Danilo Sánchez Lihón
Piura
atraviesa en estos momentos horas difíciles por las lluvias desatadas,
el crecimiento de los ríos y las altas temperaturas reinantes. Aun así,
allí se realiza en estos días el Festival de la Algarrobina. Sin
embargo, no todo lo que aparenta ser adverso en realidad lo es. El
Fenómeno del Niño del año 1982 y 1983 en Piura, en donde todo parecía
calamidad, significó el repoblamiento de los algarrobos salvándose de su
extinción.
Verdes mis algarrobos verdes,
verdes como la fe de la esperanza,
entre sus ramas se columpian nidos
formados por las aves en su andanza.
Verdes mis algarrobos verdes,
Vals Mis Algarrobos
de Rafael Otero López
1. Animosos
y fuertes
El árbol de algarrobo es considerado “Un regalo de Dios”. Pero, ¿cómo apareció este tótem sobre la faz de la tierra?
Cuenta la leyenda que dos niños huérfanos, perdidos en el desierto, se morían de hambre y de sed.
Iban a sucumbir de inanición; pero imploraron ayuda, y de ellos se apiadó la Madre Tierra.
Esa noche al dormir a campo traviesa, soñaron que acampaban bajo un árbol vigoroso y protector, quien les decía:
– Al despertar prueben de mis frutos. Les darán vigor y así podrán llegar hasta el manantial de aguas cristalinas.
Ciertamente,
al despabilarse al amanecer sobre ellos se alzaba un árbol coposo y de
aspecto benévolo y paternal, de cuyas ramas colgaban unas vainas
amarillentas.
Probaron
de esos frutos, que los sintieron dulces, agradables y sanos, tanto que
después de comerlas se sintieron animosos y fuertes.
2. Se brinda
y ofrece
Al
reemprender la caminata buscando el manantial de aguas cristalinas
esparcieron las semillas por doquier; por uno y otro confín. Así, el
algarrobo se convirtió en un árbol ícono, en un referente sagrado,
puesto que opone la vida a lo que es inanimado, estéril e inerte.
Es
ídolo y emblema, protector de todo lo que tiene pulso, latido y aliento
en el desierto. Se vincula con todo aquello que encarna esperanza, con
aquello que afirma la vida. Y con el hogar humano que casi siempre se
erige bajo sus ramas.
Se
enfrenta con emoción, talante y rigor a todo lo adverso, como es el sol
calcinante, o los vientos que arrasan la tundra, y como son las noches
inclementes en lo seco y descubierto de los páramos.
Y
todo en él se consagra en defender lo humilde y pequeño. Se brinda y
ofrece, hasta el sacrificio de convertirse en leña que arde a fin de
brindar y ofrecer consuelo al mendigo.
3. Tierra
prometida
Es
un árbol amigo y protector, y su fruto es energizante. Sirve de forraje
y hasta de madera para construir nuestras cabañas al pie de su penumbra
amable y pródiga.
Es alivio en la canícula, pues hasta él avanzamos para tendernos bajo su follaje apacible, y recobrar las fuerzas perdidas.
Probando
de sus frutos que los riega generoso por el suelo, sin tener que subir
siquiera a lo alto de sus ramas. ¿Quién así lo hace? Solo un ser
generoso.
Solo
un ser noble y esencialmente bueno, como son un padre, una madre, un
abuelo, una abuela. Entonces esa es su jerarquía, su rol y su linaje.
Un ser que se hace responsable de la vida, que nos cobija, calmando nuestra ansiedad a fin de emprender nuevas jornadas.
Y nos provee de su savia, del dulzor de sus frutos que saben a entraña y a tierra prometida.
4. Rompe
vientos
Su
fruto, denominado algarroba es rico en azúcares, proteínas, minerales
como es el calcio y el hierro; así como es sustancioso en vitaminas.
De
la algarroba se obtiene la algarrobina que es un energizante natural.
Como de sus flores se elabora miel, jalea, polen y cera.
Las hojas secas caídas que entran en descomposición son utilizadas como abono orgánico.
El árbol mismo de algarrobo se lo emplea como cortinas rompe vientos. También como cercos para señalar horizontes.
Atrae a otras especies vegetales y a una rica y profusa fauna silvestre.
Es
importante para el control de las dunas de arena, constituyendo el
sustento económico de muchas familias de las zonas rurales de Piura,
Tumbes y Lambayeque.
5. Honda
sabiduría
Es aquel que todo lo siente y lo piensa en función de los demás, como debemos ser los hombres.
Señala
dónde hay agua y la extrae no importa gota a gota. Y nos anima a
acampar, a hacer casa donde armar el fogón y quedarnos a vivir si es
posible para siempre.
Nos convierte de nómades en sedentarios, transformando lo fútil y pasajero en algo permanente y estable.
Cobija
bajo su fronda al redil del ganado y extiende sus ramas para nosotros
amarrar la hamaca y adormecernos bajo su honda fragancia. En torno a él
cacarean las aves: las gallinas, los pavos y los patos, y bajo el rumor
de su tallo encuentran razones para procrearse los cabritos, los cuyes y
conejos.
Comparte
penas y alegrías con la gente. Se complace en ver nacer bajo su follaje
a los niños rozagantes, como se apena de ver morir a los ancianos
temblequeantes. Por eso, si hay un árbol con profunda moral, verdad
luminosa y honda sabiduría vital, ese es el algarrobo.
6. Matriz
de vida
Al
igual que el burro o piajeno, como aquí lo llamamos al jumento o al
pollino, el algarrobo es árbol tutelar de Piura. Y es reconfortante que
así sea, confiando en un ser leal, honrado y veraz.
Un
árbol de ramas entrelazadas en lo alto, de hojas pequeñas y cuyo fruto
en forma de vaina color castaño cae de manera natural. De él se obtiene
la algarrobina, el té de algarroba y hasta se lo muele haciéndolo harina
para preparar mazamorras.
Y
tiene una raíz que como barreno entra en forma vertical hasta lo más
profundo de la corteza terrestre buscando agua. Y lo encuentra en la
napa freática, siendo un indicador para allí cavar nosotros pozos a fin
de proveernos del líquido elemento.
De
él que es un ser bueno aprovechamos todo, hasta su sombra que la brinda
de buen corazón e inspira a lo noble y lo tierno, siendo esta una
matriz de vida renovada. Por eso, en estos tiempos aciagos, nosotros
pensamos en ser cada día como los algarrobos.
7. Digno
de aprecio
Un árbol fuerte, de sentir y pensar sincero, que lo hace auténtico y verdadero. Pero, además valeroso.
Como
aquellos seres humanos, hombres y mujeres, que se dedican a defender al
más débil, y ponen su hombro y su brazo en lo más duro de sostener a
fin de que la vida prosiga con su canción sencilla, y que ojalá sea
mejor cada día.
Que
no busca para sí lo fácil, ni lo cómodo ni lo que a él le convenga. Que
asume su destino con entereza, y comprende que su vida ha sido hecha
para servir y prodigarse a los demás. De allí que se queda donde nació y
allí erige su tronco recio y sonoro, y eleva su follaje para que debajo
se cobijen quienes así lo requieran.
Y
contrasta su propuesta con la arena parda y los pedruscos plomizos,
sosteniendo el verde como bandera que flamea trémula en el desierto. Y
eso es lo bueno, porque eso es lo que nos enseña y enaltece, a ser
animosos, alegres y a optar por lo jubiloso. Por eso es patriarcal y
digno de aprecio y reverencia. Por eso, ¡que viva el algarrobo!
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