La primavera ha llegado
y nadie sabe cómo ha sido.
Antonio Machado
1. El cielo
límpido
La
primera vez que volé de Madrid a París en abril del año 1975, fue en la
aerolínea Air France, en un Airbus A340, largo, estrecho y con los
colores rojo azul y blanco de la bandera francesa en su fuselaje.
Hacía
rato que cruzábamos entre nubes oscuras y espesas a las cuales yo les
temo porque de niño aprendí en el aula escolar que las nubes tienen
cargas eléctricas, las negras acumulan carga negativa y las blancas,
positiva; y que al chocar producen los relámpagos que en el fondo son
fuego vivo.
El
ambiente dentro del avión era como un día invernal, oscuro, apático y
hasta tétrico. ¡Ni saber por dónde podría alumbrar el sol! Lo raro y
curioso era que el avión no se sacudía como cuando hay nubes negras y
tormenta, lo que probaba que no había tormenta.
Al
preguntar me aclararon que no volábamos sobre nubes sino sobre el smog y
la contaminación del humo de las fábricas que habían acumulado una capa
de anhídrido carbónico ya permanente e insalvable sobre el cielo
europeo. ¡Cuánto me sentí orgulloso del cielo límpido de mi serranía!
2. Calentamiento
global
Pero
no hace mucho viajando de Huaraz a Pomabamba para dictar un curso
dirigido a maestros, al subir el ómnibus por la zona de la laguna de
Llanganuco, los nevados que antes llamábamos de nieves eternas se están
derritiendo.
Ya
estando n la cumbre de la Cordillera Blanca hay un río que se precipita
caudaloso, temible y con estruendo. ¡Es de los deshielos! Y desde allí
se ve a los pies del manto nevado una cárcava barrosa como de nieve
pisoteada por millones de pies que hubieran desecho la nieve, o algo
peor: como una espuma negruzca.
Mi
compañero de asiento que era un lugareño que amaba entrañablemente su
tierra al referirme que pronto los nevados se iban a acabar de derretir
por efecto del calentamiento global del planeta escondió su rostro
mirando a la ventana y se puso a llorar desconsolado.
Y
es que el debilitamiento de la capa de ozono, y hasta los agujeros que
ahora tiene, por la emisión que hacemos de gases de efecto invernadero,
han elevado la temperatura del planeta a una escala de varios grados
centígrados.
3. El mar
detrás
Y
hace poco Luis Sánchez Rivas de Trujillo y otros amigos me llevaron a
pasear de Huanchaco a Huamán por la orilla del mar, recorriendo la playa
Las delicias, pasando por Buenos Aires y llegando hasta Huamán.
Huanchaco, en primer lugar, antes tenía playas y ahora no las tiene. el
mar golpea ahora en el muro del malecón. Y en Las Delicias, el mar ha
subido de tal modo que donde antes estas eran playas ahora no lo son.
Pero
lo atroz empieza a la altura de lo que antes era el restaurante
Morillas en el distrito de Buenos Aires, donde se ha levantado una
muralla de inmensos pedrones sobre la cual ruge amenazante el océano. Y
donde antes se contemplaba el horizonte del mar se levanta un muro.
Y
las olas que antes morían lejos en la suave arena ahora revientan
furiosas en lo alto de las rocas que allí se han puesto, estando el mar
detrás. Ya no hay playa y es un espectáculo dantesco, horrendo y de
pavor, donde las casas son ruinas, amenazando el mar con desbordarse y
ahogar a toda la población. Es como un Sacsayhuamán, pero al revés.
4. Viendo
la destrucción
Es
decir, el efecto del calentamiento global ya afecta de manera
implacable y despiadada a nuestra vida cotidiana. ¿Es cambio climático, o
qué? ¿Puede llamarse con esta denominación neutra y traidora a toda una
devastación universal?
¿Y
a un crimen de lesa humanidad que se viene perpetrando cada día solo
para mantener industrias leoninas y la comodidad a unos cuantos ricos,
clase por demás ociosa?
¿Y
podemos seguir con un orden económico y social que produce estos
efectos que concluyen con un resultado categórico de destrucción y
muerte, como estamos viendo, y la destrucción ya pronosticada del
planeta?
Desde
ahí viene la política farsante de ocultar el problema, herir la verdad y
escabullir este crimen llamándolo “cambio climático”. ¡Cuatro mil
setenta millones de años de la presencia de la vida sobre la faz de la
tierra tirados de un plumazo! ¿Y qué tierra estamos dejando a nuestros
hijos? ¿Somos responsables o cómplices? ¿Cuál es nuestra responsabilidad
como seres humanos?
5. ¿Cuál es
el resultado?
Hemos
degradado el medio ambiente y lo estamos destruyendo implacablemente
hasta en espacios que no vemos ni contemplamos. Así en los fondos de los
mares están desapareciendo los arrecifes de coral por la polución de
los millones de bolsas de plástico que arrojamos como basura.
Pero
nosotros ya nos venimos ahogando en las avalanchas de los ríos, de las
quebradas y hasta de las acequias que se llevan puentes, carreteras,
vías férreas, viviendas y hasta inunda ciudades enteras. La tierra es
como una mujer enferma y sangrante. Es alguien que vomita lo que está
dañado y delira de fiebre.
El
resultado es el cambio climático, la erosión, el agotamiento de los
recursos naturales, la contaminación, la deforestación, las
inundaciones; la acidificación de los océanos, lagos, ríos y bosques,
como la acumulación de componentes tóxicos en las plantas y en la fauna
silvestre.
6. ¿Alguien
podrá vivir?
El
calor en Lima en las últimas semanas ha sido sofocante. Nos venimos
atosigando de calor, no soportando este bochorno ni esta canícula. Nunca
antes se registraron las temperaturas que nos vienen asolando ahora.
Samuel
Cavero Galimidi informaba en un texto reciente, que hace treinta años
la temperatura en Lima en verano era de 22 grados promedio.
Ahora el bochorno y la sensación de calor es insoportable, alcanzando 35 grados que nos parecen invivibles.
De
aquí a diez años se prevé que pueden ser cuarentaicinco grados, y de
allí la subida será exponencial, si las tendencias siguen igual a cómo
están ahora.
Y el año 2050 es posible que alcance a 75 grados. De ese modo, ¿alguien podrá vivir en este planeta?
7. Hacernos
responsables
Y
Steven Hawking expresa que la situación ya es insalvable e
irreversible, que hemos destruido el planeta de manera ominosa, y no hay
la suficiente voluntad de los países ricos para detener esta
autodestrucción.
Y
que tenemos que pensar seriamente en emigrar, en buscar refugio en
otras latitudes siderales, y que debemos dedicarnos a pensar más bien es
en los medios de transporte que se pueden utilizar.
Pero,
esto ¡se acabó! ¡Es de vida o muerte! Ya no es el pronóstico de unos
intelectuales aburridos, ni de científicos aguafiestas o de
comunicadores obsesivos. No. Esto es en serio.
¿Qué
mundo estamos dejando a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos?
¿Somos responsables? ¿Somos una generación consciente? ¿Estamos
luchando seriamente por evitarlo?
Cada
maestro, cada joven y cada niño tenemos que volvernos militantes de
esta causa. Que cada ciudadano en nuestros actos cotidianos
implementemos conductas para ir revirtiendo esta situación. Y que en
toda campaña que se haga para presionar a las multinacionales del crimen
salgamos a las calles fervorosos. Y rogar, que Dios se apiade de
nosotros.
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