Doctor Modesto Montoya, en los niños de 0 a
5 años, cuya formación es el cimiento para un desarrollo óptimo del ser
humano posterior, nos interesa mucho saber cómo a esa edad ya podría
inculcársele algunos elementos para una afición genuina hacia el mundo
de las ciencias. ¿Es eso posible?
Los
niños tienen las características completas, por decirlo así, de un
científico. Es más, las ultimas investigaciones acerca de los más
grandes científicos, mundialmente reconocidos, nos permiten decir que
ellos han tenido la suerte, por alguna razón, de mantener intactas sus
cualidades de niños.
¿Cuáles son esas cualidades?
La
curiosidad, el deseo de construir, de inventar, incluso obsesivamente,
divirtiéndose en hacer artefactos nuevos, a causa de lo cual
frecuentemente rompen las cosas de los padres, lo mismo que ocurre con
los científicos modernos: que experimentan en aspectos que no conocen;
porque no es científico aquel que repite lo conocido, pues eso hace el
técnico, siendo aquél más bien el que está explorando asuntos totalmente
vírgenes.
Quien vuelve a plantearse las cosas incluso ingenuamente, con plena inocencia y candor.
Por
eso es que se parecen él y el niño, sin amilanarse pese a que ese
conocimiento se descubre a veces en forma dolorosa. Así, quemándose el
niño conoce que la plancha calienta. El científico moderno del mismo
modo: hace experimentos que a veces resultan tristes, acontecen
accidentes nunca previstos, como el ocurrido con el Challenger donde
murieron valiosas personas.
¿Qué es lo que hay que cultivar en el niño para lograr formar en él una personalidad inclinad y abierta a las ciencias?
Para
hacer de un niño un científico no se necesita añadirle características,
sino más bien estimular aquellas que le son inherentes.
Y, ¿cómo se hace?
Guiándolos
en sus experimentaciones, mostrándoles interés respecto a aquello que
hacen, haciéndoles sentir que es de valor, sin desanimarlos nunca en su
curiosidad, sin decirles “no hagan eso”, sin cometer el error de
responderle con un silencio a sus preguntas, aduciendo que estamos
ocupados “en cosas serias”, dejando así al niño frustrado. Sin
castigarlo porque en su deseo de construir ha roto cualquier objeto. Los
maestros principalmente de educación inicial y primaria deben ser
personas altamente calificadas para tratar esas joyas que tienen en sus
manos y convertirlos en algo aún más reluciente.
Hay quienes todavía piensan que el niño es una naturaleza un tanto rústica.
Yo
quisiera señalar que los niños son seres humanos con un cerebro que
funciona mejor que el nuestro, el de los adultos. Aprenden las cosas muy
rápidamente. Conocido es, pongamos por caso, que ellos aprenden en un
año un idioma extranjero sin ningún problema y perfectamente. Ese es el
momento vital para el desarrollo de aquello que puede ser sutil y
complejo. Todos los estímulos que reciban desde el vientre de la madre
hasta los cinco años, prácticamente definen su vida de futuros
intelectuales.
Hay
la idea de que el mundo de la ciencia requiere laboratorios
sofisticados, una infraestructura compleja e instalaciones costosas,
prejuicio ante el cual nos automarginamos al no contar con esos bienes.
¿Es posible avanzar en dicho dominio con materiales caseros, comunes y
corrientes, y hasta desechables, o necesariamente tenemos que tener
equipamientos muy especiales?
En
realidad, para formar a niños científicos no es necesario recursos
económicos que no sean aquellos normales, que están al alcance de
cualquier padre de familia. Para comprender las fuerzas de la
electricidad basta tener un peine y algo con qué frotarlo y ya se pueden
estar descubriendo esas leyes. Pero interesa también mostrarle al niño
algo que le agrade, que sea mágico, ¿no?
¿Por ejemplo?
Con
una cañita o sorbete podemos hacer girar una lata desechable de
gaseosa, eso al niño le gusta, le inquieta y nos preguntará ¿por qué?, y
ahí está entonces el adulto para enseñarle. Con una botella y un palito
de fósforo se le puede mostrar la fuerza y el centro de gravedad. Las
leyes de la inercia se descubren jugando con carretillas y poniendo
encima un pedazo de madera, se va corriendo y de repente se para, pero
no así el pedazo de madera que sigue y se cae.
Es
como incentivarlo a hacer preguntas, campo en el cual las mejores
interrogantes son aquellas que nos hacemos a nosotros mismos. Y mucho
mejor si a la vez somos quienes se afanan por buscar las posibles
respuestas a esos planteamientos.
