Danilo Sánchez Lihón
1. La causa
del hombre
La
poesía de César Vallejo es poesía ritual, ceremonial y litúrgica, en la
cual interactúan varios planos o niveles de significación, siendo uno
de ellos el sustrato religioso de enorme entroncamiento con el
cristianismo auroral que es una fuente en su formación y estructura
anímica por formar parte de sus raíces y haberlo absorbido de sus
ancestros familiares, culturales y hasta telúricos.
Poesía
en cuya trama ocurren varias muertes, y como en el evangelio cristiano
varias resurrecciones, la más conocida es la que ocurre en el poema
“Masa”, en donde el motivo central del poema es la resurrección de un
hombre por la solidaridad colectiva de la humanidad unánime.
Pero
también otra resurrección notable es la que sucede en el poema III de
España, aparta de mí este cáliz, más conocido como “Pedro Rojas”, y cuyo
primer verso es: Solía escribir con su dedo grande en el aire. Y cuyo
personaje, pese a su condición común y corriente, humilde y cotidiana,
asume la representación de todo el género humano para luchar por la
causa del hombre.
2. Muertes
militantes
Hay
muertes que son militantes, que se dan en el frente de batalla, en un
reducto o en un relicto desde el cual se defienden sagrados e
irrenunciables intereses humanos, y esa es la condición de la muerte de
Pedro Rojas.
Solía escribir con su dedo grande en el aire:
“¡Viban los compañeros! Pedro Rojas”,
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre, Pedro y sus dos muertes.
Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Abisa a todos compañeros pronto!
Pedro
Rojas es la muerte de un individuo, pero en representación del mundo y
en este pasaje se da un paso a la redención colectiva cuando se muere
defendiendo la causa de la humanidad entera frente a las hordas de la
muerte.
3. Pasa
por mí
Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!
¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!
Lo
han matado al pie de lo más íntimo, propio e ínfimo que él tenía, cuál
es su dedo, pese a ser su dedo grande, pero que es el más suyo,
desconocido e intransferible para él mismo.
En
dichas muertes hay el lazo de sangre que nos une a todos los hombres de
la tierra. En todas las vidas y en todas las muertes hay un lazo de
sangre que corre por nuestras venas. Es un río que viene desde muy
lejos, hace siglos y milenios, que pasa por mí, por ti, por él y por
todos; que hoy me cubre y yo lo lego a mis hijos. Por eso:
4. El árbol
de la sangre
Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta.
Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Puesto
que es el árbol de la sangre el que se ausculta, que no me pertenece a
mí solo porque pertenece a todos como hermanos que somos, como “padres
procesales”. Frase que le sale, que borbota y que chispea.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa a todos los compañeros pronto!
5. El hombre
que vendrá
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!
Lo han matado, obligándole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquél
que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos.
Nació,
creció, se hizo hombre. Abrazó una fe y murió por ella. Y resucita. Es
una resurrección colectiva, porque la acción o proeza lo hace no un ser
individual sino colectivo.
El resurrecto es la colectividad que encuentra su poder, en la dialéctica de la solidaridad.
Plano
en el cual todo lo redime ser hombre; donde Vallejo pone a la categoría
ser hombre por encima de toda entelequia o paraíso, de todo Olimpo y
tierra prometida; o de toda divinidad a secas.
De
allí que con él hay que pelear para que el individuo sea un hombre, el
caballo sea un hombre y hasta el cielo todo un hombrecito.
Es el canto del hombre que vendrá. Es el estruendo de la esperanza y la utopía andina.
6. Lleno
de mundo
Claro
que es utopía que todos los hombres se amen. Pero es una utopía válida.
Pero no hay negación de utopías que no sean cínicas, porque la esencia
moral de una utopía, cualquiera sea, es irrebatible, está lejos y libre
de todo juicio administrativo.
Porque
constituye un ámbito que ya no puede juzgarse con la razón sino con las
razones del corazón, que son las verdades trascendentes
Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vázquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.
Pedro Rojas, así, después de muerto,
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró por España
y volvió a escribir con el dedo en el aire;
“¡Viban los compañeros! Pedro Rojas”.
Su cadáver estaba lleno de mundo.
7. Se levanta
para adherirse
Pedro
Rojas murió recostado sobre el cabello de su mujer, en los sueños de
las personas que lo amaban, La primera es su mujer, la Juana Vásquez. ¡Y
esa es su grandeza!
Por
qué ¿dónde se muere sino es en la quimera de los seres que nos aman? En
los sueños de los seres con los cuales nos frecuentamos y nos cabe el
encanto de compartir este mundo, cerca ya de todo, en el frontis y a las
puertas de nuestra realización definitiva.
Vallejo
como Cristo se ocupó de los humildes que son a la vez los valientes y
heroicos, porque son quienes asumen siempre la causa social.
Tuvo
en cuenta a Pedro Rojas y a Ramón Collar, padres y hombres, maridos y
más hombres, porque militan y luchan a favor del bien.
Su héroe es el hombre común y corriente que es el verdadero hombre auténtico y el verdadero Mesías.
Pedro
Rojas es la realización máxima de un hombre, Su cadáver, por eso,
estaba lleno de mundo, se levanta para adherirse a su propia muerte.
Entonces besa su catafalco ensangrentado y él se brinda aliento. Y
vuelve a escribir, no anónimamente sino calando su firma en el aire:
“Viban los compañeros! Pedro Rojas”.
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