Danilo Sánchez Lihón
1.
Último libro
para
ti.
La última vez que visité a Carlos Eduardo Zavaleta,
seis semanas antes de su muerte ocurrió algo para mí extraordinariamente sorprendente: Me dijo que me iba a dedicar un
libro. Fue a traerlo desde una habitación interior en su departamento y se
demoró un rato yo supuse que escribiendo. Luego salió con el ejemplar de un
libro ajustándolo con las palmas. Y lo puso en mis manos, diciéndome:
– Es suyo. Es para usted.
Lo recibí y lo sostuve reverente. Es el libro de su
autoría titulado “Antología personal”. Le quedé muy agradecido por venir
directamente de sus manos. Es el libro editado por la Editorial San Marcos, el
año 2009. Lo abrí después, ya en mi casa y me quedé pasmado al advertir que el
ejemplar estaba dedicado, con lapicero de tinta seca azul, a su esposa muerta
hacía ya varios años antes, y del siguiente modo, textualmente con estas
frases:
Tita.
Último libro
para ti.
Tú estarás
ausente
para los
demás,
pero no para
mí.
Carlos.
Lima,
2009.
2. Volado
con el viento
Indudablemente, escribió la dedicatoria para mí en un
ejemplar y en otro estaban esas líneas escritas para su esposa muerta hacía
unos diez años atrás. Ella fue Tita Ugarte, bibliotecaria de profesión, quien
trabajó muchos años en la Biblioteca Nacional del Perú.
Pero olvidémonos de este trastoque, sino que
recaigamos en lo admirable del hecho de que él siguiera dedicándole un ejemplar
del libro recién editado a su esposa muerta hacía tantos años atrás, y como si
ella estuviera viva y aquí.
Libro que él mismo era quien lo ofrecía, y era él
mismo quien lo recibía y guardaba en su casa. ¿Qué rito tremendo es este? Claro
que lo más insólito es que en estas circunstancias el libro lo pusiera en mis
manos. Y que yo sin darme cuenta lo trajera a mi domicilio.
De mi parte ocurrió otro hecho inesperado: que yo en
esa última entrevista me olvidé en el sillón de su sala mi chalina roja. Recién
supe que la había extraviado al llegar a mi domicilio y echarla de menos.
Aunque supuse que la había dejado caer sin darme cuenta en el camino, quizá
incluso de habérseme volado con el viento de la calle.
3. Un lazo
secreto
Sin embargo, él me llamó temprano al siguiente día
para decirme que me había olvidado mi chalina en el sillón de su sala. Le
agradecí por el aviso. Pero no me dijo nada de la confusión del libro que me
había entregado. Pero agregó un detalle insólito y que hasta ahora trato de
descifrar. Me dijo:
– Podría yo llevarla mañana su chalina cuando vamos a
vernos en el Aula Capulí. Pero no. Quiero que usted mismo venga a recogerla,
cualquier día. Mientras tanto aquí la tengo muy bien conservada.
Esto me produjo cierto estremecimiento. Me emocionaba
sentir mi chalina roja entres sus manos y bajo sus ojos.
Pero en el detalle que había puesto para devolvérmela
sentía como si esa prenda estableciera un lazo secreto, íntimo y misterioso
entre nosotros.
Por eso cuando me enteré de su muerte, sorpresiva para
mí, mi fijación fue cuál sería el paradero de mi chalina roja.
Y no por lo que valiera sino como una prenda pendiente
ya en el contexto de su muerte ineluctable y como un puente de él, ya en otra
orilla y dimensión, y yo aún en ésta padeciendo y aún mucho más aturdido que
antes.
4. ¿Qué significa
todo esto?
Más cavilo y pienso, por un lado, ¿por qué él se
confundió tanto otorgándome el libro dedicado a su esposa cuando ella hacía
diez años que había muerto?, aunque él escribiéndola con la convicción de que
estaba viva, y con la naturalidad de quien cree en ello como hace un niño
cuando se aferra a su madre.