De
eso se trata. El niño preguntará ¿qué es esto? ¿Por qué se cayó? Se le
explica que todas las cosas que están en movimiento si es que alguien no
las detiene, siguen en movimiento. Con unos alambrecitos e imanes se
pueden armar motores o generadores de corriente, que hacerlos no cuesta
más allá de cuatro reales y que son la base de la tecnología moderna.
Imaginémonos: si el niño ve cómo funciona un motor en su mesita de
trabajo, ¡cómo será cuando lo vea en un automóvil o cuando se prenda la
luz de su cuarto! Lógicamente su actitud cambiará extraordinariamente.
Cultivar a un niño para la ciencia, ¿es distinto y hasta opuesto a cultivarlo para el mundo del arte?
La
ciencia es hermana del arte, porque la característica de la ciencia es
que ve en la naturaleza la belleza de las cosas, la armonía y el orden
en que se desenvuelve, de modo que si desde pequeñitos se lo acostumbra a
ello, como puede ser haciendo juguetes simétricos, utilizando colores
complementarios, armando sus rompecabezas, sus legos, poniendo el rojo
al lado del amarillo, y el verde con el azul, se va dando cuenta que hay
un orden que da resultados más hermosos y bonitos y no poniendo todo
mezclado, en donde salga una casa pintada con una confusión de colores
sin leyes ni armonía.
Esta idea del orden es realmente importante.
Sí.
El científico trata de buscar los principios y la simetría en la
naturaleza, por eso a los niños hay que entrenarlos desde pequeños con
el orden, porque ello forma parte de una conducta científica, y ello se
logra haciéndoles arreglar las cosas en la casa, por ejemplo, en donde
todo tenga un sitio, comprobando así que algo funciona óptimamente solo
cuando hay un sistema. En la naturaleza se aprende muy pronto a saber
que todo está optimizado gracias a las leyes de la ciencia.
¿Cuál es el factor fundamental para iniciar esta gran tarea de formar en el niño actitudes favorables para la ciencia?
Para
enseñar ciencia a los niños se requiere sobre todo maestros preparados;
nada más. Para ello hay que formar profesores alegres, satisfechos de
su tarea, entusiastas. Si eso se logra el resto es secundario. Pero,
además, que tengan los incentivos más adecuados, sin obviar los
económicos, pues de lo contrario podrán tener edificios elegantes,
adelantos tecnológicos a su alrededor, asesoramiento disponible, pero
sin sentirse conformes con el reconocimiento en sueldos que se le
brinden, no se alcanzarán los resultados esperados.
Hay
algunos que dicen: para qué incentivar una personalidad ligada al mundo
de las ciencias si es que dicho conocimiento no se lo va a poder
aplicar en la realidad, ni tampoco por ello se va a poder conseguir
trabajo. Pero ello también forma parte de una formación integral y de
una calidad de vida superior, ¿no es cierto?
Hay
un aspecto, por supuesto, más simple de comprender y es que el hombre
utiliza solamente las cosas que considera necesarias para sobrevivir; y
si el niño poco a poco ve que para sobrevivir no necesita descubrir
nada, que mamá le da todo, va a desechar todo esfuerzo de su vida.
Pero la ciencia resulta siendo lo más útil.
Ahora
en este siglo XXI que se avecina la ciencia es fundamental realmente
para sobrevivir; e incluso ahora los pueblos que están sobreviviendo son
aquellos que en algún momento iniciaron el camino de la ciencia.
Pero también se lo ejecuta por divertimento, por placer y hasta por pasión, y no solo por necesidad.
Por
supuesto, debiéramos pensar que en primer lugar hay que incentivar la
ciencia en los niños porque es parte del aspecto lúdico de la persona
humana, y en el hombre porque es una forma de desarrollar su
personalidad integral. Entonces, no se trata solamente para formar
científicos, porque los niños pueden ser más tarde literatos, pintores,
técnicos. Se trata más bien de mostrarles toda la gama de conocimientos,
porque lo que aprendieron de pequeños forma parte de su formación
integral.
Y eso los hace más competitivos en el mundo.
¡Totalmente
de acuerdo!, dado que, si más tarde ellos son científicos, tienen
abiertas las puertas de la tierra o del planeta. En el Siglo XXI las
fronteras habrán desaparecido para todos aquellos que son hombres de
ciencia.
Y se difuminan las fronteras.
Sí.
En estos momentos ya están abiertas. Los científicos peruanos están en
todas partes del mundo trabajando, mejorando, haciendo descubrimientos.
Entonces hay esos dos aspectos, por un lado, hay que cultivar la ciencia
como formación integral de la persona humana y, en segundo lugar, por
las posibilidades de supervivencia a futuro, que la situación social y
económica va a ser altamente competitiva, científicamente hablando.