Danilo Sánchez Lihón
Con las palabras
la mente tiene alas.
Aristófanes
1. Brillo
y vigor
El
teatro es un género artístico ligado de manera natural y espontáneo al
alma y al ser infantil, puesto que el niño lo realiza como una expresión
innata, incluso sin proponerse hacerlo. Así como ocurre con la poesía y
el cuento, artes para las cuales ellos tienen especial talento y
predisposición.
Para
el niño la vida es teatro y el teatro es vida. Y juega encarnando
personajes y situaciones, porque la existencia para él es maravilla y
aventura y merece ser representada. Y todo ello se da constantemente
vinculado al juego, que en los niños es muy serio.
Sin
embargo, hay diversas formas de teatro relacionado a la infancia. El
primero es un teatro para niños que los adultos dedican o destinan a
dicha edad, basados en cánones, convenciones y propuestas de las cuales
son conscientes los adultos.
Requiere,
que como condición previa se atienda los intereses e inquietudes
auténticas que tienen los niños ante la realidad, la vida y el universo;
hondura de tratamiento, así como pensamiento cabal y valeroso sobre los
temas y asuntos que se enfoquen.
También,
realización estética de mucho brillo y vigor, dejando de lado las
banalidades y supercherías, las idealizaciones y adornos gratuitos,
porque el niño quiere y aprecia la belleza que es honda y raigal.
2. Textos
abiertos
Este
teatro no sólo ha de entretener, divertir y complacer. Ha de hacerlo,
pero como un punto de partida para arribar a su fin esencial, que es
mucho mayor: 1. Formar una conciencia individual y social. 2. Hacer
comprender una serie de aspectos fundamentales de la vida, y 3. Proponer
una ética y una moral social.
Hay,
de otro lado, lo que podríamos llamar teatro infantil, que hacen los
niños dirigidos y orientados por los adultos, en donde se plantean una
temática, un argumento o una historia; les asignan roles, se hacen
responsables de la dirección, y organizan el acto de la presentación
para un público infantil y adulto.
Bien
conducido este teatro convierte el tiempo cronológico en tiempo
afectivo y éste en tiempo mágico, que altera todos los relojes y hace
estallar todos los cronómetros; poniendo al revés los prejuicios y
colocando de cabeza, y boca abajo, las sinrazones.
En
este teatro lo que se busca no debe ser tanto producir una obra
acabada, perfecta o exacta; pues la literatura como el teatro son textos
abiertos, obras inconclusas, que solo alcanzan a ser plenas cuando los
recrea el lector o el público que participa activamente en su
consumación.
3. Íntima
razón de ser
Es
importante. en este tipo de teatro que el niño actor y el público niño,
añadan o quiten éste o el otro elemento a la obra representada, le den
éste o el otro sentido, enriqueciendo su mensaje y su ser. Por eso, en
esta clase de teatro, más que el producto debe interesar el proceso, el
camino, la participación y las experiencias que alcanzará a propiciar
que surjan y se den.
Y
hay también una tercera modalidad, que es el teatro de niños, que es
cuando ellos por su propia cuenta e iniciativa se organizan para urdir
una historia y representarla. Lo hacen como parte de sus juegos, como
una dimensión recreativa inherente a su proceso de desarrollo y
maduración, en donde tiene que ver mucho la fantasía, pero de igual modo
la identidad.
Porque
la primera función del teatro de niños es el hallazgo de aquello que
somos, que siempre será una búsqueda apasionada, un descubrimiento y
consagración. Es el camino para hacer evidente cuál es nuestra función
en la vid, es ver con claridad de imágenes la coherencia de lo que
representamos en nuestra actuación vital.
Es
el encuentro de nosotros mismos, la encarnación veraz y sincera del
personaje que somos, lo que verdaderamente importa. En suma: el
afloramiento de nuestra íntima razón de ser en el mundo.
4. Teatro
es maravillarnos
Dicho de otra manera y recapitulando lo anterior:
En
el teatro para niños, que es el primero que referimos, los niños son el
público; en donde es preferible que todas las actividades las hagan los
adultos, pues de lo contrario se forzaría demasiado a los pequeños,
presionándolos para que se ajusten a normas y cánones rígidos y fuera de
su contexto natural.
En el teatro infantil, que está muy emparentado con el teatro escolar, los niños son los actores y a su vez los animadores. En él el público está compuesto de personas de distinta edad.
En
el teatro de niños, son estos quienes actúan y generalmente no hay
público, todos participan de algún modo. E incluso los que observan
cumplen un rol y una función cardinal en la representación.
