Danilo
Sánchez Lihón
1.
Los pocos
sobrevivientes
Aquella tarde fatídica habían
asistido a una actuación en la Escuela de Santa Elena donde tenían que
participar sus hijos era domingo y marcaba el día 31 de mayo del año 1970.
Cuando de repente se
produjo el terremoto que en unos instantes convirtió la escuela, el barrio, la
ciudad y casi todo el norte del Perú en derrumbes y despojos, en quejumbres y
gemidos lastimeros y miradas estupefactas.
Minutos antes nada podía
hacer presentir que en el patio alumbrado por el sol radiante y luminoso a esa
hora pronto todo quedaría sumido en sombras y tinieblas, entenebrecido por el
polvo y los gritos desgarradores de los pocos sobrevivientes de aquella
catástrofe.
Donde el sol momentos antes
apacible y esplendente se oscureció con el humo y el polvo de la tierra
removida y sepultada. Junto con Marco Yauri Montero quedaron enterrados sus
hijos Ramón Boris y Carlota Walewska.
La última vez que él
recuerda haber visto vivos a sus hijos fue segundos antes que se produjera el
sismo y quedaran sumidos y aprisionados entre adobes y techumbres derrumbadas.
Y él también.
Solo su esposa
inexplicablemente resultó encima de todo el estropicio de tierra y polvo. Y no
se movió de allí en donde habían desaparecido junto con decenas de otros niños
y personas mayores.
2.
Pasada
la
medianoche
Por eso decimos que el
escritor Marcos Yauri Montero es un resucitado, puesto que en el terremoto en
Huaraz del año 1970 quedó enterrado varios metros bajo tierra entre piedras,
magueyes, carrizos y tejas rotas. Su esposa que era profesora se quedó allí
donde vio que él y sus hijos se esfumaban en el centro del patio bajo los
montículos de escombros, diciendo:
– Aquí he visto que
desaparecían. Aquí todavía deben estar mi esposo y mis hijos.
30 mil personas murieron en
unos segundos en Huaraz y entre 80 a 120 mil personas sumando uno y otro lugar,
mientras la tierra fue sacudida por el movimiento sísmico.
De noche pasaron unos
jóvenes que saludaron a la señora de Marcos Yauri, en quienes ella reconoció a
dos que eran alumnos de su esposo. Y les rogó que la ayudaran a escarbar para
encontrar los cuerpos de aquellos miembros de su familia.
Le prometieron volver
porque ellos buscaban a sus madres y a otros seres queridos, seguramente
enterrados en lo que antes eran sus casas. Y que ahora apenas mostraban rumas
de desmonte que manoteaban porque todo era oscuro y el polvo los enceguecía.
Pasada la medianoche y tal
como lo prometieron ellos volvieron y escarbaron junto con la señora hasta el
amanecer. Y así extrajeron el cuerpo de Marco Yauri abrazado al cadáver de su
hijo Ramón Boris.
3.
En el aire
enrarecido
Pero él aún tenía débiles
latidos y pulsaciones. Y ahí lo dejaron ya rescatado encima de los deshechos,
porque no había sitio llano ni lugar alguno adonde poder llevarlo.
De aquella noche Marco
tiene vagos recuerdos de alaridos de algunos pocos sobrevivientes que aún
quedaban. De personas deambulando que no encontraban a nadie conocido. Y ni
siquiera sabían quiénes eran ellos mismos ni dónde habían quedado antes sus
casas. Sin orientación ni noción del espacio y del tiempo vagaban en una locura
inexpresiva.
Recuerda Marco que hacia el
amanecer ardían cerca y lejos fogatas que él contemplaba apenas pestañando sin
poder moverse ni articular músculo alguno. No olvida que la tierra seguía
temblando sacudones tras sacudones. Y que seguían cayendo restos de vigas y
techumbres que habían quedado oscilando, de magueyes que se rompían con algún
chasquido, de piedras y cascajo que parecía que aún flotaban en el aire
enrarecido.
Y yo cuento todo esto
porque tiene relación con el trabajo que más admiro de Marco, aparte de sus
célebres novelas como son: 2La sal amarga de la tierra”, “En otoño después de
mil años”, “María Colón”, “Mañana volveré”, “Así pasen los años”, y “No
preguntes quién ha muerto”, que han merecido premios nacionales e
internacionales.
4.
Así
el
maíz
Decía que contaba los
hechos que he referido porque se vinculan a la obra que es trascendental dentro
de la cosmovisión andina y que tiene su clave en el hecho de resucitar y volver
a nacer habiendo estado dentro de la tierra.
La obra donde Marco expone
tal concepción se titula Plantas alimenticias y literatura oral andina, en donde
sostiene, basado en la mitología andina, que las plantas que nos sustentan son
hombres o dioses que han descendido a tierra y que han vuelto en forma de
alimentos en el proceso de creación del mundo y de la vida.
