EL MUNDO AL REVÉS:
EL FESTÍN DE LA CORRUPTELA
Todo lo que rodea esas
historias de corrupción tejidas alrededor de hechos reales –fruto de la
podredumbre sembrada en el país por mandato del régimen izquierdista brasileño,
a través de una escuadra de constructoras venales a su servicio– tiene ribetes
falsos. La escoria no sólo circunda a la clase política; asimismo a la burocracia,
al empresariado, a los gremios, etc. Por ejemplo, los abogados. Todos esos
contratos han pasado por manos de poderosos estudios cuyos letrados encontraron
la forma de eludir –sino burlar– la ley. Empezando por grandes firmas auditoras
que todo lo valoraban al compás del cheque que recibirían por verificar los
balances de sendas compañías envueltas en una mafia para robarle al país;
balances elaborados por contadores que colocaban cifras y conceptos más bien
ligados a la prestidigitación que a la verdad. Incluso se dan casos de informes
legales elaborados con prontitud más que sospechosa, que inducen a pensar que
fueron fabricados a medida de la consulta que hacían los representantes del
Estado, sujetos al pago de insultantes estipendios por “servicios” prestados
por presuntamente impolutos bufetes de jurisconsultos. El festín era perfecto.
La factura la pagaban los imberbes ciudadanos, ajenos a estos enjuagues
empaquetados como proyectos estupendos para mejorarle la calidad de vida a la
sociedad. La típica engañifa de siempre, aunque esta vez urdida por un equipo
fantasmagórico dirigido por algunos políticos en complicidad con determinados
empresarios, profesionales de las finanzas, especialistas contables, auditores
y juristas.
Desde luego que ninguno
de los actores de este teatro de la perversión imaginaba que algún día el
cohecho se descubriría y volarían por los aires las pruebas fehacientes del
fenomenal contubernio para robarle a esta nación, gestado a la sombra de un
gobierno “químicamente puro”, como trataba de retratarse el Alejandro Toledo, a
quien hoy todo apunta que resultó más corrompido que su predecesor. No
obstante, apelando a aquella vieja costumbre peruana de hecha la ley hecha la
trampa, los comediantes de ayer se han transformado en tragicómicos hoy,
rasgándose las vestiduras a diario en los medios de prensa para alegar que todo
lo que hicieron –balances trucados, auditorías bamba, informes legales
nebulosos, etc. – encuadra perfectamente dentro de las normas.
Ejemplo alucinante es
que el abogado Juan Monroy Gálvez, figura televisiva durante la semana pasada,
adujera que Odebrecht SA no es Odebrecht porque lleva el agregado SA. ¿Dónde
estamos? Es más, Monroy Gálvez alega que un informe suyo citado por
Proinversión –que lleva fecha 4 de agosto 2005, amparado por factura emitida el
23 de agosto 2005 referida precisamente al citado Informe– no lo entregó en esa
fecha, como precisan tanto aquel documento, la citada factura de su Estudio
Jurídico y los cargos, firmas y sellos de recepción de Proinversión. “Lo
entregué el ocho o nueve”. Es su inicua respuesta, sin exhibir prueba
alguna. Monroy –hoy investigado por la Justicia– intentaría evadir
responsabilidades pues en dicho informe contradijo a la Contraloría en asunto
tan espinoso como el affaire Interoceánica con Odebrecht y Graña y Montero.
¿Qué tal? Este país está enfermo.
Fuente:
Diario Expreso