Danilo Sánchez Lihón
1. Apoyo
incondicional
– Si hay alguien a quien más debes respetar, admirar y
en quien confiar es Antenor Orrego. –Le dijo César Vallejo a su esposa
Georgette. Y creo que no hay mejor pedestal erigido para un hombre que estas
palabras dichas por quien sabía mucho acerca del ser humano, quien había
sufrido mucho contemplando de cerca y de lejos el espectáculo de la vida,
expresiones además dichas en confianza, en la intimidad y enfáticamente
De allí que cuando ella vino al Perú a quien buscó y
le dio su saludo fervoroso fue primero a él. Y es que César Vallejo de alguna
manera es hechura suya, Él lo cinceló, auscultó y valoró su trasfondo, y lo
hizo grande. Él lo predijo, lo anunció y lo consagró. Es su Juan Bautista,
quien lo ungió en el agua bautismal del río Jordán que es Trilce. Pero antes
pulió la piedra amorfa y dio a luz aquel portento que es Los heraldos negros.
Pero no solo fue su tallador y quien supo desde el
inicio acerca de su genialidad, sino quien lo cubrió con una coraza de
protección cuando estaba siendo perseguido, ocultándolo en su casa de Mansiche,
y quien le dio apoyo incondicional cuando César Vallejo estuvo encarcelado en
la penitenciaría de Trujillo durante 112 días con sus noches de zozobra y
espanto. Es quien dio la batalla como un gladiador para su liberación, fue su
fortaleza moral cuando estuvo en la cárcel y quien lo encaminó para que se
fuera a Europa
2. En
sus manos
Y pese a tener casi la misma edad, dado que Antenor
Orrego nació el 22 de mayo del año 1892 en la hacienda de Montán en Cajamarca y
César Vallejo el 16 de marzo del mismo año, siendo entonces menor de tres meses
y días. Sin embargo Antenor fue para él siempre como un padre; tal era la
ecuanimidad, el talante y la hondura de este hombre extraordinario, recio y
fibra moral expuesta a los embates de la vida.
Cuando lo conoció César Vallejo quedó deslumbrado por
ese joven intelectual culto, sabio y de palabra visionaria. Y le solicitó una
entrevista para someter a su veredicto los poemas que tenía escritos. Esto
ocurría el año 1914 y ambos apenas tenían 22 años.
Orrego le concedió la cita que le había solicitado y
ese día, a la hora exacta, César Vallejo ingresaba a hablar con él dejando sus
poemas en sus manos. De todo esto nos cuenta Antenor, diciendo:
“Vallejo traspuso la puerta de mi oficina en la
redacción de “La Reforma”. Traía debajo del brazo un abultado fajo de papeles
manuscritos. Supe, de inmediato que eran los versos. Lo eran. Conversamos un
rato breve. El poeta estuvo aturdido y nervioso. No pudo serenarse. Le prometí
comenzar la lectura esa misma noche y le di una cita para la semana siguiente”.
3. El peso
del mundo
¿No es extraordinario? ¿No es proverbial el formalismo
y ritualidad de la escena? ¡Y tenían apenas 22 años! Y ya eran más que contundentes
promesas. Eran seres que se habían echado sobre los hombros todo el peso del
mundo:
Al término de la lectura, tuve la diáfana intuición de
que había surgido en el Perú una de las vocaciones poéticas y literarias de más
extraordinaria y preclara estirpe humana.
Mal grado el predominio de la imitación en todas estas
composiciones, rompía, a veces, aquí y allá, un resplandor de calidad
primigenia que anunciaba la poderosa genialidad de un auténtico poeta. Pero
sentí, también dentro de mí, la tremenda repercusión y la responsabilidad –casi
una responsabilidad sagrada– que iban a tener mis palabras para el futuro
literario del poeta.
Releí y medité mucho durante varios días. Marqué
aquellas expresiones y pasajes que mejor revelaban su temperamento… Vallejo me
visitó de nuevo conforme a nuestra cita. Le abracé ya con fraternidad y
admirada cordialidad y le hice sentar frente a mí.
4. Hondamente
conmovido
¿Qué le dice Orrego? Que rompa todo lo que había
escrito, porque dentro de él había una voz nueva. Que libre una batalla crucial
por encontrar dentro de sí mismo aquella expresión de toda una raza y de todo
un pueblo. Que sea libre, que sea auténtico, que deje aflorar aquel ser
primigenio que habitaba en él.
