Danilo Sánchez Lihón
Hoy día, 30 de marzo del año 2017, dejó
de existir el poeta y maestro Julio Yovera Ballona.
Sus restos se velan en el local del CAFAE, en la Av.
Petit Thouars 493, en Santa Beatriz, en Lima.
Capulí, Vallejo y su Tierra está de duelo. El día
de mañana viernes 31 de marzo en el Aula Magna
Capulí le rendiremos sentido homenaje.
1. Soles
y horizontes
La
poesía de Julio Yovera recoge la mejor tradición de la poesía peruana,
de aquella comprometida con su pueblo, plena de emoción social. Luce en
su arte poética el sello de ser poesía integral, con verdad histórica,
que conecta con la poesía peruana de gran aliento: César Vallejo, Manuel
Scorza, Alejandro Romualdo, Juan Gonzalo Rose.
Poesía
que hunde sus entrañas en la tierra, en ese espacio real y mágico que
es Catacaos, pero sobre todo en el corazón del hombre. Donde hay un
regusto por la palabra exquisita, mucho más si esta tiene un sabor
popular. Poesía bien acompasada, bien urdida, rica en imágenes y
metáforas cabales. Tersa, sencilla, verdadera., así como lo es la
edición presente que un primor de libro físico.
Siendo
así resulta la de Julio Yovera poesía fundacional, que alcanza a
germinar en la realidad, siendo esa su manera de sentir y pensar, de ver
y concluir, de nombrar las cosas y de inaugurar el porvenir. Poesía que
recrea una cultura, que le da ser y camino, que le señala su horizonte
sin trazarle límites ni linderos sino abriendo su espacio a todos los
vientos a todos los soles y horizontes.
2. La hebra
que desteje
Poesía
para redimir la historia y dar testimonio del hombre. Donde se
rememoran los muertos, se hace un homenaje a los caídos, se rinde
memoria sagrada de los mártires y sacrificados. Es un mural, como
aquellos que se entronizan en los templos.
Y
por ser la historia que vivimos y sufrimos, por ser la historia
pendiente aún de solución, es poesía sapiental. Cántico de redención
como poesía vigente y lacerada, nutrida del dolor de un pueblo, que
reclama y denuncia pero que es indoblegable y no se deja vencer. Por
todo esto es poesía altamente ética y moral para la vida.
Porque
es en los luchadores sociales en donde aflora y se concentra la savia
de la tierra, la raíz nutricia y los valores supremos.
Es
entre quienes asumen su fuerza, su sentido y su misión en el universo,
en quienes se concentra el ovillo de la madeja y hasta donde lleva la
hebra que desteje la palabra humana.
3. Brizna
de pedernal
Poesía
cósmica, en donde las presencias más tangibles son los elementos bajo
la bóveda sideral importantes para la vida, como son la tierra, el sol,
la luna, las estrellas, el agua, el viento; así como también la flora y
la fauna.
Refiere
este libro la historia mítica de Catacaos y el panegírico de una
cultura y cosmogonía de enorme plasticidad y significación como es la de
los tallanes. Es el himno con que se reverencia a una cultura.
Pero
también se recrean los elementos típicos, como por ejemplo la comida.
Se relievan los oficios, los enseres, las costumbres. Hay folclor,
sabiduría popular, y sintonía con el genio de la tierra.
Están
las comidas, las bebidas, está el amor. Hace de Catacaos un pueblo
legendario, con una historia de extraordinaria validez.
La
identidad Tallán donde no falta la chicha mellicera, el algarrobo, y
esa ave del color de la tierra con una brizna de pedernal en el pecho
como es el chilalo.
4. Mural
de un pueblo
Para
eso Yovera hunde sus raíces en sus usanzas y en su ancestro mítico, en
su pasado legendario, en la cosmovisión de los primeros hombres que
poblaron este suelo. Así Walac y Mec Non.
Para atravesar
mar y desierto
alguien debió
avanzar primero
haciendo huella.
Por haber encontrado
un oasis en la arena muerta,
crearon el mito
del pájaro de alas maravillosas y
del ojo agudo y poderoso
capaz de avizorar la lejanía
incluso en la oscurana.
Fue así
cómo erigieron templos
para honrar
a Walak y Mec Non,
nombres de los padres sagrados.
