Danilo Sánchez Lihón
1. Bastión
y atalaya
Hay hombres que son piedras angulares, vigas maestras
y timoneles de las naves en la vida de una comunidad; que son baluartes,
cimientos básicos y referencias claves de todo aquello que la da sentido a una
colectividad.
Uno de ellos es Luis de la Puente Uceda, hijo ilustre
y vástago egregio de la provincia de Santiago de Chuco, hombre de leyes y
maestro fervoroso, poseedor de un civismo acrisolado en aras de todo aquello
que es noble y magno para la sociedad.
Son ellos hombres bastión y atalaya; hombres de honor,
de palabra que se respeta y se cumple; que ven lejos y hondo; que fundan,
inauguran y proyectan.
Seres ante cuya voz y magisterio surge y se impulsa la
vida heroica y que son ejemplo de coherencia, limpidez y valentía.
Ante quienes siempre se quisiera ser y hacer algo
señero, abnegado y pleno de esperanza.
2. La casa
que es la patria
Son paradigmas, hijos de la vida donde ésta ha hecho
aflorar sus dones; que encumbran a un pueblo, a quien le dan lauros, lustre y
resplandor.
En el caso que hoy nos ocupa, en el campo de la
jurisprudencia, de la educación, de la política y de la vida cívica en general.
Estos hombres los viene dando Santiago de Chuco
vigorosamente, ya sea como individualidades que se perfilan, o ya sea como
colectivos humanos y contingentes de hombres que marchan como un cuerpo
solidario a defender lo inalienable y sacrosanto.
Basta recordar en este sentido la presencia en la
batalla de Huamachuco del Batallón Libres de Santiago de Chuco.
Contingente de doscientos hombres valerosos que tal
como lo deja escrito Andrés Avelino Cáceres en sus Memorias, puso la cuota de
su sangre y sacrificio en los momentos más infaustos por los cuales atravesó el
Perú.
Y respecto a lo cual es misión ineludible rescatar
estas joyas, darles valor y hacer que por el significado que poseen constituyan
el cimiento y las columnas centrales que sostengan las paredes y el techo de la
casa que es la patria.
3. Por
su raíz
¡Pueblo intenso y transido que contiene tesoros!
Pero, si nos preguntáramos qué es lo que ha hecho
grande a Santiago de Chuco, en las artes, las ciencias, el foro, la milicia, el
civismo y, en realidad, en todos los campos del saber, diríamos que es la
educación el principal de sus ejes.
Torreón y almena que debemos cuidar que siempre
mantenga el sitial y la calidad que haga posible que siga forjando los hombres
de bien que nuestra patria dolida y atribulada reclama.
En una entrevista a César Vallejo, que le hace Antonio
Ruiz Vilaplana, representante de la República Española en París, pocos meses
antes de la muerte del autor de los "Poemas humanos", a la pregunta,
"¿qué ama más de las plantas?", responde: "Yo amo las plantas
por su raíz y no por su flor".
Y, ¿cuál es la raíz en el hombre? Su identidad, su
tierra, su cultura; pero principalmente su educación.
4. Y
luego
Luis Felipe de la Puente nació, creció y se formó en
Santiago de Chuco y dedicó lo mejor de sus ideales a su pueblo.
La víspera de su partida al Valle de la Convención en
el Cuzco a iniciar su gesta guerrillera, fue a despedirse con su comando de
lucha de Santiago de Chuco, y a brindarle una serenata.
Y al igual que César Vallejo, su paisano, era
fervoroso del apóstol Santiago el Mayor, Santo Patrón de la provincia.
Y en cuyo homenaje del poeta Luis de la Puente bautizó
a uno de sus frentes, que fueron además: Pachacútec, Manco Inca, Túpac Amaru,
Atahualpa, con el nombre de César Vallejo.
Desde niño regresaba en cada momento que pudiera a su
pueblo natal. Siendo muy joven fundó la Asociación 7 de Junio.
Y luego la Federación de Estudiantes Santiaguinos, que
fueron ámbitos nucleadores, forjadores de líderes, organizaciones dinámicas,
actuantes y proactivas.
5. Su aura
y su estela
Así una clave, por ejemplo, en la vida de César
Vallejo es que tuvo grandes maestros, pero sobre todo tuvo la actitud de
devoción, respeto y apego al acto magisterial.
Más aún: fue para él la misma tierra que amó tanto su
madre y maestra, a quien evoca y rinde fervor en sus poemas.
Por eso, allá en la eternidad donde reposan muchos de
estos hombres que ha dado y viene dando nuestra tierra, el zumo de las flores
de nuestros campos y su aroma alcancen a ungir sus sienes.
Y una corona de alhelíes y laureles –brotados de las
praderas y bosques, por donde ellos han caminado y seguirán caminando por el
sinfín de los tiempos– alcancen a coronar y ornar su frente de gloria
imperecedera.
Aquí en la tierra, ¿en qué lugar debe guardarse la
memoria de estos hombres que aseguran, fortalecen y consolidan nuestro ser
social?
¿Conciencias que recogen lo mejor del pasado, avivan
lo mejor del presente y lo hacen valer proyectando todo ello hacia el futuro?
6. En el corazón
de su pueblo
¿Dónde albergar su aura y su estela? ¿En la galería de
un museo? ¿En el paraninfo de una institución? ¿En la pared de retratos de un
colegio profesional? O ¿en el Salón Consistorial de un Municipio?
¿Dónde mirar su retrato para recoger inspiración en
nuestros actos? ¿En dónde queremos que viva familiarmente? ¿En un álbum de
fotografías? ¿En un cofre de cartas? ¿En un diario íntimo?
Queremos que habiten en el alma de los jóvenes. Ese es
su sitio, su lugar y su nido.
Queremos que estén presentes en la memoria práctica de
los hombres, cuando estos deciden y actúan con coraje, cuando se imbuyen de
plena ilusión y confiada entrega a la obra que tienen que forjar y dar
concreción a sus ideales.
Allí queremos que ellos habiten.
Queremos que ellos moren en el corazón de su pueblo,
donde se albergan los sentimientos, los compromisos, los entusiasmos más puros.
7. Nunca
mueren
En el cariño sincero, en las promesas, los juramentos
de hacer una patria grande, con poblaciones felices y constructivas.
Queremos que ellos estén siempre en las alas del
corazón de los niños.
Allí queremos que habite Luis Felipe de la Puente
Uceda, hombre de juicio certero y con criterio exacto de las cosas.
Fue, o es –porque seres como él nunca mueren–, de
indiscutibles y plausibles merecimientos.
Quien ascendió por la senda de lo laudable y plausible
por mérito propio y encarnando valores.
Jamás dejándose atraer por el poder nefasto del dinero
ni seducido por el poder político de un modelo social inicuo.
De allí que: ¡Gloria eterna a Luis Felipe de la
Puente! ¡Presente!