MIRANDO COMO SE CIERRAN IMPÍAS LAS VENTANAS
(Del Poemario “Idioma de los espejos” del Poeta
Peruano Carlos Garrido Chalén)
Dentro de la jerarquía
celestial
el orden más cercano
al pájaro
es el mío.
Pero no sé
adonde ir
cuando se cierran
impías
las ventanas.
Soy siervo
del Todopoderoso
y los mortales,
entre la Eternidad
y el Universo temporal
y conozco palabras
para conjurar a la noche.
Vengo
de las nueve Órdenes
Celestiales
que giran en órbita
alrededor
del Trono del Ungido
y mi hueste
revoletea la nada
subido sobre el viento.
Conozco el proceder
minucioso del Cielo
y puedo
anticipar por Dios
la caída
de los reinos
y el período propicio
de lluvia
sobre el monte.
(Pronostico el volumen
de las inundaciones
y me celebro
a mí mismo
cuando amo).
Mi presencia
no puede ser explicada
por ninguna analogía
con la experiencia
cotidiana:
soy mensajero
del Cielo
un pulsar,
un cuasar
y un aerolito
y en mi cisterna abrevan
los caminos.
Y cuando
se acaba la faura
piedras de cantera
llevan mi nombre
como insignia
de batalla.
Conozco la niebla
opaca
que cubre la luna mayor
de Saturno
llamada Titán
y sé
que una burbuja
en forma de gota
envuelve
el sistema solar
para mimarlo.
Y con mi aljaba,
a lomo de mula,
me voy
hacia el Nueguev
y en el dintel
de las casas
escribo
lo que siento.
Inmutable
frente a violentos cambios
atmosféricos
de mi alrededor
me preparo
como pájaro hambriento
para los días
venideros
y el perfume
de los bosques
de eucalipto
excita mis sentidos.
Y cuando el clima
baja
por debajo del cero
subo
los peldaños del tiempo
para que mi necesidad
no se descubra
y éste es
mi cálamo
mi candelero,
mi garfio
y mi brasero.
Sostengo en mano
un relámpago
forjado en fragua
y aquí está también
mi piedra de ónice
mi aceite de unción
mi canto eterno.
Y sobre los ijares
Tengo
este penacho
de guerra
para entretener
al palomino.
Todos verán
mañana
los pulgares de mis pies
en la cazuela
y exhibiré sin pudor
mis lamparillas
y lo que manejo
en los morteros
y nadie
combatirá el oleaje
del enojo
cuando llegue el día.
Y como Dios
es un Programador
del Orden
aquí estará el ciervo,
la gacela,
la cabra montés,
el íbice
y el antílope;
y también
cambiando
el decurso de la historia
el cardo,
la lechuza,
el búho,
el buitre,
el gavilán,
y nuestra nueva casa
tendrá pretil
en su terrado
para siempre.
Dentro de la jerarquía
celestial
el orden más cercano
al pájaro
es el mío.
Pero no sé
adonde ir
cuando se cierran
impías
las ventanas.
Soy siervo
del Todopoderoso
y los mortales,
entre la Eternidad
y el Universo temporal
y conozco palabras
para conjurar a la noche.
Vengo
de las nueve Órdenes
Celestiales
que giran en órbita
alrededor
del Trono del Ungido
y mi hueste
revoletea la nada
subido sobre el viento.
Conozco el proceder
minucioso del Cielo
y puedo
anticipar por Dios
la caída
de los reinos
y el período propicio
de lluvia
sobre el monte.
(Pronostico el volumen
de las inundaciones
y me celebro
a mí mismo
cuando amo).
Mi presencia
no puede ser explicada
por ninguna analogía
con la experiencia
cotidiana:
soy mensajero
del Cielo
un pulsar,
un cuasar
y un aerolito
y en mi cisterna abrevan
los caminos.
Y cuando
se acaba la faura
piedras de cantera
llevan mi nombre
como insignia
de batalla.
Conozco la niebla
opaca
que cubre la luna mayor
de Saturno
llamada Titán
y sé
que una burbuja
en forma de gota
envuelve
el sistema solar
para mimarlo.
Y con mi aljaba,
a lomo de mula,
me voy
hacia el Nueguev
y en el dintel
de las casas
escribo
lo que siento.
Inmutable
frente a violentos cambios
atmosféricos
de mi alrededor
me preparo
como pájaro hambriento
para los días
venideros
y el perfume
de los bosques
de eucalipto
excita mis sentidos.
Y cuando el clima
baja
por debajo del cero
subo
los peldaños del tiempo
para que mi necesidad
no se descubra
y éste es
mi cálamo
mi candelero,
mi garfio
y mi brasero.
Sostengo en mano
un relámpago
forjado en fragua
y aquí está también
mi piedra de ónice
mi aceite de unción
mi canto eterno.
Y sobre los ijares
Tengo
este penacho
de guerra
para entretener
al palomino.
Todos verán
mañana
los pulgares de mis pies
en la cazuela
y exhibiré sin pudor
mis lamparillas
y lo que manejo
en los morteros
y nadie
combatirá el oleaje
del enojo
cuando llegue el día.
Y como Dios
es un Programador
del Orden
aquí estará el ciervo,
la gacela,
la cabra montés,
el íbice
y el antílope;
y también
cambiando
el decurso de la historia
el cardo,
la lechuza,
el búho,
el buitre,
el gavilán,
y nuestra nueva casa
tendrá pretil
en su terrado
para siempre.
SACANDO
DE SUS DEPÓSITOS AL VIENTO
(Del Poemario “Idioma de los espejos” del Poeta Peruano Carlos Garrido Chalén)
En los atrios
de mi casa,
Dios ha puesto
un letrero
de pórfido
y de mármol
que cuido con amor
de Pastor
todos los días;
y el que extiende
cortinas en los Cielos
me alienta
desde su losado
de jacinto.
Y es
de flores
de alheña y nardo
el corazón de su pueblo.
De flores,
canela
y caña
el canto del alfarero.
En el letrero
dice:
“Depósito de los vientos”
y hay un ruido
que ventila
palabras
nunca escuchadas,
como ramitas
podadas
de prisa
por la mañana
y ramas de mimbre
y junco
volando como cascadas.
En los Cielos
pelearon las estrellas
y en los quicios
de mis puertas
los relámpagos.
Y arrullé
con cánticos al mirlo
y rocío de lo alto
a la mandrágora.
Dios quebrantó
el cetro
del impío
y detuvo a las mañanas
en su palma.
De la raíz
de la culebra
salió áspid
y aulló
el ciprés
de la montaña.
Y entonces fui
un jinete
apacentando
en los quiciales
de la cabra
a las ventanas.