Danilo Sánchez Lihón
1. Cayó
fulminado
Entonces
le pedí a Sofía que me traiga un gallo grande, fuerte, joven desde
Santiago de Chuco, porque aquí, ¿dónde iba a conseguir un gallo así?
Y lo trajo en su mano en una bolsa grande de mercado, desde nuestro mismo pueblo.
Era un gallo imponente, orgulloso. Con una gran estampa.
Le
corté la cresta como me había dicho mi tía. Y en una bolsita esa
cresta, con un limón y un diente de ajo, el más blanco que pude
conseguir, y lo colgué a mi pecho.
El
gallo me cantó a las cinco de la mañana. Me cantó fuerte y cristalino. Y
sentí cómo despertó mi alma que la tenía inerte, entumecida y casi
muerta.
Instantes después todo se me despejó. Me sentí hombre nuevo, jovial, animoso.
Pero
el gallo imponente, orgulloso y con una estampa de gladiador cayó
temblando, exterminado. Quedó yerto, inanimado como un cascajo en el
piso, hecho un despojo, o un guiñapo. ¡Muerto, como atravesado por una
bala!
¿Cómo
será nuestro miedo o nuestro dolor, no? Digo yo, ¡para que una criatura
inocente de la naturaleza, y tan indómita, caiga vencida de ese modo!
2. Esos gallos
ni cantan
Por eso, yo le insisto a mi amigo que haga lo mismo. ¡Y que le cante el gallo!
Pero no quiere, se burla de esas cosas. Me dice que él no cree en supersticiones ni esas patrañas.
Pero, yo le digo: ¿qué pierdes probando? Prueba y si no te resulta, ¡ahí queda!
Peor
es que estés padeciendo de ese modo, arriesgando tu empleo y creando en
tu casa una angustia sin límites, principalmente en tus hijos.
Pero
no quiere. Además, ¿aquí dónde conseguir un gallo de esos? Hay gallos,
claro, pero en establecimientos que son avícolas. Pero esos gallos ni
siquiera cantan.
Le
han hecho más de cien tomografías a mi amigo, estudios de la irrigación
sanguínea de su cerebro, mirando con lupa cada recoveco.
Le
han hecho análisis de la química de los elementos de su linfa raquídea.
Y de las sustancias que irrigan hasta su corteza cerebral.
¡Porque aquí dicen que la depresión es química del cerebro!
3. Me curó
llorar
¡Así,
de ese modo curan aquí! Puro laboratorio. Y en algunos casos aciertan,
pero si dan con la clave ya de por vida los pacientes tienen que tomar
pastillas. Lo hacen dependientes de los fármacos.
Así, de ese modo la han curado también a la esposa de otro amigo mío, con puras pastillas, pero ahora ya es fármaco dependiente.
Y con las pastillas que le han dado, y toma todos los días, ahora está sana.
Aquella
señora ya está trabajando y ha vuelto a ser el ama de casa que era
antes. Pero las pastillas las sigue tomando. Le han dicho que es de por
vida, hasta que muera.
Pero
yo puedo dar fe y testimonio de que mejor es el canto del gallo. A mí
me hizo un hombre nuevo, hecho y derecho. Y se me despejó todo.
Eso me curó a mí.
Y también me curó llorar en las faldas de mi tía Carmen.
Felizmente
la encontré. Y estaba sola en Cantogrande. De lo contrario hasta
hubiera tenido vergüenza de que me vean allí sus nietos llorando y
siendo un hombre viejo.
4. El soplo
vital
Porque esa mañana cuando me vio llegar Carmela, su hija, aprovechó para salir y me dejó solo con mi tía.
Si no yo hubiera tenido vergüenza de recostarme en su regazo. Y de llorar como un niño de teta, teniendo cuarenta y tantos años.
Y que ella durmiera espalda con espalda conmigo.
Porque yo me salvé, haciendo lo que esa viejita adorable me dijo que hiciera.
De
lo contrario, ¿cuánto hubiera gastado en psicólogos, psiquiatras y en
medicinas? Además, no hubiera podido pagar desempleado como era.
Y
de repente mi vida hubiera sido irrecuperable. De repente ya me habrían
enterrado. Pero mi amigo ni me escucha cuando le hablo del canto del
gallo.
Ojalá que él se cure de la ansiedad y el pánico de vivir en este mundo tan cruel y amargo.
Yo tuve suerte, me curé de un día para el otro. Me cure, en realidad, en un instante, con el soplo vital del canto del gallo.
5. De vuelta
a mi tierra
Pero
me curé también, como repito, con el consuelo de esa viejita. Ancianos a
quienes a veces ya ni les damos cabida en nuestras vidas.
Porque estamos en un orden en que si no producimos como fuerza laboral se crea que ya no valemos nada.
Donde el alma, el sentimiento y el espíritu no cuentan.
Pero
el caso es que las emociones no desaparecen, sino que se ocultan y de
un momento a otro afloran como un volcán o un turbión o un huracán. O
una avalancha. Ahí se hacen presentes las grandes faltas, las ausencias
que hemos tenido y las sombras que nos oscurecen el alma.
Y
todo parte de que tengamos o no trabajo en nuestros países. Por eso
debemos luchar porque haya buenos gobiernos. Y de que sepamos votar bien
y saber elegir
Y todo parte desde mucho antes incluso, desde que nosotros dejamos nuestros pueblos de origen.
Cuando es allí donde debemos forjar el progreso, tal y como lo hicieron nuestros antepasados.
Por eso yo, si Dios quiere, regresaré para quedarme definitivamente allí, ojalá siquiera de aquí a dos años.
6. Voluntarios
del alba
Pero
he querido contarte todo esto porque siempre vuelvo a este hecho y
pienso en lo que es y significa el canto del gallo, que a mí me curó,
porque en eso está la clave para que podamos tener salud y salir
adelante.
Porque
quiero que ese canto del gallo no solo me haya sanado a mí, sino sane a
mi querido Perú. Quiero que le cante el gallo al Perú. Entonces pienso:
¿Qué es?
Y
concluyo: ¡Es soplo vital! A eso se reduce. Porque, ¿qué hace el gallo?
Cantar, pero esta vez asumiendo y desde el interior de un mundo dolido,
sufrido, que se retuerce y padece.
Ahí
está la fórmula. Asumir nuestra realidad, pero cantar fuerte, alentar
de manera total. ¡Y volver a creer en nosotros mismos y en lo que somos!
El
canto del gallo es el ánimo con que asumimos las cosas. Es sacudirnos
de tanto miedo. Es confiar y creer en que lo podemos hacer.
Es
ser voluntarios del alba como lo quería César Vallejo. Por eso la
cruzada de Capulí, Vallejo y su Tierra que tú haces me parece bien.
7. Un nuevo
amanecer
El canto del gallo es valorar lo nuestro, es auto valorarnos. Es decisión, coraje y arrojo.
Es la lucha con el mal, con aquello que quiere atacarnos desde dentro.
Es tener la suficiente felicidad que nos haga fuertes, dulces y clementes.
Es tener las suficientes pruebas en la vida que nos hagan cada vez más humanos y fuertes.
Es tener suficientes penas que nos mantengan sensibles y generosos.
Es saber que en cada impedimento, fracaso y desastre hay en el fondo la gran oportunidad para afirmar la vida.
Es tener suficientes esperanzas que nos mantengan alertas acerca de qué es lo que se anuncia.
Es
confiar en base a lo que somos, que vamos a vencer y a triunfar. Que
siempre después de una oscuridad tenebrosa estalla el sol.
El canto del gallo es saber que detrás de cada noche oscura hay un nuevo amanecer.
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