Danilo Sánchez Lihón
1. Primer
temblor
El
hombre es el ser vivo del universo que para vivir y crecer necesita que
le narren historias, así como requiere él mismo contarlas, sea oídas,
leídas o inventadas. Proyecta y multiplica su vida recreando sucesos de
la realidad o de la imaginación en donde se crean otras vidas
prodigiosas, paralelas a esta.
Vida
la nuestra en la cual no nos basta sufrir y padecer lo que padecemos,
sino que hacemos que otros personajes también la sufran o la gocen,
dotándoles de atributos con los cuales exorcizamos o ahondamos nuestros
males y pesares; como hallamos también caminos y senderos de cómo
paliarlos, y seguir abrigando esperanzas.
Este
signo es algo primigenio, recóndito y raigal; y al mismo tiempo aquello
constituye el manantial más profundo de la literatura infantil. Pero
preguntémonos: ¿Dónde y cuándo nace esta cualidad del hombre para soñar,
maravillarse y aspirar al ideal? O bien, ¿cuándo y dónde se origina la
capacidad de fabular, dándole a ello pábulo, asidero y fascinación?
¿Cuál es ese primer temblor, pálpito o corazonada que la ansía, la
busca, la pretende y consigue?
2. En torno
a la hoguera
Se
gesta este ritual cuando hace 65 millones de años en el proceso de
evolución de la vida sobre el planeta tierra, un homínido cazador de la
era cenozoica, desamarra la aljaba que lleva en sus hombros, deja a un
lado sus flechas, pone el arco recostado a una piedra, y se sienta a
admirar el crepúsculo desde lo alto de una colina.
Y
allí se queda, contemplando hasta que al fondo de la cañada las luces
amarillas confundidas con lo intrincado de la floresta, le hacen ver que
corretea por los campos un jabalí empenachado de luces multicolores,
tan grande como el arco iris y tan luminoso como los rayos del sol que
estallan en el horizonte, y que ingresando al centro de la laguna lucha
con una sombra para finalmente desaparecer ambos, significando lo
pródigo y lo precario, el pasado y el futuro, el bien y el mal.
Esa
visión conmueve tanto al joven cazador de hace miles de milenios de
años que de regreso a la tribu camina pensativo, lleno aún de visiones. Y
cuando en la noche hombres, mujeres y niños se acurrucan en torno a la
hoguera, les narra su hechizo y su tremenda fantasmagoría.
3. El hilo
de oro
En
el campo de la literatura infantil no hay ningún otro aspecto como la
narración de cuentos que se pueda reclamar con justo derecho a
representar el origen, como el primer brote y la manifestación
primigenia de aquella expresión artística surgida como proeza del
lenguaje oral.
Arte
olvidado durante mucho tiempo por el prejuicio de que todo lo infantil
es falto de trascendencia. Y que ahora felizmente cada día en nuestros
países viene recobrando mayor importancia, valor y significación, desde
cuando aquel homínido, en aquel instante antiquísimo que se pierde en la
aurora de los tiempos, dejó que la mariposa de la fantasía revoloteara a
sus anchas dentro de su ser arrobado, estrujándole con sus alas la
cavidad más recóndita del corazón.
Para
luego configurarse como una historia con un argumento con su lógica y
su razón, para después cobrar forma mediante palabras orales que se
susurraron y balbucieron para finalmente extraviarse en el cielo
infinito de la ilusión. Y cuando en torno al fogón de la cueva., y ante
un público de ojos absortos y ávidos, empezó a destejer el hilo de oro y
espléndido de la creación literaria se daba comienzo en ese momento a
esta práctica suprema y milenaria como es la narración de cuentos.
4. Así,
cada día
Allí
surge; pero lo extraordinario es que este hecho no quedó anquilosado en
ese día antiquísimo, lejano y ya arcaico; coincidente con el balbuceo
de los primeros lenguajes orales, sino que ese rasgo nimio pero
milagroso, que no tenía ni el estruendo del rayo ni la fragosidad de la
lluvia, empezó a hacerse cotidiano y a repetirse cada día y cada
instante, y ya no solo al calor de la hoguera sino cuando un padre
amoroso se inclinaba ante el lecho de su hijo o hija, en el aposento
hecho de pieles de animales tiernos o feroces, donde se daba cabida a
narrarles historias que recorren el camino que va del sueño a la vigilia
y viceversa.
