Danilo Sánchez Lihón
1. Acontece
cada día
Uno de los acontecimientos más violentos
y estremecedores que registra la historia humana y que se consigna en el Nuevo
Testamento es el que se recuerda hoy día, 28 de diciembre, como matanza o
degollación de los santos inocentes, perpetrada por Herodes el Rey de Judea,
llamado para mayor afrenta y sarcasmo, “El Grande”.
Quiso así este engendro y
depravado cegar y detener el desarrollo de la vida humana de Jesús, quien nació
con un conmovedor designio de poder: el de ser rey, pero ya sabemos que esa
gloria orientada hacia otro ámbito y adoptando otro signo.
Sin embargo, lo que quiero dejar
señalado es que esa matanza de inocentes no se redujo a suceder un solo día, ni
en un solo sitio.
Ni quedó confinada a ocurrir en
una fecha de hace dos mil años, sino que lamentablemente acontece cada día y
cada hora y en cada latitud.
Y hay diferentes tipos de
Herodes, quizá el más patético es el indiferente, el neutro y apático, el que
piensa que ese no es su problema.
2. He
aquí
Pero he aquí, a continuación, una interpretación culpable, aunque
valiosa acerca de la matanza de los niños inocentes, hecho atroz, monstruoso y
bestial.
La hace el apóstata Giovanni Papini, a quien embarga una visión justificadora,
desde una Europa en todo sentido cómplice, y que con Roma tiene desde entonces
y para siempre las manos manchadas de sangre en relación al divino cordero.
Y lo es, puesto que proviene de un autor perteneciente tanto al
infierno como a la clemente tutela del paraíso por haberse arrepentido y
declarado poseso, identificado tanto con Jesús como lo fue Dimas, el ladrón
arrepentido en la cruz.
Alma contradictoria e hijo irredento, porque se debatía entre una y
otra orilla, en donde afincaba sus pies, o pasaba de uno a otro estandarte
desgarrando sus alas de ángel y demonio en sus mástiles.
He aquí lo que profiere, acerca de este suceso, esta oveja negra y
descarriada, pero hijo pródigo a la vez. Voz y verbo clamoroso y despiadado,
que prorrumpe en decir:
3. Esta
ofrenda
Esta inmolación de Inocentes
en torno de la cuna de un Inocente; este holocausto de sangre por un recién
nacido que ofrecerá su sangre por el perdón de los culpables; este sacrificio
humano por aquel que a su vez será sacrificado, tiene un sentido profético:
Miles y miles de inocentes
han de morir después de su muerte sin más delito que el haber creído en su
Resurrección.
Nace para morir por los
demás, y he aquí que mueren por él miles de nacidos, como para pagar su
nacimiento.
Hay un tremendo misterio en esta
ofrenda sangrienta de los puros, en este diezmo de coetáneos. Pertenecían a la
generación que lo había de traicionar y crucificar.
Pero los que fueron
degollados por los soldados de Herodes ese día no lo vieron, no llegaron a ver
matar a su Señor. Lo libraron con su muerte y se salvaron para siempre. Eran
Inocentes y han quedado Inocentes para siempre.
4. Todo niño
que nace
¡No! ¡No era así! ¡No lo es! No es necesario pagar esa cuota, ni ese
diezmo jamás! ¡Para eso no nació Jesús! ¡Es aberrante que nos consideremos
culpables! ¡Y no hay deudas que tengan que saldarse con la sangre impoluta y la
vida inmaculada, temblorosa y expectante que tengan que abonar, más de quienes
recién llegan a esta tierra de promisión, como son los niños!
Pero, eso sí, hoy día es esta una fecha propicia para la reflexión y
el compromiso, que debiéramos tener, haciendo propicia esta ocasión para repensar
en esos dos opuestos que son lo inocente y lo procaz.
¡Y acerca de cómo hemos banalizado los hechos! ¡Cómo es que hemos
convertido esta fecha en el día de la mentira, de las bromas de mal gusto y de
las ocurrencias triviales! Y hasta en ocasión que legitima el robo y el
pillaje.
Y lo hemos trocado en el día de corruptela, de lo falaz y de la
sonrisa cínica. ¡Denigrando así a la santa inocencia, a esa hermana sublime y
prez de todas las virtudes!
¡Así hacemos menoscabo de esa flor de pétalos translúcidos, que recoje
y abarca todos los manantiales y el aroma y el rumor de todas las cascadas! Que
contiene el cielo azul y el perfume a alcanfor y manzanilla de las colinas de
mi tierra. Y que está en la luz de los ojos de todo niño que nace.
5. Pero
no
De allí que un día como hoy es significativo para pensar en lo
inocente y en lo protervo. De cómo a lo inocente lo seguimos maltratando,
mientras lo infame sigue instalado en el trono.
Pero, así como hay que reconocer e identificar a los inocentes, hay
que reconocer e identificar a los corruptos y perversos.
Y abolir a los Herodes de todo pelaje, esa es la misión a cumplir.
Y todo lo que se le parezca o se relacione con su podrida e infecta
calaña. Todo aquello que coincida con sus vísceras depravadas y malolientes. Y
con lo repugnante de su entresijo y envoltura.
Pero no. ¡Cuidémonos del engaño! Porque no es así. ¡Cuidado!
Ahora luce simpático el malvado. Luce galante y atildado el corrupto.
Va al gimnasio, entra y sale de la sauna, se llena de afeites,
frecuenta los salones de estética. Y las clínicas para mejorar su figura. Y
luce una imagen mediática.
6. El verdadero
mundo
Quien lo asume y representa ahora ha pasado todos los filtros y
tamices de aprobación de imagen. Aplaudida por el público y sacramentada por el
mercado.
¡Claro!, hemos adulterado el mundo para hacerlo propicio a quienes se
complacen con el poder y hacen pingues negocios y consolidar sus ganancias.
Pero en el fondo seguimos degollando a los niños. Pese a que la
inocencia y el candor son elementos esenciales en la creación del mundo.
¡Porque el mundo es intrínsecamente inocente y glorioso! Pero se lo ha
adulterado para vender más, acumular mayor capital y tener mejores hachas,
dagas y cuchillos con qué degollar inocentes.
Sin embargo, el sol amanece cada día inmarcesible. Y nacen niños
gloriosos cada día.
Que en días como hoy nos prometamos hacer que este mundo sea el
verdadero mundo de lo simple, transparente y digno.
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