Danilo Sánchez Lihón
El corazón no suma
los meses a los meses:
el corazón rezuma
eternidad… ¡a veces!
Francisco Bendezú
1. Para siempre
en esta vida
Hoy
es el día de la clausura del año escolar, y por ser promoción nos
despedimos para siempre de la escuela. Terminamos la Educación Primaria y
empezamos la Educación Secundaria pero lejos, en otros pueblos.
Dejamos
una etapa de la vida, hecho que nos produce una inmensa pena, dando
inicio a un nuevo período, hecho que nos produce alegría, curiosidad y
expectativa.
Algunos
viajarán a Trujillo o a Chimbote. Otros más lejos, quizá a Lima. O tal
vez la suerte los lleve más distantes todavía. Pero nadie sabe en verdad
qué será de sus destinos.
Lo
único cierto es que hoy nos despedimos. Este racimo cargado de frutos
hoy es arrancado y se deshace, cada uno rodando dispersos por distintos
rumbos y senderos.
Muchos
de mis compañeros de aula, por ejemplo, se mudarán con toda su familia
hacia lejanas ciudades solo porque ellos estudien.
Y
con ellos dejaremos de vernos para siempre en esta vida. Y en las otras
vidas si es que existen, porque el azar nos enreda los caminos.
2. Es
mejor
Hoy es 22 del mes de diciembre, y para mí y mis compañeros de promoción, ahora también concluye nuestra Educación Primaria.
Por
eso, no sabemos si estar tristes o estar alegres. No sabemos si
festejarlo o suspirar. No atinamos si abrazarnos o enternecernos para
reír o para llorar. ¡O no sé qué!
Eso
sí: nuestro corazón presiente un asomo de abismo, brecha o caída que
hay que saltar y que no nos deja estar contentos. Hay algo que nubla y
ataja el júbilo y regocijo que debiéramos tener.
Por
ejemplo: nos prometemos tantas cosas que es difícil que las vayamos a
cumplir. Como por ejemplo vernos y reunirnos de aquí a un año, cuando
todos vamos a partir. Otros pregonan que mejor nos veamos de aquí a
cinco, y otros dicen que de aquí a diez.
Toda esta incertidumbre ya es deambular y tantear a ciegas. Decir todo esto ya es una manera de estar tristes y sollozar.
A
ratos somos tiernos y a ratos nos hacemos los duros. ¿Cómo ser? Pero es
mejor no jurarnos nada. ¡Nadie sabe en la vida qué nos pasará!
Es
mejor no prometernos nada. La vida es tan caprichosa y díscola. ¡Que
hoy nos ahoga saber que unos se quedan, y saber que otros se van!
3. Qué
tumulto
Hoy,
después de haber rendido los últimos exámenes, hemos asistido a
escuchar el dictado de nuestras calificaciones. ¡Qué nervios oírlas
conociendo una por una, en relación al niño empinado o apabullado por
ellas!
¡Qué expectación la de nuestros rostros ilusos, o repentinamente arrojados a la fosa de repetir un año más!
¡Y
demorarnos entonces otra vez en recorrer un peldaño en la escalera de
la vida! ¡Qué tumulto el de nuestras palpitaciones al escucharlas! ¡Qué
retumbar de nuestro pecho estremecido!
Hay
compañeros que se han quedado de año. Y es a ellos a quienes finalmente
nos abrazamos. Y con quienes nos consolamos compungidos pensando que
son ellos los incólumes, los seguros y firmes que todavía no deambularán
a partir de mañana, o de ahora mismo, por otras calles de otras
ciudades.
Y
es cierto. No lloran. Los que lloramos somos nosotros que nos vamos,
porque a ellos les está permitido aplazar todavía un año más la amargura
de la partida.
Pero solo es al inicio que no han querido conmoverse.
4. A los que han
triunfado
Pero pronto de no querer reflejar ni un solo gesto hacia afuera, han temblado sus mejillas con los labios apretados.
