FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
LA
PIEDRA
BRUJA
“Piedra desde siglos
escogida
para reclinar mi cabeza”.
César
Moro
Danilo Sánchez Lihón
1. Viejo
molino
La Piedra Bruja es en Santiago de Chuco
un promontorio rocoso, como la proa de una nave al infinito.
Allí hay unos pocitos de agua de lluvia
detenida verdosa por el tiempo; donde el agua es iridiscente por las alas de
las cantáridas que allí mueren y renacen.
Y en donde de noche juguetean los
duendes.
Y se bañan las brujas hasta donde llegan
moviendo sus escobas y renuevan sus poderes mágicos.
De día es el lugar en donde los niños
elevamos cometas y contemplamos cómo se oculta el sol entre celajes.
También este sitio es una parva donde se
juntan las gavillas y se ventea el grano al soplo del viento.
También es el camino y bajada a un río y
a un viejo molino abandonado, donde vamos todos los fines de semana con mamá,
primos y hermanos a lavar la ropa.
Y ahí cocinamos.
2. No vayan
lejos
Desde aquí se divisa uno de los paisajes
más hermosos de Santiago de Chuco, con las cuevas de Shiminiga y Quenre al
frente, en donde se enterraban los gentiles.
Aquí he jugado, cazado cantáridas,
buscado –sin encontrar nunca– tréboles de cuatro hojas.
Aquí he esperado, como muchos otros, el
regreso de los seres queridos que venían por la ruta de Trujillo.
Ya de noche, es el lugar hacia el cual
salimos a caminar con mis padres, sea alumbrados por la claridad de las
estrellas o por una que otra luciérnaga que encendía sus candelas a la vera del
camino.
Mi madre enlazada al brazo tuyo, papá.
Y nosotros correteando; a veces
perdiéndonos por los atajos de pencas y espigas.
Hasta llegar a la quebrada de Las
Guitarras donde siempre, en mi recuerdo, alumbrará la luna.
– No vayan lejos, que se pueden caer.
3. La casa
que nos habita
– Cuidado de mojarse los zapatos en los
charcos.
– Y fíjense bien dónde hay espinas.
– Cuidado que hay pozos de agua.
– No se dejen rozar por las ortigas.
– Ni por nada que les haga llorar.
Aquí nació mi amor por la noche
estrellada.
Aquí nació mi estupor por la luna llena.
Aquí nació mi fascinación por el cielo
estrellado.
Aquí nació mi asombro por el rumor de
las aguas y el designio que cargan cuando pasan rodando por el cauce misterioso
del río.
Mi cercanía por el perfil de los cerros
que nos consuelan, por la geografía que nos envuelve.
Como también al regresar silenciosos por
la pared, el umbral de nuestra puerta, y la casa que nos habita.
4. Atruenan
con sus ecos
Al frente de La Piedra Bruja quedan los
cerros de Chollagueda por donde se oculta el sol, haciendo en el cielo figuras caprichosas
y abigarradas.
Pareciera la paleta de un pintor que hubiera
enloquecido y tirara enfebrecido sus colores al aire o al viento.
Un demiurgo que delira con paisajes de
sueños. Y en aras de ello se pasa derramando todas sus pinturas, porque ha
reconocido una verdad primigenia.
Tarros de acuarelas que arroja a lo
lejos empapando con ellos a las pobres nubes que huyen y se espantan ante tanto
arrebato.
Nubes que repentinamente cobran figuras
de pasmo y maravilla.
Hacia abajo se extiende otra locura, que
son los campos sembrados de trigo, maíz, cebada y alfalfa.
Y un reguero de flores de todas las
formas y colores. Tonalidades de verdes, amarillos y fuccias.
Y el misterio de las cuencas de los ríos
Patarata y Conra que confluyen en un lugar de enigma llamado La Pamplona, cuyas
aguas atruenan con sus ecos por lo encajonado
de los cerros.
5. Paisaje
sideral
Allí se esconden todos los duendes. Y
todas las hadas que nos han llenado el alma con sus sortilegios, misterios y
encantamientos.
En el centro de toda esta eclosión está
el promontorio de La Piedra Bruja.
De mañana y tarde es visitada por los
enamorados por el embrujo que también significa sentir y arder en las brasas
del amor.
Y de noche se puebla de los zumbidos
aterrorizantes de las hechiceras del bien y del mal, que danzan con sus escobas
por las copas de los árboles.
Hacia arriba y subiendo una cuesta está
La Parva de la Virgen.
Es este un hermoso lugar, aunque poco
visitado por sus mismos pobladores, porque para llegar a él hay que subir unas
calles empinadas desde donde se divisa un paisaje sideral.
– ¿Por qué aquel altozano se llama así?
–Me han preguntado.
Y yo respondo:
Hay una explicación prosaica y
administrativa.
Y hay otra religiosa y mística.
6. Entrañas
del paraíso
La primera dice que los terrenos de aquí
eran antes de la iglesia. Y en esa loma quedaba la parva donde se acumulaban
las mieses para la trilla de los productos de las cosechas.
Entonces estos eran terrenos de La
Virgen, porque en la iglesia las propiedades también están divididas por los
santos que la pueblan.
Así, por ejemplo, estas chacras
pertenecían a la Virgen María, madre de Jesús.
Otros terrenos, por diferentes rumbos,
son propiedad del Apóstol Santiago. Y algunos más, pertenecen a otros santos
que los tenemos en sus tronos.
La segunda explicación, más bien religiosa
y divina, dice que en este lugar colindante al cielo, la Virgen María se
entregó a Dios y fue desposada por el creador de todos los mundos.
Y fue así por ser un lugar tan
maravilloso que miren cómo se rasga, abre y deja ver las entrañas de lo que es el
paraíso.
O, por lo menos, que aquí la Virgen
María recibió el misterio de la Anunciación dicha por el Arcángel San Gabriel.
7. A la vera
de un camino
Tanto es así que he publicado un libro
mío titulado “La piedra bruja” libro que está lleno de relatos de misterio.
Y porque ese es el nombre que define
bien a Santiago de Chuco, mi pueblo y que es el escenario de todos los relatos
incluidos en aquel libro, varios de ellos actuales y vigentes.
Además, porque piedra es el elemento más
simple, lo primario y esencial; fundamental en nuestra cultura, hecha de piedra
y fantasía, de roca y embrujo. de materia y espíritu.
Pero también hecha de concreción y
azahar. Así como de realidad y de utopía, de greda pero a la vez de hálito y de
rosa.
Con aquel libro que lo inspira el amor a
la tierra intento ser fiel al mundo que viví de niño. Porque el amor a la
tierra que nos vio nacer creo que es el mejor amor. Es cariño limpio, sin tacha
ni sospechas; ni sombras que lo opriman.
El amor a la tierra nos redime porque es
un canto al infinito. Es una mandolina pulsada en la noche desde una casa
vetusta. Es la quejumbre del acordeón en una choza a la vera de un camino y
sobre un abismo.
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