“Lo que le dije exactamente, no lo sé, ni puedo
saberlo nunca. Pero guardo la impresión global que intentaré traducirla, a una
distancia de cuarenta años, en mi lenguaje de hoy:
– César he visto a través de tus versos barrenando,
diré, las paredes literarias de tus palabras escritas, la posibilidad de un
poeta extraordinario, pero, a condición de que te esfuerces por alcanzar la
fuente más auténtica de tu espíritu. Luego, debes expresar lo que allí
encuentres con tu propio y más genuino estilo personal que tienes que crearlo,
porque traes algo que es absolutamente nuevo… Olvídate de estos versos y ponte
a escribir otros durante los meses de vacaciones, concentrándote resueltamente
en ti mismo. Debes tener la seguridad de que posees algo que nadie ha traído
hasta ahora a la expresión poética de América…
El poeta no me dijo nada. Lo intuí recogido sobre sí
mismo y, hondamente conmovido. Me abrazó efusivo y se despidió.”
5. De lo rústico
a lo genial
Pese a que eran de la misma edad César Vallejo y tal
como lo aconsejó Antenor Orrego viajó a Santiago de Chuco y siguiendo las
pautas que le había dado escribió nuevos poemas.
Así nació el poeta genial de Los heraldos negros y
poco tiempo después de Trilce libro del cual es también Antenor Orrego su
anunciador.
Y es que Vallejo sabía ser un buen alumno, sin que
tuviera ningún prejuicio en serlo.
Por eso, es hechura de sus amigos, de sus maestros,
como de los mineros, arrieros, cañeros, de todos quienes directa o
indirectamente lo forjaron.
Pero, ¿cómo es que Antenor pudo leer diáfanamente su
genialidad en aquellos versos que ordenó destruir?
¿Y cómo es que César Vallejo lo obedeciera? Eran
jóvenes extraordinarios, no solo en talentos sino en virtudes.
Tiempo después Antenor se lamentaba de que aquellos
primeros poemas no se hubieran conservado para tener el cotejo de la evolución
de un proceso de lo rústico a lo genial.
6. Solo él
pudo vislumbrar
Lo hermoso de todo esto es la actitud humilde,
expectante, dúctil de César Vallejo; tan es así que le pide luego el prólogo de
Trilce reconociéndole que es a él a quien se deben.
La cultura peruana ¿acaso no debe enorgullecerse de
que Trilce sea una creación deslumbrante e inusitada pero producto de un
magisterio sublime?
¿Que no es casual ni espontáneo sino fruto del
pensamiento, de la visión y del colectivo humano que rodeara a Vallejo? ¿Y que
de alguna manera fue avizorado antes de que aquella obra estuviera plasmada,
por un maestro superlativo como lo fue Antenor Orrego?
Los libros iniciales que publicó César Vallejo no solo
son producto de la genialidad de su actor, sino de aquel que vio por debajo de
sus líneas escritas previamente y vio lo que no era visible a simple vista, vio
lo que no estaba allí pero que era posible solo por algunos rasgos que solo él
pudo vislumbrar.
7. Hasta el confín
de los tiempos
Y es que la capacidad de ser genial no solo está en la
conjunción asombrosa de los factores que lo producen y se concentran en un
individuo, sino en el colectivo humano en el cual surge y que rodea a una
persona y que sintetiza el ser de todos.
En el caso de César Vallejo y Antenor Orrego
observemos aquel magisterio para enseñar y para aprender. Veamos cómo se forja
un destino por la sabia acción de quien avizora, intuye y señala un derrotero.
Y de quien comprende y acata. He aquí graficado con toda nitidez lo que es
saber forjar un destino superior y supremo sobre la faz de la tierra.
Pero hay aquí, además de una relación enaltecedora de
lo que es la función magisterial, la expresión de otra dimensión y plano
verdaderamente valioso y trascendental y que poco se lo valora en la vida de
los grandes hombres, cuál es el de la amistad.
César Vallejo estimó grandemente la amistad, la cuidó,
la valoró, y no supo herirla jamás. Al contrario, la convirtió siempre en himno
de hermandad, como la que prevalece hasta el confín de los tiempos entre él y
aquel hermano del alma, Antenor Orrego.
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