1. Nos lleva
al asombro
El 11 de octubre del año 1934 César Vallejo y
Georgette Philippart contraían matrimonio en la Municipalidad del Distrito 15
de París.
Pero también el 4 de octubre del año 1952 Georgette de
Vallejo llegaba Santiago de Chuco que es la tierra de su esposo hasta donde
ella vino en peregrinación 14 años después de la muerte de su esposo.
En aquella oportunidad largas horas dediqué a cumplir
con la asignación que nos dejara como tarea escolar mi profesor Arnulfo
Enríquez.
La conservo manuscrita y lleva el osado título de: “Un
amor de ventana a ventana”.
La encontré guardada entre los papeles de mi padre.
Para esta ocasión la he corregido, principalmente en algunos aspectos formales,
pero en esencia es la misma: cuál es que el amor que existió entre César
Vallejo y Georgette Philippart –una muchacha de familia procedente de La
Bretaña francesa, pero ella nacida en París– es un amor que me pareció y me
sigue pareciendo, sublime, hermoso y de leyenda.
Y no sólo por haber sido de una fidelidad absoluta,
tanto que transpuso llanamente las tenebrosas barreras que nos tiende la
muerte, sino que es un amor que nos lleva al asombro.
2. Amor de ventana
a ventana
Y lo es incluso en sus detalles más pequeños, como
cuando ella consulta, a los 15 años, con una adivina y la mujer le dice, acerca
del hombre que sería, eje en su vida:
“Viene de lejos... Ya ha cruzado los mares. Un hombre
feo... pero un ser luminoso. Será usted siempre la primera en su mente.”
Pero mi composición del año 1952, ya mejorada así como
agregados los datos que se presentan entre paréntesis, es la siguiente:
“César Vallejo dijo adiós al Perú el 17 de junio del
año 1923 viajando rumbo a París en el vapor “Oroya”. Llegó a la capital
francesa un día antes de las Fiestas Patrias de ese país, que se celebran el 14
de julio. En Europa llevó una vida de pobreza, consagrado a la causa mundial de
buscar justicia y redención para el hombre. Allí sufrió penurias y extrañó mucho
a su tierra natal.
Georgette Philippart era una bella muchacha que en el
liceo donde estudiaba salió elegida reina de la primavera.
3.
Se enamoró del poeta mirando desde el balcón de su
departamento, hacia el cuarto del hotel Richelieu donde se alojaba el poeta,
muy cerca de la Avenida de la Ópera y de la Comédie Francaise.
Raúl Porras Barrenechea escribió en la nota
bio–bibliográfica de “Poemas humanos”, libro publicado a los pocos meses de la
muerte del poeta, que Georgette era “una chiquilla de ojos glaucos, que le
atisbaba sin conocerle, desde la ventana de su casa en la rue Moliere, frente a
la habitación Nº 19 que ocupaba César Vallejo en el hotel ya mencionado, y no
se acostaba hasta no verle regresar en la noche”. Le atraía aquel hombre
enigmático, parco y melancólico.
– Tenemos un vecino que es mudo, –le confió a su
madre, en una oportunidad.
En febrero de 1927 era tanta su fascinación por aquel
ser meditabundo que ella le hace gestos de ventana a ventana para salir.
Vallejo baja de su habitación, y ella también.
4.
Sin embargo, ninguno cruza la calle para encontrarse
sino que caminan en paralelo, cada uno por la acera de enfrente, pero ella
mirándolo y luciendo un vaporoso vestido blanco.
Se dirigen por la calle Montpensier, hacia los
jardines del “Palais Royal”, que se ubica cerca del lugar donde viven.
Él se sienta en una banca. Ella se acerca paso a paso
y se sienta a su lado. César Vallejo permanece callado.
Ella lo mira con arrobamiento. (Ha contado, después,
que veía una luminosidad blanco–azul alrededor de su cabeza). Él se inclina en
su regazo y se echa a llorar inconsolable.
Esa fue de parte de él su extraña declaración de amor.
Ella tenía 18 años, César Vallejo 35. (El nombre del aquel lugar,
“Palais–Royal”, fueron las últimas palabras que pronunció Vallejo antes de
morir).
Cuando la madre de Georgette se entera de estos amores
confina a su hija en una provincia de la Bretaña francesa.
5.
Sólo cuando ella muere, –acontecimiento que ocurre dos
años más tarde–, (el 12 de noviembre de 1928) Georgette regresa a París a
encontrarse con Vallejo. Viajan juntos por diversas ciudades europeas: Berlín,
Leningrado, Moscú, Praga, Viena, Budapest, Venecia, Florencia, Roma, Pisa,
Génova, Niza.
El 11 de octubre de 1934 contraen formalmente
matrimonio en el Municipio de El Naire, XV Arrodisement, en París.
Mientras ambos vivieron fueron una pareja inseparable.
Cuando él murió, consumido y delirando por el destino de España (y, ahora se
sabe, a causa de un rebrote del paludismo que él contrajera en su juventud
temprana) ella veló los 34 días que duró su enfermedad prácticamente de pie a
un costado de su lecho. Desde entonces, se dedicó de cuerpo y alma al cuidado
de la obra de su esposo.
Hace unos meses llegó al Perú y hoy la recibiremos en
Santiago de Chuco.
6. He nevado
tanto
En junio de 1979, 41 años después de la muerte del
autor de Los heraldos negros, Georgette publica un libro titulado Máscara de
cal donde dedica 35 poemas a su desaparecido compañero. En uno de ellos dice:
Tú mi vida
tú mi dolor
toda mujer
eternamente
mece un niño
he nevado
tanto
para que
duermas
y llorado
hasta disolver tu ataúd.
Georgette se quedó a vivir para siempre en el Perú,
publicando su obra, defendiendo su memoria y abrazando la misma causa de
identificación con los desposeídos que abrazara su esposo.
El año 1984 murió en Lima y fue enterrada en el
cementerio de la Planicie. Sin embargo, los restos mortales de César Vallejo
reposan en París, en el cementerio de Montparnasse, adonde ella los hizo
trasladar desde el cementerio de Montrouge, donde inicialmente fueron
sepultados.
7. Himno
de victoria
La crítica literaria reconoce a César Vallejo como el
mayor poeta del siglo XX en lengua castellana. Se discute ahora si es quizás,
el mayor poeta universal del siglo XX.
El profesor italiano Roberto Paoli, de la Universidad
de Florencia, divide a los poetas en dos grupos: “En uno, todos los poetas –ha
dicho– y, en otro, César Vallejo”.
Palabras estas inmensamente significativas
considerando que el país de este eminente profesor es la patria de Virgilio,
Dante, Petrarca, Leopardi, Ungaretti, Pavese; y tantos otros venerables poetas
universales.
Es que la penuria y el dolor del hombre como especie y
como espíritu fueron encarnados plenamente por César Vallejo, convirtiendo su
mensaje en canto heroico de redención para toda la humanidad, y hasta en himno
de victoria para conquistar en el futuro la abolición de la muerte por el amor
y la solidaridad universales, escribiendo al final del poema Masa:
Entonces,
todos los hombres de la tierra
le rodearon;
les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse
lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
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