Danilo Sánchez Lihón
Más allá de tus lecciones, sabio profesor,
más allá de tu telescopio o espectroscopio, penetrante
observador, más allá de toda matemática,
más allá de la cirugía y de la anatomía del médico,
más allá del químico y su química,
las entidades de entidades, las imágenes.
Imprecisas, aunque fijas,
estarán por siempre y por siempre han estado y están
arrastrando lo presente hacia el futuro infinito,
imágenes, imágenes, imágenes.
Walt Whitman
1. Puente tendido
sobre los abismos
“Ilustrar”
o “ilustración”, de libros para niños u otros, es un vocablo que deriva
o proviene del término “iluminar” o “iluminación”. ¿De qué? De las
palabras. De las sensaciones, contenidos, ideas o mensajes de una obra,
sea poesía, narración o teatro.
“Ilustrar”
es argumentar, ampliar y extender los sentidos, es dar imágenes a la
mente del hombre con tal fuerza que ellas, las imágenes se conviertan en
símbolos. Aun cuando el niño cierre los ojos, o cuando el libro haya
sido guardado y la experiencia del texto haya pasado, quedarán en la
mente del lector unas señales sugerentes y misteriosas, llenas de
sortilegio y de sentido que no se descifrarán de inmediato, y talvez
nunca.
Una
buena ilustración reta al lector a soñar, a indagar en el fondo de sí
mismo, siendo ellas como un pozo, como gritos en la oscuridad o en la
penumbra, pese a que afuera reine la luz diurna.
Una
buena ilustración o imagen cierta y verdadera en las páginas de un
libro para niños puede ser tabla de salvación para exorcizar miedos,
curar heridas y ser puente tendido sobre los abismos.
2. Ver
y oír
De
allí que hay que enseñar a leer, sentir y vivir las ilustraciones, las
mismas que deben ser sugerentes y cautivadoras. Nada más contrario a
todo ello que los estereotipos, los moldes y las plantillas que no son y
jamás podrían llamarse ilustraciones puesto que ellas apagan y
oscurecen en vez de encender e iluminar.
En
Alicia, en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, Alicia se
pregunta: “¿Qué valor tiene un libro si no tiene dibujos y
conversaciones?”. Esta interrogante, aparentemente ingenua, nos presenta
los dos grandes desafíos a los cuales debe enfrentar un libro para
niños. O los dos caminos por los cuales debe transitar un editor de
textos literarios para niños: el de la ilustración y el de la redacción
valorada esta desde el diálogo y la oralidad.
Porque
el niño, frente al libro, es aún un ser fresco, directo, vital que no
ha perdido su contacto con el mundo circundante ni con la naturaleza ni
con la realidad, razón por la cual él quiere “ver” y “oír”. De allí la
necesidad de que, en los libros dirigidos al público infantil es una
exigencia que haya ilustraciones y se escuchen conversaciones, diálogos,
personas que hablan; es decir, ¡que en ellos haya vida!
3. El impacto
de la imagen
Cuando
se elaboran libros para niños sigue pensándose todavía que quien
escribe el texto es el único autor. Y entonces es el hacedor de la
palabra escrita quien debe ser más cuidadoso y esmerado en su trabajo. Y
se deja “a la buena de Dios” la imagen visual, sea acuarela o tinta,
sea a pluma o foto, sea viñeta o grabado, elementos que muchas veces se
colocan de relleno. O su realización es encargada como detalle
complementario y de última hora.
Todo
esto sucede pese a que la lectura de la época es principalmente de
imágenes, que para comprobarlo basta ver cómo se comporta la mayoría de
personas frente a un periódico, una revista o un cartel: deteniéndose en
primer lugar en las fotos e ilustraciones y, luego, en las leyendas que
acompañan a dichos elementos, para ser leídos los textos después o
nunca.
También
ocurre así porque el impacto de la imagen es mucho más directo, hecho
que en periodismo se expresa con el lema de que “una imagen vale por mil
palabras”. Y tanto es así que se ha llegado a concluir que una imagen
educa y deseduca más que la palabra hablada o escrita.
4. Integradas
o al menos apoyadas
Para
poner especial cuidado en estos aspectos no hay que olvidar que los
libros o los textos en general compiten ahora, en cuanto a inclinaciones
y preferencias, con la televisión, la radio, el cine, los juegos y
videos electrónicos y la pantalla de la computadora, hechos que nos
obligan a utilizar la imagen en su pleno poder y dimensión.
Al
respecto, hay que tener en cuenta que un lenguaje que atrae mucho a los
niños es el de la historieta, por lo que hay que dar un lugar
preferente y destacado a este tipo de discursos en una publicación
orientada a la población infantil.
De
este modo, cuando hablamos de una educación y comunicación moderna e
innovadora tenemos que pensar ya no en actividades enclaustradas en la
letra impresa netamente, sino en letras e ilustración fusionadas,
integradas o al menos apoyadas y valiéndose de los nuevos lenguajes
iconográficos.
