Danilo Sánchez Lihón
Ofrecer amistad al que busca
amor
es dar pan al que se muere
de sed.
Gabriel García Márquez
1. Nítido
y pleno
Lo conocí en la Plaza de Armas de mi pueblo, cuando le oí hablar.
Era prodigioso. Refería algo y se iluminaba todo. Cada rasgo resultaba relievado, y resaltaba con luz propia.
El mundo y la vida se configuraban de un modo distinto, nítido y pleno de encanto y de gracia.
Enunciaba algo y todo se configuraba de nuevo, de manera cabal e intrépida.
Con el lenguaje se lo tenía todo. Con él basta para justificar cualquier trabajo, penalidad o sufrimiento.
Porque con él cabe vivir deslumbrado y contento, pese a las adversidades de esta existencia.
2. Raíces
de los árboles
Así, le oigo decir que la calle es un rascacielos, pero tirado en el suelo.
Que
el campanario es un timbal puesto de pie, en donde los relámpagos y
truenos componen y descargan la música y canciones que entona la banda
del pueblo.
Que la tarde es color de la ceniza y la noche del carbón, porque el sol ha ardido todo el santo día.
¿Quién es? Es el genio del pueblo. Por ellos el lenguaje aflora directo y natural como por un manantial, pródigo y señero.
Surge como por un puquial, un ojo de agua o un arroyuelo de la napa freática.
Puesto que el lenguaje es un recurso ligado al humus, a la juntura entre las piedras, y a las raíces de los árboles.
3. Alumbrarme
en la oscuridad
Es
un manante ligado a lo telúrico, a las plantas, animales y a los
minerales extasiados. Ligado a los duendes, los mukis y a los seres
fantásticos que pueblan el universo.
Ligado
a illas, ekekos y pacarinas. Viene de la tierra y va a la tierra de
frente o trasmitida, como instancia del universo: fresca, impoluta y
etérea.
Busco entonces ver quién habla así. Está sentado con dos amigos más al filo de la vereda.
Nada
los distingue de los otros, ni a quien habla de los otros dos. Están
esperando algún vehículo que los lleve a trabajar a la mina.
Mientras
yo hago tiempo para que se desocupe un poco la tienda a fin de comprar
una linterna con qué alumbrarme en la oscuridad.
Porque aquí no hay luz eléctrica, ni a gas. Y las noches son tupidas, lóbregas e intrincadas.
4. Para
siempre
Alguien pasa y le gasta una broma. Es un muchacho que tiene canas que le jaspean el cabello negro.
Y él le dice:
– Ya pues, cabeza de perro de molinero.
Todos ríen porque el mote resulta perfecto.
A otro un tanto blanco y sonrojado, con algunas rajaduras en el rostro saludable, cariñosamente lo llama:
– ¡Leche cortada!
Y lo dice con tal gracia que el afectado ríe también, pese a que este apelativo lo trasmitirá a todo su linaje.
Él
morirá, pero el apodo que acaban de calzarle, y que seguirá
repitiéndose para designar a todos los miembros de su familia,
generación tras generación, vivirá para siempre.
5. Paladea
el aire
Es el genio de la tierra que todo lo fabula, recrea y convierte en deliquio y en cuento.
¿Pero,
que talante tiene este personaje? ¿Cómo luce? ¿Cómo se sienta y cómo se
pone de pie? Ya lo ubiqué. Luce, ¡común y corriente! Es más, tiene la
apariencia de un buhonero.
El
de un chofer de ómnibus interprovincial. Y hasta el de un arriero de
mulas; un hombre del pueblo que dice las cosas tal como si las estuviera
fundando de nuevo, manejando el lenguaje sin cortapisas ni vainas.
Pasa
una jovencita y al verla se siente cómo si se le llenara el alma de
gozo. La boca se le tuerce, como quien paladea el aire del mediodía.
6. Corrido
de los jueces
Y
entonces esboza una sonrisa que al final rubrica con un suspiro de pena
y melancolía. Y esta vez su frase coincide con el título de un poema de
César Vallejo:
– ¡Vaporcito encantado siempre lejos!
– ¡Ya, ya, ya! –Lo ajochan.
– Tú no digas nada, fierro viejo. –Le dice a su compañero ya un poco gastado por la vida, pero recio.
Y
todos ríen otra vez. Cuando se pone de pie sospecho por su manera de
pararse y caminar mirando a uno y otro lado que seguramente es alguien
que anda corrido de los jueces.
Ya que todo él resulta del todo sospechoso para la policía.
Y
ha de ser por lo que dice. Por esa capacidad embrujada de extraerle
conejos al lenguaje, que si sigue así cualquier día lo meterán al
calabozo.
7. Piedras
preciosas
– ¡Gabriel García! –Le gritan desde lejos–. ¿Cómo hacer para atajar al sol?
– ¡Con una bandada de mariposas negras! –Comenta al desgaire.
– ¿Negras?
– Sí, ¡negras!
– ¿Por qué?
– Porque el sol es una bandada de mariposas amarillas.
– Y, entonces, ¿negras, por qué?
– Para que se apareen.
Retruca antes de despedirse con su rostro de trabajador humilde y sufrido, por la esquina de la plaza de mi pueblo.
Y
lo veo desaparecer encima del volquete que los lleva a la mina, a
extraer de los socavones oro, diamantes y piedras preciosas, pero de
lenguaje.
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