Danilo Sánchez Lihón
1. El mismo
cielo
“El caber de una vida en una muerte”, dice César
Vallejo en un verso. Y esta intuición, esta aseveración acerca de la muerte,
que es un fogonazo, que es un rayo o un látigo, es cierta y es verdad. Porque
el hecho del tránsito de la vida a la muerte, el hecho de morir es hacer caber
una vida en una muerte. Y acaso, ¿eso es posible? No lo es. Por eso ha pugnado
y pugnará siempre liberar la muerte, y cabe como utopía sencilla la
resurrección.
Pero miren la plástica, el trazo, el perfil del poema
en que se inserta aquel verso:
¡Estremeño
acodado, representando al alma en su retiro,
acodado a
mirar
el caber de una vida en una muerte!
¡Estremeño,
dejásteme
verte desde este
lobo, padecer,
pelear por
todos y pelear
para que el
individuo sea un hombre,
para que los
señores sean hombres,
para que todo
el mundo sea un hombre, y para
que hasta los
animales sean hombres,
el caballo,
un hombre,
el reptil, un
hombre,
el buitre, un
hombre honesto,
la mosca, un
hombre, y el olivo, un hombre
y hasta el
ribazo, un hombre
y el mismo cielo, todo un hombrecito!
2. Hacia
la vida
¿Qué son estos versos? ¿Apuntes? ¿Esbozos? ¿Pinturas?
O bien: hachazos, lanzas, golpes de un tallador ciclópeo en el árbol del
misterio de la vida? ¿Son revelaciones de un mundo hondo, nuevo y eterno?
En “España...” se redimió a la muerte, se la resucitó,
y no a una sola.
No es el milagro de hacer que Lázaro salga de la
tumba, lo cual es un acontecimiento asombroso, hecho por un hombre divino y
supremo como es Cristo.
Sino que en el caso del evangelio expuesto en
“España…” resucita todo el mundo por el
heroísmo de asumir la vida con valor, por el acto de ser voluntarios y abrazar
la vida con entrega generosa.
Por luchar con ahínco y moral pura, en donde no solo
el soldado, el militar, el político sino el niño, la mujer, el anciano, luchan.
Donde el débil se engrandece, el enfermo se exalta, y
aún el no nacido confronta su destino con la muerte.
Luchan por la causa del hombre. Y por esa causa por la
cual se lucha, por ser legítima, por ser honesta e inmarcesible en lo moral, la
muerte es doblegada y sucumbe hacia la vida.
La muerte deja su cadáver y resucita. Lo dice César
Vallejo en varios pasajes con estremecida y conmovedora poesía.
3. Matad
a la muerte
Y no es que Vallejo sea quien resucite a estos o a los
otros hombres, sino la parábola de este sermón, para utilizar un tipo de
denominación y de discurso al cual Vallejo recurría siempre, es que el pueblo
es el demiurgo, quien con su heroísmo vence a la muerte:
¡Porque en
España matan, otros matan
al niño, a su
juguete que se para,
a la madre
Rosenda esplendorosa,
al viejo Adán
que hablaba en alta voz con su caballo
y al perro
que dormía en la escalera.
¡Matan al
libro, tiran a sus verbos auxiliares,
a su indefensa página primera!
Matan lo indefenso, lo cotidiano, lo que nunca entra
en guerra. Matan. Lo que genera la violencia de la resurrección como categoría
moral de la vida:
Matan al caso
exacto de la estatua,
al sabio, a
su bastón, a su colega,
al barbero de
al lado –me cortó posiblemente,
pero buen
hombre y, luego, infortunado;
al mendigo
que ayer cantaba enfrente,
a la
enfermera que hoy pasó llorando,
al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus
rodillas…
¡Voluntarios,
por la vida,
por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
4. Penas
inconclusas
Donde ¡matad, es resucitad! Donde se alude a la
dialéctica atroz de fundar la vida incluso por el camino de la muerte:
¡Hacedlo por
la libertad de todos,
del explotado
y del explotador,
por la paz
indolora – la sospecho
cuando duermo
al pie de mi frente
y más cuando
circulo dando voces–
y hacedlo,
voy diciendo,
por el
analfabeto a quien escribo,
por el genio
descalzo y su cordero,
por los camaradas
caídos,
sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!