Marco Yauri basa
principalmente su trabajo en el Mito de Pachacámac, recogido por el cronista
Antonio de la Calancha en su Crónica Moralizada; y en el Mito de Mama Raiguana,
ubicado en el Archivo Arzobispal de Lima de los años 1656 y 1662.
Pero en realidad son
muchísimas y abundantes las alusiones en el folclore oral de que las plantas
tienen origen divino y en ellas hay una humanidad escondida.
Así el maíz tiene los
dientes y los cabellos de un niño; las papas tienen forma de vientre femenino;
las yucas son piernas, tobillos y pantorrillas; y las frutas son distintas
partes del cuerpo humano como costillas, brazos, manos y pies; de seres que
sufrieron aquel rito de ser enterrados vivos donde se reconoce en las plantas
un carácter divino y humano basado en los mitos andinos.
5.
La Biblia
de
esa región
Pero lo curioso es que en
la vida de Marco Yauri Montero se produce esa misma acción legendaria de haber
sido enterrado para luego ser desenterrado y venir a sostener lo que nos
afirma.
Igual que los hijos de los
dioses que cayeron a tierra y se convirtieron en plantas, tanto las de clima
frío como las del temple o de clima cálido. Y más aún las plantas curativas.
Pero además, otro valioso
trabajo de Marco Yauri es su labor de recolección de la literatura oral de su
región de origen, en su libro: “Leyendas ancashinas”, que abarca mitos,
leyendas, cuentos populares y apólogos de aquella región dulce y estremecida.
La colección de relatos
orales, recogidos y llevados a la literatura en código de palabra escrita con
exactitud y belleza relatan la creación del mundo, del ser humano, y de la
fundación de las sociedades andinas a las cuales pertenecen.
Los relatos dan una amplia
visión sobre la fantasía popular, además de acercarnos a la sensibilidad del
hombre andino.
Tenemos así en esta obra la
Biblia de esa región, el termómetro anímico y vivencial del inconsciente
colectivo, y en esto Marco cumple con una misión providencial y, es más,
sacrosanta.
6.
Nuestra
identidad
Porque como lo dice y
reconoce en el prólogo de esta obra, estos relatos cumplen con una labor
importante, cuál es la de mantener la cohesión social y de la comunidad. Cuanto
más ante lo implacable de la naturaleza y el medio ambiente, y más aún si es
que esos textos orales se los vierte al código de la escritura.
Marcos Yauri Montero dedica
parte importante de su obra a la valoración de la tradición oral andina,
reconociendo que estas expresiones artísticas y culturales están en íntimo
contacto con la formación de la conciencia de la persona humana.
Y que guardan directa
relación con la fascinación del mundo que ellas descubren, perfilando la
sensibilidad del niño y del joven por el bien, la verdad y la belleza, quienes
a través de ellas concretan un constante aprendizaje de su sociedad y de su
entorno.
Pero este aprendizaje no es
enciclopédico o informativo sino sobre todo anímico y vivencial. A través de
estos relatos el niño y el joven se acercan al alma y los valores de sus
antecesores andinos.
Los mismos que no han
caducado con el acoso y asedio que ejerce el mundo moderno sino que son más
vigentes y necesarios ahora para la configuración de nuestra identidad, la cual
tiende a difuminarse con el fenómeno de la globalización.
7.
Nuevas
esperanzas
Eso piensa y cree, quien
nació el 3 de julio del año 1930 en un paraje rural del departamento de Ancash
denominado Tukupayok, cerca de Huaraz.
Es Licenciado en Historia,
Profesor de la Universidad Ricardo Palma y profesor honorario de la Universidad
Nacional Santiago Antúnez de Mayolo en el Perú. Quien ha escrito narración,
poesía y ensayo, así como es compilador de relatos orales quechuas. Ha recibido
el Premio Nacional de Novela del Instituto Nacional de Cultura el año
1968.
En 1969, obtiene el Premio
de Fomento a la Cultura Peruana Ricardo Palma. También gana el premio Casa de
las Américas de Cuba el año 1975. En 1977 le es otorgado el Premio José Gálvez
Barrenechea de Poesía y en 1983, el Premio Extraordinario Gaviota Roja.
Marco Yauri así ha hundido
sus raíces en el mundo andino, se ha subsumido al fondo de la tierra: en su
humus, su roca, su greda. Ha hincado su rodilla en aquella tierra que le ha
quitado todo lo que tenía, que lo dejó sin nada, deambulando sin casa, sin
hijos y sin tierra prometida.
Desde donde él ha sido
devuelto a este mundo para alumbrarlo con la luz que rescata de las
profundidades a las cuales pudo llegar y salir a darnos nuevas esperanzas como
han hecho y hacen cada día las frutas y las plantas.
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