Combinar
textos e ilustraciones es algo tan difícil, y el producto que se logra
puede ser tan forzado que puede ser como mezclar agua y aceite. Pero que
si se lo hace con habilidad resulta tan natural como combinar el
pantalón y la camisa entre las prendas de vestir.
5. El poder
para sugerir
El
ilustrador debe recrear el texto del autor, esa es su lealtad con la
obra que inventa y rehace en la dimensión visual y gráfica; sin
limitarse al dibujo literal, ni describirla en su sentido más elemental.
Esta
segunda actitud sería un desaprovechamiento de la obra, puesto que lo
dicho ya está dicho. Y, además, porque nadie escribe en el límite
literal de las palabras sino en el poder que éstas tienen de sugerir y
proyectar una visión de los hechos y fenómenos; debiendo por eso el
ilustrador dar su propia versión, su vivencia y su concepción de la
obra.
Desechar
por eso las figuritas de clichés urdidos por los medíos de comunicación
y por la cultura de masas. Abajo esos personajes de plantilla,
repetidos de memoria, productos de la publicidad y los comics, y que
logran escabullirse hacia el ámbito de la literatura y el arte. En la
ilustración seamos implacables oponiéndonos a la vulgaridad, al
facilismo y la chabacanería; a las modas y a la decoración insulsa. No
les demos material de segunda categoría a los niños, ni sea nuestra
actitud la de hacerles chistes, ni la de hacerlos reír trivial y
gratuitamente.
6. Sus efectos
para el aprendizaje
Devolvámosle
más bien su ser. Y que recupere su mundo interior, rico y profundo. A
ello contribuirá un buen ilustrador que, si lo es, utilizará un lenguaje
plausible y cabal por sí mismo y quien tendrá siempre en sus manos un
poder de sugestión y convocatoria quizá mucho mayor que la palabra
impresa.
Según
datos bastantes conocidos ya entre educadores, lo aprendido es, por
regla general, así: de 3% para las imágenes verbales, 40 % para lo que
se ve; 50 % para lo que se ve y se oye y 70% para lo que se hace, es
decir para aquello en lo cual se toma parte directamente.
De
allí que un buen material educativo debe proporcionar fundamentalmente
experiencias, siendo bueno recordar siempre el “Cono de la experiencia”
de Edgar Dale que comprende los siguientes niveles: símbolos verbales,
Radio ilustraciones, películas, televisión, exposiciones, excursiones,
demostraciones, dramatizaciones, experiencias simuladas, experiencias
directas simuladas; y donde sitúa los símbolos verbales en el nivel más
bajo en sus efectos para el aprendizaje, y consecuentemente como un
recurso limitado en la acción educativa y en el acto de comunicación.
7. Importancia
del material gráfico
Mucho
más aún ahora, por vivir en un mundo interconectado, con un ritmo
vertiginoso de información y transformaciones técnicas, científicas y
sociales acelerados, la educación, la comunicación y el arte se ven en
la exigencia de ser eminentemente sensoriales, usando adecuadamente y a
plenitud los instrumentos y las técnicas de que la civilización nos
provee y están puestas a nuestro alcance.
De
allí que el sonido, la imagen y el movimiento –que reproducen los
modernos aparatos de comunicación– tienen que ser usados a plenitud en
la elaboración de libros para niños.
Esto
nos sitúa en la consideración acerca de la importancia del material
gráfico en un libro, elementos que participan en la labor formativa del
infante al proponer características de personas y situaciones,
presentación de escenarios y paisajes, que, al ser expresados de una u
otra manera en una dimensión artística, se lo está sugiriendo como
modelos.
Epílogo:
El arte de ver
De
allí que se piense que a esa edad la imagen de los libros son elementos
que incluso más que ningún otro, tienden a condicionar conductas,
proponer valores y orientar destinos, aspectos que deben ser tenidos en
cuenta por los editores.
Si
lográramos dar un tratamiento adecuado a las ilustraciones,
relacionando texto y dibujo, lograremos ampliar horizontes mediante el
material gráfico que ofrecemos. Siendo así, estaríamos, además de
haciendo un libro cabal, propiciando que los niños posean una cultura
que les permita codificar y decodificar los mensajes que se dan en una
imagen visual.
Es
este un aspecto en el cual hasta ahora hay muy poca formación e
información. Y pocas o nada de veces hemos enseñado a los niños a
realizar lecturas acerca de cómo ver una figura, cómo encontrar su
significado, el núcleo y los detalles, el contexto y sus implicancias.
Evaluemos
la importancia que este aspecto tiene, aún más si consideramos que el
niño es un usuario casi seguro de la televisión durante varias horas al
día, medio que lo condiciona a una percepción y comunicación
eminentemente sensorial y visual.
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