Cabe
anotar, como corolario de todo esto, que el teatro es importante sobre
todo para descubrir nuestra identidad, profundizar e extasiarnos con
ella. San Agustín expresa un pensamiento certero que corresponde
anotarlo aquí, porque nos ilustra acerca de esta situación:
«Los
hombres viajan al extranjero a maravillarse ante la majestuosidad de
las montañas, las gigantescas olas del mar, los interminables cauces de
los ríos, la inmensidad del océano y los movimientos circulares de las
estrellas, y no se maravillan de su propio ser».
El teatro es una de las formas, tal vez la más límpida y directa de complacernos con nuestro propio ser interior.
5. Principios
del teatro infantil
Cuando
el niño convierte a un palo de escoba en un caballo, en un corcel y
hasta en un unicornio con alas y un cuerno en la frente, y a sí mismo en
un jinete que devora caminos, cruza ríos, tramonta montañas y hasta
asciende a las nubes, en realidad ¿qué está haciendo? Teatro.
Y
lo hace de manera espontánea, viva y natural. Realiza el teatro más
puro, auténtico y raigal que uno pueda imaginar, pero a la vez está
dando expansión a su ser, a sus impulsos y aspiraciones más legítimas.
Igualmente,
cuando el niño coge un sombrero, una capa, un par de zapatos de su
padre o de su abuelo y empieza a hacer una función de representación,
está suplantando la realidad por otra potencial y que yacía oculta.
Allí
asume la conducta de todo aquello que sus sueños, sus anhelos
inconfesos, sus miedos y sus cariños le inducen o sugieren ser. Y aflora
aquello que debemos hacer evidente, porque es algo que es menester
superar. O porque es la verdad que esperábamos ver configurada. De allí
que el teatro infantil se basa en dos principios educativos del máximo
valor:
La
práctica creadora, que deja libre la capacidad de cada uno en
particular y de todos los miembros o participantes en general, de
intervenir con ideas, sugerencias, planteamientos y actuaciones propias.
Y
el trabajo grupal, en donde el niño aprende a asumir roles y a
acoplarse armoniosamente en un conjunto vasto de personas y situaciones.
6. Libre
iniciativa
Otro
elemento se agrega a lo anterior es la capacidad de organización, dado
que hay que ordenar muchos factores, pero principalmente las coordenadas
de espacio y tiempo.
Y
ello, tanto en la preparación de un determinado texto a ser puesta en
escena, como en la escenificación misma de la obra elegida para ser
representada.
El
teatro infantil debe permitir el desenvolvimiento de los aspectos
biológicos, psíquicos y sociales de los niños; así como servir para
aliviar tensiones, generar climas de entusiasmo, de compromiso y
responsabilidad.
Este
cometido se logra tanto en el grupo que actúa como entre quienes
desempeñan otras actividades inherentes a la representación pero
distintas a la actuación, y en quienes son espectadores.
En
lo posible, debe dejar la libre iniciativa de los pequeños, la
posibilidad de que ellos creen soluciones propias y audaces a cada
situación que se presente.
Ha
de ser un momento de juego, de alegría, de total expansión, en donde la
confianza, la sonrisa y el placer de compartir estalle y se exalte.
En
donde el niño tímido, inhibido, triste o melancólico juegue a ser osado
e intrépido y viceversa, incitan siempre a descubrir otros estados de
ánimo. Y todo obtenido por el ambiente contagioso de la espontaneidad
que se logre conseguir.
7. Exacta
belleza
Ha
de ser como cuando con los niños salimos de paseo al aire libre. O
cuando practicamos un deporte en los campos abiertos y nos disponemos a
la sana recreación a través del vuelo del espíritu por los ámbitos de la
imaginación. El teatro como tal y visto así será franco, sincero,
desenvuelto, y parte del proceso del niño de instalarse o relacionarse
con los demás en un clima de confianza, y de crecer en comunión con los
otros.
Porque,
es consabido que hay una etapa de la evolución del niño que es imitar,
en la cual él aprende reproduciendo lo que padre, madre, y toda persona
que alcance a conocer, hacen. Ellos imitan los aspectos más
característicos y definidos que cumplen en realizar sus mayores.
Y es eso, lo que hace el teatro: llevarlos a un espacio de
representación en vivo, lo que significa una reflexión valiosa y un
vivir a otro nivel, con categorías intelectuales superiores, teatro que
surge desde el centro del ser y vuelve hacia él, idéntico o
transformado.
Cabe
advertir que en el teatro infantil hay la tentación del acartonamiento,
de los clichés y de la rigidez. Por eso, siempre debe estar presente en
él, como fundamento de trabajo, que el principio rector es la libertad
creativa. Claro que bajo la práctica de un trabajo disciplinado y de
pleno compromiso. Es sólo con esa condición que se manifiesta en todo su
esplendor la vida auténtica de los seres humanos, con autonomía, pero
también con exigencia de lograr exacta belleza y esplendor.
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