Danilo Sánchez Lihón
y la naturaleza del dolor,
es el dolor dos veces
y la condición del martirio
carnívora, voraz
es el dolor dos veces
César Vallejo
1. El calor
de este fuego
En el "¿Último diario?", que integra la obra El zorro de arriba y el zorro de abajo, José María Arguedas escribe:
“... si el balazo se da y acierta. Estoy seguro que es ya la única chispa que puedo encender...”.
Aquel
balazo se dio. Encendió aquella chispa, para lo cual también se
necesita coraje y extraordinario valor, disparándose en su oficina de la
Universidad Nacional Agraria.
Se disparó no uno sino dos balazos en la sien, el 28 de noviembre del año 1969, muriendo 4 días después, el 2 de diciembre.
Nos dejaba incluso en ese acto un mensaje irredento con el telón de fondo de la tragedia y la epopeya que es el Perú.
La luz, el pulso y calor de ese fuego, arderá eternamente en toda conciencia y sentimiento que se relacione a nuestra sociedad.
2. Brasa
ardiendo
¡Será
siempre Arguedas una bala suspendida en el aire! Y punto clave de
reflexión en relación a nuestra realidad, a la cultura y a nuestro
destino como personas y como colectividad.
Porque
nos confesó también que todos los latidos de su corazón y cada pálpito
de su vida eran de amor, de devoción y de consagración a una realidad
como a una entelequia que es el Perú.
“La única chispa que puedo encender.”
Frase
dicha en ese trance, con el cañón de un revolver apuntándole la sien,
no por mano ajena sino por su propia mano, es lo que llamo utopía moral.
Y explicaré por qué:
Porque
este hecho, aparentemente de destrucción de sí mismo, es un acto de
desafío, para dejar una brasa ardiendo en nuestra mente, en nuestras
manos y en nuestra conciencia.
Es
un motivo de crisis lacerante y de cuestionamiento inconsolable
respecto a la única chispa que podemos encender, en este caso
refiriéndose a la bala que lo apuntaba y finalmente detonó; y que acaso:
¿lo cegaría o encendería?
3. El grado
de heroicidad
Llamo
utopía moral a esa conversión de los males y dolencias de que padecemos
y atravesamos prácticamente desde que naciéramos, a tornarla en luz; o
por lo menos en brasa o carbón ardiendo en nuestro pecho.
Tornada
o convertida esa bala a partir de aquel momento inquietante en que se
dispara, en pregunta urgente e inacabable acerca de nuestro ser y del
destino de nuestro pueblo.
“La única chispa que puedo encender.”
Bala o frase dicha asediado y presionado por el mundo en su máxima potencia que se subleva dentro de sí mismo.
Dicha
por el transido e inmenso José María Arguedas; esa humana fortaleza
comparable a Sacsayhuamán, ese río más profundo que todos los ríos
profundos y abismales del planeta. Esa flor translúcida de pisonay.
Es
algo estremecedor y pendiente de resolver, como una espada en el aire.
Esa bala suspendida ahora suspendida en el aire detonó; bala que nos da
un mensaje que quiero interpretar como el grado de heroicidad que
tenemos que poner siempre para vivir en el Perú.
4. Guardar
silencio
Es
un reto y desafío a la literatura, al arte y a la vida esa frase,
sabiendo que esa bala se incrustó no solo en su cerebro sino en el
mundo, que fue certera y puso en vilo y hasta ahora en suspenso la vida
del hombre que reveló una realidad intensa y sublevante.
Quien
nos dio a conocer el Perú profundo, indígena y milenario que estaba
oculto por siglos de olvido y oprobio; mundo y cultura que están
pendientes aún de ser redimidos.
Y
esa bala segó la vida también del más reverente de los investigadores
del destino del Perú, y uno de los seres más prístinos en el anhelo de
que aquí se instaure una sociedad nueva y mejor.
Bala
que se encuentra en nuestros propios vasos sanguíneos, con los sueños
de una humanidad más justa, lúcida y solidaria. Sociedad que es la que
nos corresponde construir, no solo para el Perú, sino para el mundo
entero, ahora y siempre.
Son
pues palabras límites. Ante esas palabras es imprescindible e
ineludible primero guardar silencio, reflexionar reverentemente, luego
tomar posición y actuar.
5. Su adhesión
a los desposeídos
Por
eso, llamo utopía moral a una dimensión realmente ineludible. Cuál es
la adhesión a los desposeídos del mundo. De formar causa común junto con
ellos
En
el caso de Arguedas a su compromiso con quienes consideró suyos, y él
parte de nosotros mismos para siempre: los indios, los desheredados, los
legatarios de una cultura sublime y expoliada.
Con quienes, como lo dice en la dedicatoria que hace de “Agua” a los comuneros y lacayos de la hacienda Viseca:
“con
quienes temblé de frío en los regadíos nocturnos y bailes en
carnavales, borracho de alegría, al compás de la tinya y de la flauta”.
O, como se identifica y lo suscribe en el poema: “A nuestro padre creador Túpac Amaru”, dedicado a doña Cayetana;
“...mi
madre india, que me protegió con sus lágrimas y su ternura, cuando yo
era un niño huérfano alojado en una casa hostil y ajena”.
6. Un nuevo
Mariátegui
Llamo, por eso, utopía moral a ese amor límite, el amor del mundo andino, dolido, sufrido, lacerado.
Donde lo importante es el sentido y la adhesión humana en la defensa de una cultura límpida, conmovedora y señera.
Al anhelo de justicia para con los seres maltratados del mundo, que permanecen esperando el día que vendrá.
Y que en función de ellos profesamos una fe, adherimos a una estructura un pensamiento, y asumimos una militancia a seguir.
Utopía moral que es el desvelo por nuestro porvenir y la entrega puesta en el cambio y en la transformación social.
Utopía
moral que es la emoción, el pensamiento y expectativa en el surgimiento
de un nuevo Mariátegui entre la juventud, que es como decir: un
visionario, un organizador y un hombre luz.
7. Aquí, ahora
y para siempre
Utopía moral que no descarta sino más bien valora el modelo validado de sociedad que nos ofrece el incario.
Donde
se alcanza a plasmar aquí relaciones de solidaridad, fraternidad y
bienestar para la población, y que constituían la política de estado de
aquella época. Tomando en cuenta el origen del cual provenimos y que lo
llevamos dentro del cuerpo y del alma, esbozando un futuro distinto para
nuestro pueblo.
Utopía
moral es lo que José María Arguedas logra a partir de la conflagración
de mundos en pugna de lo cual su vida es síntesis, nudo y cruce de
caminos.
Como
lo es también César Vallejo, ese otro “divorsium acuarium”; ambos con
José María Arguedas y José Carlos Mariátegui, a partir de quienes las
aguas fluyen hacia adelante y hacia atrás.
Encuentro
y escisión tanto de las aguas que corren hacia adelante como de las que
van hacia atrás, a fin de rescatar elementos que nos iluminen. O que
avanzan hacia el futuro, que es la sociedad de justicia y solidaridad
que es nuestra responsabilidad reconstruir aquí, ahora y para siempre.