Y
casi siempre, como las flores que hacen emerger sus capullos fragantes,
estos hechos nacen más en los lugares modestos y brotan ferazmente en
los sitios en que los ojos y las manos envidiosas de la opulencia de
repente no quisieran que naciera.
Y
así cada día, sentados en torno quizás ya no al fogón hecho de leña del
bosque, sino bajo el haz de luces de las lámparas de neón, el padre y
la madre son más padres y madres que nunca, cuando sientan a los niños
en sus regazos y ellos corresponden abrazándose a sus cuellos, y
empiezan a reunificar el mundo de lo ocurrido y lo anhelado, de lo real y
lo imaginado que enlazado por las palabras salen de sus bocas en el
formato de los cuentos.
5. Espacios
mágicos
Y
se convocan a seres objetivos y ficticios en el lenguaje con que se
vierten, refiriéndose a los hechos más simples y naturales de los cuales
poco a poco se va pasando a los más complejos y distantes, para luego
desembocar en los cuentos fantásticos y míticos de los pueblos
aurorales.
Allí
las voces dejan su pesadez, su opacidad, su aprisionamiento en el mundo
de las cosas y saltan, chisporrotean o vuelan; o bien parecen
extinguirse, apagarse y hacerse añicos en la noche como la llama que nos
reúne y cobija, como la lumbre del candil que parpadea ante los relatos
de almas en pena, de misterio y de terror.
Estas
horas hondas, mágicas, absortas, ¿qué influencia profunda y grande
tendrán en el alma de los seres humanos, y más aún de quienes son niños?
¡En
donde mediante la magia de la palabra sugestiva recorremos mundos, nos
introducimos por atajos e inhollados caminos, y vamos a dar a espacios
encantados y mágicos configurando nuestros destinos!
6. A la proa
de una barca
Y
nos preguntamos: ¿qué sedimentos íntimos no se remueven de ese modo? ¿Y
al transitar por ellos la huella de nuestros pasos no quedará por estos
o por otros senderos para desentrañar quiénes somos y saber el destino
que nos espera?
¡Claro
que sí! El arte de narrar se logra cabalmente cuando podemos subyugar
el alma de quien o quienes nos escuchan, a tal punto que con el hilo de
la voz es posible llevarlos por moradas, paisajes y mundos
impredecibles.
Convenciéndolos
además para que crean y sean cómplices de un riesgo y de una aventura
suprema, cual es urdir el destino de los seres que aparecen en nuestros
relatos, y la suerte de nosotros mismos; sea de los que contamos o de
los que escuchamos conmovidos, fascinados y comprometidos con una
historia que no por ideal o soñada, deja por eso de ser real y
verdadera.
Tan
verdadera que Jesús a orillas del lago Tiberíades enseña su excelsa
doctrina en base a parábolas o cuentos. Y lo hace subido a la proa de
una barca, y retirado unos cuantos metros de la playa en donde se agrupa
la multitud extasiada que hasta ahora lo sigue.
7. El don
de amar
Allí
es donde él les platica acerca de un sembrador que arroja semillas
hacia tierra: Algunas de ellas caen sobre terreno rocoso y el viento y
el sol terminan por hacerlas estériles. Otras caen sobre espinas y
abrojos y entonces en la maraña no alcanzan a ver la luz necesaria para
germinar y crecer. Pero otras descienden sobre la gleba fértil y buena,
las mismas que al final echan flor y fructifican.
Y
así como éste son muchos los relatos que él narra a la grey que le
escucha, todos llenos de hondos significados y enseñanzas sublimes. Sus
discípulos están impresionados por esta forma de educar nueva y extraña
para ellos. Y tanto es su asombro que le preguntan: "¿Por qué les hablas
usando ilustraciones?", que así llaman ellos a los cuentos que si
observamos la naturaleza del vocablo que utilizan para denominarlas es
tal como si fuesen para ellos ayudas audiovisuales.
Jesús
les explica que una razón para ello es cumplir la palabra del profeta
que predijo: "Abriré mi boca con ilustraciones, publicaré cosas
escondidas desde la fundación". Pero el mayor significado es que
"ilustraciones" deriva de luz, que es sinónimo de iluminación, y sirven
para que se revele la actitud y el don de amar y querer que hay en el
corazón de la gente, y que es el mismo fundamento del arte de narrar
cuentos.
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