, como si blandiera un machete, un hacha
o un garrote con el cual luchar. Así recurre a la lengua y al idioma
castellano y a su escritura estupefacta, para quejarse, apelar y clamar
justicia a los cuatro vientos.
Así, se solidariza con el dolor de su gente;
convirtiéndose, humillándose, exaltándose; provocando e insultando a
medio mundo, arrodillándose sin hacer caso a la coherencia de su
discurso, o a la sintaxis de sus frases y párrafos. Tampoco a la forma y
a la ponderación de su alegato.
Pero
antes tuvo que aprender ya adulto, siquiera los esbozos de dichos
lenguajes, desde el castellano oral, difícil para un quechua hablante;
pasando por el código de la escritura, casi inalcanzable para un ágrafo
de cuna.
7. Un mundo
mejor
Así
aprendió el manejo de la pluma y de la tinta líquida, increíble para un
andino cósmico, instrumentos con los cuales debía graficar, y
explicitar los castigos, las penas y el sufrimiento de la gente, siendo
su aprendizaje arisco y brutal.
Tal
fue su urgencia y compulsión que los rudimentos en el dominio del
código de la escritura, lo arrebató de su hermano materno –este sí
mestizo, mucho menor y no indio puro como él– y que profesó el
sacerdocio, quien a trompicones le enseñó a leer y escribir, además de
instruirle algo en latín y griego que él salvajemente aplica en sus
escritos, que más son en el fondo maldiciones.
Utilizó
la escritura para inquietar, fustigar, conmover; enarbolando la bandera
de la redención de su pueblo, de su raza y de su identidad, como
exorcizando con las letras sus inquietudes, delirios e impotencias.
No
escribió para estar y sentirse bien, tampoco para complacerse y tener
éxito o buena posición social. Ni mucho menos escribió para ocupar
posiciones, ganar premios y ser miembro de ninguna academia.
Más
bien, en este designio de la escritura perdió toda su riqueza,
dedicándose a borronear página tras página. Y, previo a ello, a
deambular por los caminos abismándose en conocer la realidad. Y soñando
con ímpetu, arrebato y coraje, en un mundo mejor.
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