Danilo Sánchez Lihón
No conoces la fuerza
de tus alas
hasta que es de vida
o muerte volar
1. ¿Quién
era?
En lóbrega y fría noche un granjero que volvía a su cabaña
escuchó el piar de un pajarillo a la vera del sendero oscurecido.
Alumbró con su linterna y allí estaba una avecilla
aterida y moribunda arrastrada por el vendaval que rugiente y furioso inclinaba
la copa de los árboles.
Al parecer primero había caído del nido en el intento por
guarecerse para después ser arrastrado por el viento y la cellisca.
Conmovido recogió a la avecilla y le dio abrigo; y llegando
a casa la dejó en un nido cálido y apartado en el corral.
Al cabo de algunos días el pajarillo se integró al
grupo de aves domésticas y se adaptó a las normas y costumbres que allí estaban
establecidas.
Convivió con los pollos, los patos y los pavos, sin
saber ni inquietarse en hacerse la pregunta de: ¿quién era?
2. Abrir
las alas
Pero un día un campesino que había descendido de la
montaña, y que era amigo del granjero, llegó hasta el establo y mirándolo
fijamente dijo:
– Ese que parece pollo es un águila. ¿Cómo es que se
cría entre las aves de corral?
– Desde sus primeros días de nacido se ha criado entre
las gallinas, los patos y los pavos. –Aclaró el granjero.
– Pero es un águila. ¡Pruebe a hacerlo volar y volará
elevándose hacia el cielo azul!
Luego que se fue el montañés el granjero lo cogió y lo
tiró al aire. Y dando tumbos fue a caer rodando pesadamente por el suelo sin siquiera
abrir las alas.
– ¡A mí van a venirme con el cuento de que este pollo
es un águila! –Se le oyó decir.
Y se quedó calculando cuántos días tendría que esperar
para torcerle el pescuezo y comérselo.
3. La vida
cotidiana
Y así siguió viviendo el pollo que parecía ser águila,
o el águila que parecía ser pollo.
A quien cada vez se lo veía más apartado, taciturno y
desmedrado, llevando una vida casera, ordinaria y terrenal como los demás
animales que esperaban su turno para ser sacrificados.
Mientras tanto, y ciertamente, no tenía habilidades
para desenvolverse en el corral como los demás animales lo hacían.
Ni tampoco mostraba aptitudes para comer como los
demás comían. O para dormir como los demás dormían.
No tenía destreza para recoger gusanillos como los
demás lo hacían ni para ufanarse con cacareos deambulando por los rincones de
la alquería como los demás lo hacían.
4. De nuevo
y de repente
Y poco a poco lo fueron apartando de sus juegos,
excluyéndolo en los momentos cuando de compartir se trataba las sobras que les
arrojaban en el cazo y en la escudilla del boíl.
Hasta un día en que divisó en el cielo azul el vuelo
magnífico y veloz de un águila que cruzaba el aire como un manojo de luz y
color.
Y tanta fue su fascinación que se quedó subyugado,
casi muerto contemplando extasiado.
Sentía una emoción profunda verla volar. Y cuando
desaparecía siempre pasaba el resto del día con las imágenes de ese vuelo
estupendo.
Y sumido en la evocación y el ensueño acerca de esa
manera de volar, sumergido en el vasto e inmenso cielo primaveral.
Hasta verla aparecer de nuevo y de repente, momento en
que corría atolondrado por ganar un sitio alto, hasta el punto de recibir
algunos picotazos de las demás aves de corral.
5. No era
una ilusión
Como era natural empezaron a burlarse de su estado de
estupor cuando se quedaba mirando el lejano, y para ellos vacío, cielo azul en
esas lentas mañanas de mayo.
Hasta que, poco a poco, aprendió a subir a los aleros,
a esperar en la cumbre y en la parte más alta de la casa para mirar a aquella
ave para él extraordinaria que se deslizaba en vuelo libre y suelto por el
firmamento.
Cuál no sería su temblor y emoción al comprobar que
ella también había reparado en él y cada día se acercaba más y más.
Al parecer se había dado cuenta que él existía, que él
permanecía en lo alto de la torre contemplándola volar.
No era una ilusión ni era un engaño.
Era evidente, ella se fijaba en él y hasta le daba la
inconfesada impresión que ¡ella volaba para que él la contemplara volar!
6. En el fondo
de su corazón
Hasta un día de sol espléndido en que ella juguetona
se lanzó en picada y abrió sus alas magníficas.
Y lo hizo, a tal punto que rozó las alas de él que las levantó justo en el momento en que
ella se lanzaba gozosa al espacio abierto en su vuelo.
A punto de caer de la torre el pajarillo abrió sus alas
cuanto pudo. Y se lanzó lleno de espanto al vacío.
La sensación de muerte y de vida fue un instante y una
eternidad. Pero al abrir los ojos descubrió que no caía sino que se elevaba.
Poco a poco divisó cada vez más lejos el corral de las
aves que lo miraban anonadadas, sin comprender lo que había pasado y cuál era
la dimensión del suceso que acababa de acontecer.
Él buscó en el cielo la trayectoria del vuelo del
águila, sabiendo que había encontrado su voz interior y su identidad en el
fondo de su corazón.
*****
El texto anterior puede ser
reproducido, publicado y difundido
citando autor y fuente
Teléfonos: 420-3343 y 602-3988
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar
a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
CONVOCATORIA