En el poema 2 de “España, aparta de mí este cáliz”,
titulado “Batallas” se expresa:
En Madrid, en
Bilbao, en Santander,
Los
cementerios fueron bombardeados,
y los muertos
inmortales,
de vigilantes
huesos y hombro eterno, de las tumbas,
los muertos
inmortales, de sentir, de ver, de oír
tan bajo el
mal, tan muertos a los viles agresores,
reanudaron
entonces sus penas inconclusas,
acabaron de
llorar, acabaron
de esperar,
acabaron
de sufrir, acabaron
de vivir,
acabaron, en fin, de ser mortales!
5. Murió
de pasión
Y se funda una vida superior, consciente y militante,
donde la resurrección es una consecuencia natural de haber asumido una ética de
vida:
¡Y la pólvora
fue, de pronto, nada,
cruzándose
los signos y los sellos,
y a la
explosión salióle al paso un paso,
y al vuelo a
cuatro patas, otro paso
y al cielo
apocalíptico, otro paso
y a los siete
metales, la unidad,
sencilla, justa, colectiva, eterna!
Y es esta la moral de la vida frente a la muerte, el
dar pasos, el transcurrir de nuestros pasos por el mundo, el acto simple de
caminar, donde el paso es la unidad básica de nuestro destino.
Y el de la vida cuando se llena de sentido, cuál es
que forma el camino y da impulso a aquello que lo justifica, cual es acompasar
mis pasos con lo0s pasos de los demás hombres unidos por un vínculo de
identidad y de amor:
¡Málaga sin
padre ni madre,
ni
piedrecilla, ni horno, ni perro blanco!
¡Málaga sin
defensa, donde nació mi muerte dando pasos
y murió de
pasión mi nacimiento!
¡Málaga caminando tras de tus pies, en éxodo...
6. ¡Sólo la muerte
morirá!
La muerte es vida cuando es heroica, la muerte es vida
cuando es canto solidario, la muerte en tales casos pelea por la vida, no la
traiciona ni arrebata.
Para aprender a vivir eternamente hay que aprender a
morir, hay que hacer de nuestra muerte un canto, un signo, un mensaje de vida
eterna, eso nos enseñan estos versos y este evangelio.
La muerte de Cristo como la de Vallejo tiene ese signo
y esa pasión:
¡Unos mismos
zapatos irán bien al que asciende
sin vías a su
cuerpo
y al que baja
hasta la forma de su alma!
¡Entrelazándose
hablarán los mudos, los tullidos andarán!
Verán, ya de
regreso, los ciegos
y palpitando
escucharán los sordos!
¡Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios!
Ante tal generosidad, renuncia y desprendimiento
colectivo, ante tal pasión de darlo todo por el hermano, todo es posible, los
milagros de sanar las enfermedades y de resucitar, para decir entonces imbuidos
de esperanza:
¡Serán dados
los besos que no pudisteis dar!
¡Sólo la muerte morirá!
Desterrar la muerte es la proeza suprema, que lo
lograremos todos los hombres juntos y enlazados, hecho que justifica toda lucha
y batalla que emprendamos sobre la faz de la tierra.
7. Por
aclamación
¡La
hormiga
traerá
pedacitos de pan al elefante encadenado
a su brutal
delicadeza; volverán
los niños
abortados a nacer perfectos, espaciales,
y trabajarán
todos los hombres,
engendrarán
todos los hombres,
comprenderán todos los hombres!
¡Obrero,
salvador, redentor nuestro,
perdónanos,
hermano, nuestras deudas!
Como dice un
tambor al redoblar, en sus adagios:
¡qué jamás
tan efímero, tu espalda!
¡qué siempre tan cambiante, tu perfil!
Octavio Paz ya tuvo la intuición al aludir a un
pensamiento de Engels según quien:
“Si los hombres no son inmortales, la especie llegaría
a serlo: algún día se descubrirá el secreto para vencer la segunda ley de la
termodinámica que condena nuestro mundo a la extinción”
En el caso de César Vallejo el objetivo es el mismo,
abolir la muerte, pero por otra vía: la vía moral de la solidaridad humana, por
aclamación y unánimemente.
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El texto anterior puede ser
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