Es cuando los palmoteamos y abrazamos de un momento a otro que se quiebran, se derrumban y estallan en sollozos.
Quizá
porque hubieran querido vivir junto a nosotros el trago amargo de no
saber qué salto o paso tomar a partir de este momento, como cuando
cruzamos un río.
Pero luego al salir por los caminos se irán llorando.
Porque
cabe imaginar: ¿cómo se sentirán por dentro? ¿Cómo decirles a sus
padres que han sido desaprobados? ¿Y cómo recibirán esta noticia sus
demás seres queridos?
¡Son tan pequeños y ya el destino les asesta sus duros garrotes y prueba su hombría: el fracaso de todo un año en sus vidas!
Pero sus lágrimas se mezclan casi siempre con la de todos nosotros. Y eso nos salva de alguna manera, sino ¡qué sería!
Pero también celebramos, alzándolos en alto a los que han triunfado y salido airosos.
5. Alzando
el rostro
Por
eso ahora, en el patio, con el rostro apretado para no seguir llorando,
escondidos nuestros ojos en el infinito, tras del cielo sereno, mirando
más allá de las malvas de flores breves y luminosas sobre el muro,
vamos a cantar y lo haremos a gritos.
Y así, con el agudo acento de nuestras voces entonamos a pecho abierto, en el patio lacerado, la canción de despedida:
Dulce y grato es el vivir
de esperanzas y alegrías
compartiendo simpatías
persiguiendo un porvenir.
Más ahora separarme
de este claustro no podré,
mil ensueños de venturas
con ternura en el alma llevaré.
Y repetimos las estrofas, y lo hacemos reteniendo nuestras lágrimas que colman las órbitas de nuestras pupilas.
Y
alzando el rostro, porque si nos inclinamos un poco se colma la copa y
pugna el llanto por desbordarse y rodar por nuestras mejillas, decimos:
¡Adiós escuela querida, adiós!
6. El sol
radiante
¡Adiós campana, que nos convocaste al recreo! ¡Y a la fila para la formación previa al ingreso al salón de clases!
Ya llegó la hora de partir. Por eso, ¡adiós compañeros de clases del salón sonoro y cristalino, lleno de gritos y de voces!
¡Adiós paredes olorosas a tierra humedecida! ¡Adiós llamadas y silencios, y preguntas sin respuestas!
¡Adiós
carpetas que en cada estría, borde y hendidura se queda el latido y el
temblor de las yemas de nuestros dedos sensitivos como manos alucinadas!
Pero que también guardarán el azoro y el estupor de nuestros corazones que no dejan de sufrir y estar asombrados.
¡Adiós
vuelos de aviones de hojas de papel que echamos a volar desde la
ventana, o arrojados desde el corredor de arriba al patio de abajo!
¡Adiós concursos de cometas entre secciones, en la Pampa de Chaychugo!
¡Adiós escuela mía! ¡Adiós! ¡Ya me voy!
7. Turbación
y gemido
¡Adiós
desfiles escolares al redoble de los tambores, de las cornetas de
adelante, que hacen que alcemos más el paso y asentemos más fuerte el
pie en la tierra!
¡Adiós banderas y estandartes que al mirarlos hicieron que nos prometamos jamás olvidarnos de nuestra casa y nuestra tierra!
¡Adiós
olor a tierra vieja de los adobes descascarados! ¡Adiós patio y
corredores alumbrados por el sol radiante, límpido e insigne de la
serranía!
¡Es diciembre!, cuando el aire se torna límpido y translúcido; y tanto que deja mirar y descubrir el alma de las cosas.
Cuando rasgan el fondo de la tarde sones de voces ululantes, acompañadas de panderetas, flautines y tambores.
Y
el rozar de zarcillos de las pastoras que entonan villancicos
candorosos, ensayando sus melodías y compases para la Misa de Gallo de
la Noche Buena.
¡Es diciembre!, mes con no sé qué de encanto, turbación y gemido.
Mes del regreso, pero igual del adiós y de las despedidas.
*****
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
CONVOCATORIA