Danilo Sánchez Lihón
1. Acto
de fe
Los hijos reproducen –y es bueno que así sea– los
modelos de conducta, de comportamiento personal, de hábitos de trabajo, de
proyección social y hasta de estilo de vida de sus padres.
Crecen a nuestra sombra o bajo la capacidad de luz que
nosotros podamos prodigarles. Son un resultado y una consecuencia de lo que
nosotros hacemos, sentimos y pensamos. Ellos despiertan y, cuando son pequeños,
piensan inmediatamente en nosotros y hasta lo primero que hacen es buscarnos.
Somos su centro, su faro, su norte. Mal o bien, feliz
o lamentablemente. ¿Hemos considerado entonces la importancia de ser cada día
mejores? En esta perspectiva doy aquí un asidero o una salvaguarda: leer algo
juntos, que nos conmueva, nos impacte y apasione a todos.
Los hijos crecen o decrecen sobre la base de las
palabras que les decimos, y en proporción directa al cariño y amor verdadero
que nos esmeramos en darles sus padres. Pero no en relación al amor declarativo
ni únicamente al sentimental o emotivo sino al concreto y real, al que se
manifiesta en actos, hechos u obras, como por ejemplo en compartir la lectura
como un acto de fe, de devoción y comunión entre seres humanos.
2. Acto
de amor
Porque, lamentablemente somos los padres los que
fallamos en la tarea de hacer lectores a nuestros hijos o a los niños cuya
educación se nos encomienda, y respecto a la cual en nosotros se confía.
Apartándolos con la lectura solitaria, aislada y
autónoma, con el fin de que nos dejen tranquilos, con el propósito de
mantenerlos lejos, separados y hasta desembarazados de ellos, de tenerlos
entretenidos para nosotros hacer lo nuestro.
Nada peor, que hará que la lectura se vuelva confusa y
pierda sus caminos seguros y verdaderos,
y deambule por evasiones y escapismos. Porque la lectura requiere ser motivada,
conducida y orientada desde el hogar y por los seres queridos.
Ya que ella empieza antes del proceso de
alfabetización de lo cual se encarga la escuela, en lo que se ha dado en llamar
“lectura temprana”, que queda ubicada en el espacio de la casa y en el tramo de
la primera infancia o educación inicial.
Solo así el niño amará la lectura si al inicio es un
acto compartido porque ella es fundamentalmente un acto de amor y no hay amor solitario,
salvo el amor frustrado cuando este se convierte en fracaso, desdicha y en una
expiación que muchas veces conduce a la autoinmolación.
3. Lo más
amado
Abogamos aquí por recuperar la lectura en común, en
donde los miembros del hogar se junten, en donde todos nos hagamos contertulios
de las historias que se recreen; en donde cada uno de los miembros del hogar
encarnemos personajes y tengamos que poner nuestra cuota de fantasía y emoción
en cada trama y argumento que se expanda y vivifique.
Porque la lectura se siembra y cultiva en la infancia
de la persona humana, en las faldas y en el regazo materno, al calor del
brasero, al abrigo del techo paterno; condición ineludible sin plazos ni
sustituciones si queremos que la lectura sea todo lo que el hogar se construye
de afectivo, de honda filiación y pertenencia en vínculo y ligazón del hombre
con el universo. Esas mismas cualidades absorberán entonces la lectura del
hogar y la tierra en la cual se arraiga.
De ese modo entonces estará fusionada a los quereres
más profundos y comprometidos, a la entraña absorta de nuestro origen y nuestra
trémula raíz nativa. Se vinculará a las resonancias de lo que es lo más amado,
a las paredes de nuestra casa tutelar, a los rincones de donde provenimos y en
donde hemos jugado de niños; lo relacionaremos a la mesa del hogar en que hemos
compartido cariño, como dudas e ilusiones.
4.
Nuestros
cómplices
La lectura así, por ejemplo, estará enlazada a la
oralidad, al relato de sucesos de nuestros antepasados, a los cuentos
fantásticos, a las recreaciones mágicas, a los cuentos de hadas y a la versión
extraordinaria de lo ordinario y cotidiano que se den porque se vuelven a unir
realidad y fantasía.
Estará ligada a ser un acto compartido entre los
diferentes miembros del hogar, convertida en voces que se escuchan antes que en
decodificación silenciosa y solitaria, dando lugar a la intimación, a
intercambiar experiencias, a evocar vivencias, a la expansión amable, recreada
y afectiva de nuestros más caros anhelos: A contarnos nuestras vidas, optando
por la lectura que junta ánimos y voces en los momentos más gratos que los días
nos ofrecen y deparan.