Y el otro asunto es: ¿por qué me olvidé y no recuperé
después mi chalina roja pasmada ya para siempre entre sus cosas que se guardan
o se arrojan, y ahora en el limbo de lo inescrutable? ¿Qué simbolismo tiene
esta historia?
¿Y qué quieren decir estos símbolos? Estas insignias
de pasmo: la dedicatoria a una muerta y un emblema de sangre, de desafío y de
reto como es mi chalina roja.
Siempre me despierto sorprendido y angustiado pensando
dónde está y quién tiene esa prenda. Y si permanece entre las cosas del
maestro. ¿Dónde la puso? ¿Está entre sus pertenencias? ¿Por qué ha quedado
pendiente este enlace?
Y yo con el libro que está dedicado a su esposa muerta
y que en estos momentos lo vuelvo a extraer del lugar donde lo guardo, lo
sostengo tembloroso y nuevamente lo hojeo para saber que es cierto. ¿Qué
significa todo esto?
5. Nunca antes
ni después
En la ceremonia de homenaje y distinción que le
rendimos en el Aula Capulí, su paisano y dilecto amigo, estudioso de su obra,
el Dr. Antonio González Montes, personalidad reconocida en el campo de las
letras, leyó una semblanza magnífica por lo bien escrita y por el sentimiento
que trasluce, dedicada al escritor y al amigo entrañable.
Luego Gerardo Angulo, director del Teatro de la
Universidad Ricardo Palma, y Ana María Cárdenas dramatizaron a dos voces su
cuento “Eclipse de una muchacha”, que es el recuerdo de un amor de infancia que
sucumbe en el terremoto y avalancha de Yungay.
Esta versión está colgada en YouTube, para quien la
quiera ver y oír.
Pero quiero comentar que por la expresión que tenía el
maestro estaba encantado, hechizado y fervoroso con la lectura y viviendo la
noche a plenitud.
Y luego su magistral intervención personal, momentos
en que sentí que las palabras que esa noche él decía nunca las había dicho antes
y nunca las diría después, por lo conmovedoras, emocionadas y sinceras que
fueron.
6. Contento
y feliz
Y recibió el diploma de Amauta del Perú Eterno de
manos de don César Vallejo Ynfantes, hijo de Néstor Pablo, el hermano más
próximo de César Vallejo.
Y todos los asistentes entonamos las canciones: “Tengo
el orgullo de ser peruano”, “La pampa y la puna”, y “La flor del capulí”.
Recibir esa noche el homenaje de Capulí, Vallejo y su
Tierra fue para él una experiencia revitalizadora inmensa que me lo comentó él
mismo después por teléfono.
Y así también lo dijo a Rosita Cerna Guardia, quien me
llamó expresamente al siguiente día para decirme:
– Oye, Danilo, ¿qué has hecho para que Carlos Eduardo
Zavaleta esté tan contento, feliz tanto que ya no tiene palabras de elogio para
el colectivo y el Aula Capulí.
– ¿Por qué, ah? –Le indagué yo, haciéndome el ingenuo.
– Está entusiasmadísimo, con ganas de vivir. Y se ha
puesto nuevamente a escribir.
– ¿Así?
7. En esta
y otras vidas
– Dice que antes de ir al Aula Capulí se sentía ya
morir, se sentía enfermo de todo. Y ahora se siente como si hubiera vuelto a
nacer.
Y luego recibí otra llamada de él mismo, de don Carlos
Eduardo, para nuevamente agradecer y decirme que quería dictar dos conferencias
más en nuestra sede institucional.
Una sobre la narrativa de César Vallejo. Y la otra
sobre poesía quechua. Este último tema me dejó sorprendido.
Así se despidió de nosotros este grande de la
literatura iberoamericana.
Hombre honesto, pulcro, laborioso. Con una delicadeza
suprema para asumir la vida.
Y cuyos textos señalamos como lectura imprescindible,
a fin de que los jóvenes lo lean y lo quieran para siempre.
Y quien ha dejado en mí unas claves secretas que me
mantendrán desvelado en esta y en otras vidas.
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El texto anterior puede ser
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