Danilo Sánchez Lihón
Hay cuatro clases nefastas
de ignorancia, que causan
graves males en el mundo:
a. Saber mal lo que se sabe.
b. Saber lo que no se debiera saber.
c. No saber lo que sí es fundamental
e imprescindible saber.
d. Saber una parte insignificante,
sin entender el todo.
1. Romper
muros
Para esclarecer algunos aspectos básicos que subyacen
en el fondo del problema del conocimiento, es necesario hacer algunas
consideraciones en razón a determinado factores básicos de las relaciones de
este con el espacio y con el tiempo.
Y lo inmediato que se impone reconocer en la primera
de estas categorías es que se han alzado tapias que es necesario romper, echar
abajo tabiques y barreras que han oscurecido y entenebrecido los espacios.
En suma hay que derrumbar cercos y alambradas erigidas
artificialmente para dañar y malograr el mundo y la vida.
Cuando incursionamos en esta reflexión las primeras
paredes o cercos que impiden la visibilidad son las murallas que se han erigido
entre disciplinas del conocimiento. De allí que los primeros muros que deben
estallar, desmoronarse y romperse son los de las academias, escuelas y
cofradías.
Porque son muros que separan, disocian y aíslan estas
actividades y no sólo unas de otras, y al interior de ellas mismas, sino que
las desvinculan del acontecer diario, social, y del desarrollo histórico de los
pueblos.
2. Espacios
y derroteros
“Dividir para reinar”, era la frase favorita de Luis
XV y sabemos ahora cuánto ello representa de alienante y corruptor, como
expresión del pensamiento totalitario y fundamentalista.
El concepto de grupo, círculo o clan; como también el
de tal o cual ciencia, disciplina o asignatura, el local de arte en el campo de
la cultura, o el de plantel escolar en el campo de la educación, reducen dichas
manifestaciones y actividades humanas, que son amplias y abiertas,
confinándolas a lugares exclusivos y formales.
De allí que tenemos que hacer el esfuerzo de pensar el
mundo como el espacio vital, como tenemos que pensar y reivindicar el espacio
cultural, educativo y de las comunicaciones libres y no canalizadas, en donde
se manifiesten aquellas actividades con toda riqueza, vivacidad y plenitud.
Y dar el paso o salto que va del conocimiento para
constituir y asumir lo que es la sabiduría.
Porque la caída en que estamos sumergidos es por las
delimitaciones, los reduccionismos, la defensa de circunscripciones, siendo el
sistema de la tenencia y plusvalía el que ha levantado cercos, muros y
barreras, logrando separar, confinar y marginar espacios y derroteros.
3. En manos
de unos dueños
Porque el saber, así como el conocimiento y la
cultura, están constituidos también por las manifestaciones de la calle, la
cotidianeidad, la fiesta popular, aspectos que la ciencia, la educación y la
cultura no conocen, ni siquiera tocan y, es más, que rechazan o menosprecia.
La educación de este modo ha quedado encerrada detrás
de unos altos muros, que son los mismos que rodean a los centros educativos,
dentro de los cuales se han erigido esquemas, asignaturas, medios y lenguajes
que no tienen ninguna relación con la historia real ni con la vida.
La comunicación, asimismo, está enajenada, atrofiada y
distorsionada, en manos de unos dueños que representan el poder económico y de
negocios, que también han fortalecido sus búnkeres.
Han cercado sus espacios, sus áreas territoriales que
amplían y enajenan cada vez más, así como delimitado sus ámbitos de acción.
Casi todos han cerrado sus puertas, han dado las
espaldas a la realidad y sencillamente han negado y siguen negando la vida.
4. Hacer
la salvedad
Cuando nos planteamos este problema en relación al
conocimiento, tenemos que partir de la primera constatación espacial, cuál es
nuestro cuerpo. Ese es el principio rector, pero que ha sido olvidado,
maltratado y vilipendiado, o simplemente dejado de lado para todo saber, como también
negado para toda educación, o para toda cultura, y que en el mejor de los casos
no se lo toma en cuenta. Deberíamos hacer la salvedad aquí y recapacitar que sí
hay un área, como es la medicina, que se
ocupa de él y lo adopta como objeto de estudio, pero esto es como naturaleza
física y más aún: como materia enferma.
