LAS TRES LITERATURAS
Por Jorge Rendón Vásquez
La
noche del 1 de abril último, “Noche de las Letras Peruanas”, fue para
recordarla. No sólo porque el Gremio de Escritores enaltecía a
veinticuatro escritores en la Casa de la Literatura (que extrañamente
servía también para algo bueno), sino además porque ese acto resaltaba
de nuevo la existencia en nuestro país de tres literaturas: una elitista
y blanca, mediática y mediocre; y dos populares, mestiza e india,
autopromocionadas y vigorosas, representadas por aquellos escritores.
Fue
como una noche local de los oscars. Cada escritor homenajeado recibió
una pequeña pero significativa escultura y un diploma, más unos minutos
para decir algunas palabras a los casi cien asistentes que llenaban la
sala. Y hubo también interludios musicales a cargo de Margot Palomino,
la grande, y del eximio guitarrista Julio Humala
Por supuesto, los medios de prensa y televisión ignoraron este acontecimiento.
Las tres literaturas indicadas son expresiones ideológicas superestructurales de nuestra sociedad.
La
literatura blanca y elitista se proyecta como una emanación de las
clases propietarias, dueñas de la economía y del poder político, y de la
clase media urbana blanca y blancoide que la rodea y es su real
productora. Se caracteriza por la justificación del sistema económico y
social imperante y la prédica directa y subliminal, como le convenga,
del conformismo combinado con el excipiente de un entretenimiento cursi.
Pese a sus enormes posibilidades de edición y distribución sus epígonos
—salidos por lo general de alguna universidad privada o arribistas
venidos de abajo— no son muchos ni tan relevantes, sin embargo, aunque
en las páginas de los diarios y revistas y en ciertos programas de
televisión —creados para ellos— se les presente con la talla de
increíbles Hulks y a sus obras como la quintaesencia de la calidad. Los
acaudilla el novelista que involucionó hasta convertirse en el gran
inquisidor del neoliberalismo, cuyo dedo acusador, siempre alerta, no
descansa apuntando profesionalmente a los regímenes de raigambre
popular. (Un buen ejercicio de retrospección histórica sería imaginar
qué hubiera hecho él en los tiempos de Torquemada).
La
otras literaturas, la mestiza y la india, de prosapia popular, expresan
las aspiraciones y los sentimientos de las clases trabajadoras, los
campesinos y los ínfimos y pequeños propietarios. Sus cultores,
diseminados en los barrios populares y en los pueblos de las tres
regiones naturales, son más que los otros y en promedio mejores; editan
sus obras, casi siempre con su dinero, apartado de su consumo familiar, y
las distribuyen y venden personalmente. Carecen de toda posibilidad de
publicidad, por su elevado costo y el ostensible rechazo del poder
mediático, y hasta de la atención de las revistas que algunos de sus
iguales sacan para ofrecer sus páginas a los de la otra literatura,
esperando el milagro de que se fijen en ellos y les concedan aun cuando
sea una mirada. Y, no obstante, estos escritores no cesan de mantenerse
en la brega, creando obras nuevas y derrochando optimismo ¡por puro amor
al arte … y al pueblo!
Pero, no es oro todo lo que allí reluce.
Entre
los escritores populares no se advierte el espíritu de cuerpo que
debería surgir de su común posición. Se les nota tan divididos como los
grupos políticos de izquierda a los cuales una parte de ellos pertenece;
una separación que, a pesar de ser postiza parecería ya congénita, que
debilita la difusión de sus obras en los medios populares para los
cuales escriben, y a veces se manifiesta como la oposición de atascos a
su publicidad. Y no es esta una rivalidad de origen literario, tan común
entre los escritores, que por su esencia competitiva podría impulsar el
mejoramiento de la calidad de sus obras. Es una tendencia pedestre,
ruin y, a la larga, destructiva, que va desde la desconfianza hacia el
recién llegado a las letras (algunos escritores de este grupo son
profesores de Literatura y piensan que sólo ellos están bendecidos para
escribir poesía y ficción) hasta el propósito de destruir al escritor de
otro grupo político (con una ferocidad estaliniana afilada para abatir
trotskistas y otros disidentes).
En
mi breve discurso de agradecimiento dije que si la solidaridad se
instalase entre los escritores que esa noche habíamos sido convocados,
tal vez, podríamos irradiarla hacia las clases trabajadoras y contribuir
a que muchos entre ellas reflexionen sobre el poder de su organización y
número.
El
Gremio de Escritores del Perú tiene ya varias décadas de vida, gracias a
su animador principal, el escritor Jorge Luis Roncal, y a las mujeres y
hombres que lo acompañan con dedicación y fe. Me inclino a creer que se
han decidido a abrir las puertas y ventanas de su asociación para
recibir el aire fresco de una motivación más trascendente.
(25/4/2017)
Alberto Hidalgo y Jorge Rendón
Vásquez
En Olivos, Buenos Aires,
Primavera de 1960
Fuente:
Escritor Samuel Cavero Galimidi