Es el mural de un pueblo. Es este libro un fragmento espléndido del canto nacional Tallán.
5. Canto
de amor
Quien
oficia un rito así no puede ser sino un enviado, un sacerdote y un
profeta. Un iluminado en donde hay subyacente un canto de esperanza y un
himno de liberación, como cuando dice:
Nuestros muertos,
Micaela, no son muertos.
Nuestros muertos,
Micaela, son fogata perpetua.
Nuestros muertos,
Micaela, se anuncian
con el viento, cantan con la lluvia,
danzan en los bosques
de algarrobo.
Agradecemos a Julio Yovera por legarnos este canto de amor, de lucha y de esperanza.
Es Testimonio para Micaela una proclama de la identidad, un alegato a favor de lo propio, de lo indígena y originario.
6. Discurso
de la resistencia
Y siempre desde la lucha popular y desde la resistencia andina.
Siempre
el canto de Julio Yovera no se aparta de su compromiso junto a los
desheredados de la tierra, con quienes asumen su identidad, su ancestro,
su origen y su pertenencia a un lar nativo.
Él siente y piensa desde el bastión de lo que es originario, para asomarse a ver el fondo de lo que somos legítimamente.
Para avizorar y contemplar la historia y la realidad social desde la justicia que hay que reparar y corregir.
Yovera
escribe desde la resistencia andina y hace sentir en el
desencadenamiento de sus versos acompasados que nuestra vida como
comunidad es hermosa y perdurable.
Siendo el carácter central de su pensamiento la aspiración para idear y dar concreción a un mundo mejor para todos.
7. Cuaderno
de bitácora
Lo reconozco ahora como el miliciano enterizo de España, aparta de mí este cáliz.
De
allí que este sea un libro ferviente, de quien se siente atraído
incondicionalmente por el ser que encarna ideales con emoción social,
con compromiso humano; de aquel que se hace cargo de los problemas del
mundo, que los hace suyos y se compromete con aquellos que hacen causa
común tratando de resolverlos.
En
tal sentido el libro de Julio es un devocionario, un misal, un libro de
fe; es el libro fervoroso de quien es heredero de Vallejo, somos
herederos de Vallejo, somos sus paisanos. Y este libro en parte es un
cuaderno de bitácora y la exploración de un compromiso arduo y hondo por
el Perú.
8. Descubre
a su tierra madre
Dicho
fervor se afianza cuando Julio Yovera viaja en mayo del año 2007 a
Santiago de Chuco, en el marco del Capulí 7, Vallejo y su Tierra. ¿Qué
ocurre entonces? Sencillamente descubre el lugar de donde ha venido, el
lugar que le pertenece y que es suyo. Descubre su matriz. Y eso ahonda
su compromiso.
Allí
se descubre a sí mismo, porque los tallanes descendieron del ande a
poblar los llanos, sin dejar de pertenecer sino al contrario, habiendo
establecido un lazo de oro e indestructible con su ancestro y la
serranía. Descubre su ciudad, sus piedras, sus paredes, sus techumbres y
a Santiago de Chuco como su tierra madre.
Es
por eso que en este encuentro Julio no duerme, camina noche y día
alucinado, poseso, deslumbrado. Y no se pierde nada, todo lo mira con
ojos arrobados. Registra, anota, apunta. El amanecer nos encuentra
despiertos, gozosos, renovados, jurando a la vida no fallarle un
milímetro.
9. Acuerdo
unánime
Yo
lo veo a él caminando bajo la sombra o en los retazos de la luz
eléctrica despeinado al amanecer, con la camisa afuera, con los ojos
fulgurantes y el gesto dulce en la comisura de los labios.
Y me pregunto qué le pareceremos nosotros que regresamos y nos hacemos chiquillos en nuestra tierra.
¡Qué
estará diciendo o pensando Julio!, nos decimos. Al leer su libro
constatamos que cribaba sus cariños más puros. Que estaba amando.
Refleja
lo que es Capulí, cómo coge y golpea. Es el libro de un hombre que
porta un lapicero en la mano y la libreta de apuntes en un viaje y
escribe apasionado.
Desde entonces Julio participa en Capulí con fervor creciente y nos llama sus hermanos.
En honor a este hecho todo el colectivo Capulí ha adoptado como acuerdo unánime llamarnos así: hermanos.