Marshall McLuhan en su obra. “La comprensión de los
medios como las extensiones del hombre”, nos explica la evolución de
determinados inventos como una extensión de los órganos corporales. Y nos dice
que así como la rueda fue la extensión de los pies, y la ropa es una extensión
de la piel; así la conversación del oído y la imprenta de la vista, así como
muchas otras manifestaciones mecánicas y culturales. Así, ahora, los artefactos
electrónicos no vienen a ser sino prolongaciones de nuestro sistema nervioso,
punto de partida y fundamento que hemos olvidado por completo, es decir son
prolongaciones de nuestro cuerpo.
5. Reconocidos
y asumidos
Pero además de una consideración espacial hay otra
categoría esencial en el tema del conocimiento, cuál es el tiempo, en donde lo
primero que reconocemos en nuestras sociedades es una desigualdad de ritmos
históricos de avance y evolución en su uso y dominio.
Si hiciéramos un corte sincrónico reconoceríamos que
en una misma época conviven formas arcaicas y milenarias, con otras
tradicionales, otras presentes, actuales, sintonizadas con el aquí y ahora, y
otras sofisticadas y futuristas, de tecnología avanzada o de punta.
En el Perú, por ejemplo, coexiste el desarrollo social
más próspero, como puede ser la sociedad informatizada, o la relación demanda
oferta por canales muy refinados, pero cohabitando con la sociedad más
primitiva, atávica y aferrada a valores muchas veces incomprendidos.
Los problemas de la pobreza, de las terribles
injusticias, de mundos tan escindidos, como es el caso de las poblaciones
aborígenes en relación al mundo súper tecnificado, tienen que también ser
reconocidos y asumidos.
6. Democracia
para todos
De allí que uno de los grandes fines del conocimiento,
como de la educación y de la cultura en general, sea resolver estas dicotomías,
desniveles y conflictos de los distintos ritmos históricos.
Corregir los abismos culturales y sociales, las
ambivalencias de mundos desencontrados, como existen actualmente entre
nosotros, y que debemos acometer el desafío de enmendar y acompasar.
Y, todo ello, rescatando los valores que se dan en una
y otra vertiente para hacer de nuestros países, sociedades síntesis, mestizas
en la extensión plena y profunda del vocablo.
Por eso, un compromiso ético a resolver es que los
desposeídos y marginados históricamente no solo tengan el acceso formal a la
educación, a la cultura y a la ciencia, que a las finales es una mentira
piadosa de una democracia para todos, que realmente no existe.
7. Compromiso
con el presente
Sino más bien que el sistema social se oriente
efectivamente a apoyarlos y a favorecerlos, estimulándoles para asumir un rol
creador en relación a su cultura.
En el campo de la educación superando la repitencia de
los más pobres, la deserción escolar de los que económicamente menos pueden.
Impidiendo la frustración de quienes no pueden continuar un nivel siguiente,
concluido el anterior, porque la situación de miseria los obliga a no aspirar a
los estudios superiores.
Frente a la diversidad de ritmos de evolución, no se
trata de modernizarlo todo, de rechazar lo tradicional y optar a tabla rasa y a
ojos cerrados por la innovación y las tecnologías altamente desarrolladas,
porque esta sería una posición unilateral, dogmática y sectaria.
El hombre, como todos los seres en relación al tiempo,
vive como una continuidad del pasado, una inserción en el presente y una
proyección al futuro.
Como ocurre en el campo del conocimiento donde hay un
compromiso con el presente, con la actualidad y la circunstancia que nos ha
tocado vivir, pero también con lo que es intemporal, es decir con lo
perdurable.
8. Redondo
y rojo
En relación a todo lo dicho, también es natural pensar
que es de un legítimo futuro este diálogo que extraigo de un libro titulado
“Háblame del sol”, de Ángel Esteban, en donde el niño inquiere:
– Abuelo, háblame del sol.
Hubo un largo silencio: luego el abuelo habló:
–Es redondo y amarillo, y al atardecer se torna rojo.
Que nos señala una esperanza al fondo de una tragedia:
Volver a la sencillez de las cosas en donde el niño que no sabe del sol vuelve
a la voz antigua del abuelo que guía, conduce y sabe a fin de conectarse y
reivindicar al sol en nuestras vidas.
No es prohibitivo de los grandes cambios, que han de
ocurrir en el futuro, el sentido de lo simple, elemental y natural de las
cosas. Que sea una opción de las grandes revoluciones, que ocurrirán en el
futuro, volver a coger la mano del “abuelo” como ser que protege, orienta y
aconseja.
Y a estas
características muy sencillas pero reales y verdaderas de las cosas
corresponden ahora el derrotero de la cultura que nos corresponda forjar desde
el mundo andino:
“... es redondo y amarillo y al atardecer se pone
rojo”.
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