Y ante la pregunta de con qué tipos de libros iniciar
esta práctica, la respuesta es: con la lectura de libros fantásticos, aquellos
que recrean el folclore literario de los pueblos primigenios. Empezar leyendo
los mitos, leyendas y cuentos populares en donde resalta lo sorprendente y
admirable así como una sabiduría milenaria decantada por siglos por las
culturas originarias. Con aquellos de naturaleza mágica, pero dicha, convertida
en voz cálida de los seres queridos que forman parte del mundo que nos rodea y
son nuestros cómplices en urdir estas ficciones.
5. Voces
y relatos
Son estos algunos ejes y claves a tener en cuenta para un arraigo feliz de la lectura en
nuestras vidas: Y se empieza con la lectura en ruedo, en círculo, en ágora, sea
en la mesa del hogar o en torno al fogón de la cocina, sea en torno al lecho
del ser querido convaleciente o sea como descanso al borde de la parva o del
camino.
Porque la lectura se alienta en ese juntarse
confidente de la madre con los hijos, y ojalá que del padre y los abuelos con
los niños pequeños; porque es triste que ellos se pierdan la compañía siempre
vivificante de los mayores, y estos pierdan lo que nos inspiran los seres que
tienen todo el frescor de lo tierno.
Es decisiva también la lectura que tenga como
resultado crear, elaborar y construir libros artesanales en base a recortes de
hojas, tallos y flores en la aldea, o en base a recortes de periódicos y
revistas, anuncios o propaganda en las ciudades.
Y que dé lugar a aquel libro en el cual el padre o
madre atinados y diligentes anotan las primeras voces o relatos que los hijos
nos cuentan, constituyendo ellos la lectura y el libro certeros a fin de
superar la valla más difícil de vencer, muro alto, hosco y frío en esta vida,
cuál es el de considerar a los libros como objetos ajenos distantes e impropios
y consecuentemente extraños y prescindibles.
6. Soles
y estrellas
Tiene que haber entonces una relación estrecha entre
la lectura que encontramos en los libros, con aquellos acontecimientos que
primero vivimos en el hogar y escuchamos en la boca de nuestros padres y
mayores.
Tiene que haber una relación directa entre lectura y
realidad circundante, lo que nos impone a elaborar nuestros propios libros con
las formas y estrategias más ingeniosas, creativas y audaces que nos tracemos y
de que seamos capaces
Tienen que ser momentos y circunstancias en donde se
descorren esos velos que nos ocultan a nosotros mismos y en donde se pongan de
manifiesto los relatos maravillosos, esas historias increíbles, en donde
contemplamos actuar a nuestros antepasados, y donde realidad y fantasía pierden
sus bordes, orillas y linderos, y se confunden, amalgaman y entrelazan.
En donde se juntan formando un solo y nuevo núcleo; en
donde cerros, ríos, piedras, nubes, celajes, el sol, la luna y las estrellas se
hacen pastores, arrieros, músicos, y hasta los animales encarnan seres
fabulosos, encantados y plenos de fascinación y esperanzas renovadas.
7. Cañas
estremecidas
Concluimos así que mientras más conversación haya en
el hogar en función de temas fundamentales del ser, cuando la fogata y la
tertulia en donde se recrean los sueños crepite con igual intensidad que las
candelas en donde se cocinan los alimentos terrestres que ingerimos por
nuestras bocas; cuando ellas se agiten al unísono de las historias que
recreamos; cuando el yantar de la casa se asocie más frecuentemente y mejor con
el mundo de las aspiraciones, en ese doble plano de realidad y maravilla es
cuando mejor predisposición se estará despertando en los niños hacia la lectura
en sentido general y en infalible siembra e impulso hacia adelante.
Recién entonces estaremos cerca de descubrir aquella
fuente o el vellocino que buscamos y que haga de nuestras vidas algo
trascendente. Es en dicha relación significativa de los libros con la realidad
cotidiana en donde se da el mayor pábulo y asidero a dicho vínculo, no por
divagación sino por acierto y devoción a lo que es la vida. Cuando hemos
participado de este modo natural, frecuente y cotidiano de esta proyección de
la vida hacia un mundo prodigioso, recién habremos sintonizado con el alma de
los niños, quienes portan inapagables las llamas de los sueños y utopías de que
estamos hechos y que como cañas estremecidas, somos los hombres.
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CONVOCATORIA
HOMENAJE
MUNDIAL
A LOS 50 AÑOS
DE SU INMOLACIÓN:
HÉROE DEL PUEBLO,
DIRIGENTE VISIONARIO,
BUEN CHUCO, DEVOTO DEL
APÓSTOL SANTIAGO, PAISANO
EJEMPLAR, Y HOMBRE HONESTO
LUIS FELIPE DE LA PUENTE UCEDA