LA CHISPA
EN
LA LEÑA
Danilo Sánchez Lihón
1. Hacia todos
los confines
Aquí está. Pero ¿cómo recogerla? Por eso, ¡divinidades
del alto cielo, ayúdenme!
¡Ayúdenme a tenderle una mano a esta chispa humilde,
pero en el fondo prodigiosa!
¡Ayúdenme a ser puente de este fuego antiquísimo entre
tanta noche tenebrosa!
¡Ayúdenme a no ser final de nada! Ni luz que acaba o
fenece, sino mano que trasfiere, traspasa. ¡Que sea corazón que abrace!
¡Auxílienme en proteger a este regazo de mujer pobre,
pero en el fondo madre del mundo!
¡Permítanme salvar a esta alma fervorosa que se ha
mantenido viva, y con todo el fulgor de su esencia!
Pese a que el mundo se derrumba arriba, y abajo. ¡Y
hacia todos los confines!
2. De un espíritu
inmortal
Ella ha resistido y mantenido la creación del mundo,
aunque olvidada por todos nosotros.
Mientras dormíamos abrigados por nuestras frazadas
tejidas de lana de ovejas, y sin saber de la desgracia en que se debatía el
universo.
¡Ella ha persistido, ha sido consecuente, pese al
espanto reinante que se cierne sobre el orbe!
Esta chispa en el carbón de la cocina ha permanecido
alerta y vigilante a fin de que todo no muera, para que algo del sentido del
mundo permanezca y perviva.
Yo sé cómo es el abismo en que se debate esta avecilla
que pareciera aterida, pero que alienta en su fuego el brillo y el poder de
todas las estrellas.
Aparentemente débil y vulnerable, pero en el fondo
portentosa por indestructible.
Hecha de un espíritu inmortal ante tanto peligro,
adversidad y atentado que acosa, cerca y amenaza al cosmos.
3. Ponerle
mi soplido
– ¡Hijo!, ¿ya encendiste la candela?
– ¡Estoy intentándolo, mamá! ¡Es que ha llovido mucho
y ha mojado la ceniza!
– ¡Apúrate, que ya debe estar puesto el desayuno!
En realidad, puede morir en mis brazos, en el último
segundo de gracia que le queda y que el destino nos da para subsistir a todos.
Puede sucumbir ahora mismo ante mí, si es que mis
manos tiemblan, si es que dudo, si es que cavilo. Es una chispa sobre el último
grumo de leña.
Si no actúo seguro de lo que hago se doblegará yerta.
Si es que parpadean mis ojos se apagará. O si mi corazón vacila siquiera un instante.
¡Puede morir en el último relámpago de eternidad que
le toca, si es que no me arrojo abiertas las alas todo lo que pueda!
O bien plegadas
las alas en un tajo de vida y de muerte, a fin de intentar salvarla, pero sobre
todo llegando a tiempo a ponerle mi soplido.
4. Una gota
de sangre
Todo se acabará si es que no detengo los golpeteos de
mi corazón y mi pulso que se agitan y pugnan por jugar entero apostando por su
destino.
Todo será irremediable si es que no muero súbitamente
por ella, para que no recele y se coja de la mano que le tiendo, ¡del gusto y
la devoción que yo arriesgo para que viva!
¡Si es que no alcanza a cogerse de la soga que cuelga
del cielo al infierno en que ella se debate, y yo blando la última espada!
¡Si es que yo no emito mi alarido salvaje por valles y
praderas afirmando la vida, ella morirá!
Pero aquí está ahora, cogida al tizón de leña que le
tiendo, donde luce más roja que nunca, como una gota de sangre intachable,
virginal y excelsa.
5. Le digo
secretamente
Nueva en el universo en donde yo le soplo ya mi
aliento estremecido, diciéndole e implorándole que viva y se encienda y se
quede en mí para siempre.
Que juegue conmigo y chisporrotee por entre mis dedos
y mis cabellos si quiere.
Que se refleje si quiere en mis ojos que la miran
arrobados.
Que sienta de veras ser dueña de mis latidos,
pensamientos e ilusiones que la esperan.
Le digo secretamente que vivamos el uno para el otro,
desde el origen que somos hasta la eternidad que juntos urdiremos.
Le digo que yo la esperaba, y siento que ella igual
anhela que yo la reviva con mi aliento esta mañana.
– ¡Hijo! ¿Ya está calentando el agua en la hornilla?
6. Encajado
de rubíes
– ¡Sí, mamá!
– ¡Ya se hace tarde! ¡Ya están levantándose tus
hermanos!
– Ya encendió. Sí. ¡Ya encendió!
Porque ya en el carbón, con los soplos pequeños,
cariñosos y llenos de devoción que yo le prodigo, con mi pulso medido a su
brillo, con mi sueño puesto en su sueño, ha encendido.
Y siento que vibramos juntos. Que hay algo de ella en
mí. Y en ella está mi aliento entrecortado, el soplo de mi cuerpo sobrecogido,
mis latidos temblorosos.
Y, en mí, sus pasos, el borde de su falda. También su
pulso y sus latidos.
Y con las palabras confidentes que le confío se va
expandiendo e incrustándose en lo hondo de la leña y de mi vida.
Ahora ya es un trozo de granada espléndido encajado de
rubíes, con un infinito interior inconmensurable.
7. Nadie
sabe
Y pronto, como un hechizo o un milagro nace de ella
una lengua de fuego virginal, impoluta, nítida. Una llama viva, distinta a la
gema granate aparentemente sin alas que encontré en la ceniza.
Nace un prodigio que me conoce y no me conoce. Que
tiene mi aliento pero es un alma única, soberana y autónoma.
Ahora es una explosión, un estallido, una descarga de vientos,
soles y cometas, donde conflagran el amarillo, el blanco y el rojo.
Y después el prisma de todos los colores, al cual yo
rodeo de astillas de leña que pronto hacen brotar una candela vivaz y sublime.
Nadie sabe el recorrido del mundo que ha tenido que
hacer este fuego para empezar a lamer las ollas donde se hierve la leche para
el desayuno de este día.
Epílogo
tenaz
En la tempestad de hoy que, como todos los días,
vuelve a crearse y destruirse, bajo el pavor de la borrasca que nos ahoga y sumerge
en su vórtice.
Nadie sabe lo que yo he puesto con mi pulso y mi
aliento, algo que agrega al mundo y que puede incendiarlo, si quiere.
Nadie sabe que el fuego que yo encuentro en la ceniza
de afuera es el mismo que yo llevo dentro o dejo vivir o morir en la ceniza de un
fogón.
Nadie sabe que esta luz, que este brillo y esta
explosión que pervive bajo el invierno y tempestad implacables en el fogón de
mi casa, sobrevive al mundo, a los elementos terráqueos y al cosmos, mientras
pregunta mi madre:
– Hijo, ¿ya está el desayuno?
– Sí, mamá. Ya está. –Respondo.
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