Danilo Sánchez Lihón
1. Su cuello
es muy fino
Ahora son las 10.15 de la mañana del día 18 de mayo
del año 1781, y ella sube, paso a paso, al patíbulo, una tarima pintada de
color verde, de 4 por 4 metros.
Alzada frente al atrio de la iglesia catedral del
Cuzco. Viste blusa blanca muy sencilla y una falda negra y larga.
Ha subido ya al estrado y quieren abrirle la boca para
cortarle la lengua. Y aún atada no se deja.
Aprieta los dientes y se retuerce. Y no pueden
separarle las mandíbulas, por más forcejeos que hacen los verdugos.
Le dan golpes de puño en la cara que sangra. Sigue
doblándose sin poder introducirle el cuchillo.
Finalmente desisten de cortarla, procediendo a
recostarla al garrote y violentamente los esbirros dan vueltas a la palanca, la
misma que empieza a torcer el dogal.
Ajustan lo más que pueden la driza, pero ella sigue
viva y respirando. Su cuello es muy fino y delgado y el mecanismo del aparejo
no logra asfixiarla.
2. a la medida
del miedo
Cogen entonces el cabestro entre varios verdugos y de
ambos lados jalan y aprietan un buen rato.
Mientras otros esbirros y sayones con las culatas de
sus fusiles la golpean la cara, los senos, el vientre y el sexo, hasta dejarla
exánime arrojando su cuerpo yerto de la tarima al suelo.
Por la tarde sería cortada su cabeza, descuartizado su
cuerpo y cercenados sus miembros, y repartidos luego por diversos confines.
Y otros restos como las vísceras son quemados en una
pira en el cerro Piccho, junto con los restos de su jefe, esposo, amante y
cómplice Túpac Amaru.
¿Por qué tanta saña y crueldad en este castigo a
Micaela, sus hijos, su esposo, sus parientes y capitanes?
Para dejar constancia de que nadie cuestione los
hechos que se cometen y perpetran.
Que nadie osara
quitarles su botín, su medio no de vida sino de ser viciosos y
holgazanes.
Por eso, el suplicio estuvo a la medida del miedo y el
susto que pasaron.
3. Amor sublime
e infinito
Estuvo a la estatura de las imágenes que sus reflejos
habían ya elucubrado de lo que les iba a suceder, porque en su subconsciencia
ellos mismos ya se habían condenado a los suplicios más horrendos.
Lograron entrever ¡qué les sucedería en relación a sus
comodidades y beneplácitos!, pero más en relación a las sanciones morales que
merecían ellos mismos.
Ya tenían configurados esos castigos, por la infamia
en la cual estaban sumidos, si triunfaba la revolución.
Sin embargo, dentro del horror queda algo por
rescatar. En esta gesta surge algo excelso para nuestras vidas.
¿Y, qué es ello? Es el cariño de Micaela y el de José
Gabriel, como un amor sublime e infinito.
Juntos tejieron uno de los grandes amores de la
historia humana.
¿Cómo? ¿Estos indios? ¿Estos salvajes? ¿Es posible en
ellos la excelsitud en el amor? ¡No puede ser posible! Sí. Por las siguientes
razones:
4. Amor
cristalino
Porque ellos dos creen, sienten y piensan juntos,
abrazando el mismo propósito. Porque son ambos, fusionados, que se iluminan en
función de ideales y de principios supremos.
Porque es un amor hecho de coraje y valor totales. Que
saben del horror al cual se enfrentan y lo asumen.
Porque es amor de empresa común, de proyecto mutuo y
de intención coligada, que en este caso es instaurar la justicia social,
paliando los sufrimientos de la gente sencilla, para después gestar la libertad
de un continente.
Es entrega total, absoluta, sin cálculo, medida ni
disculpas del uno y el otro hacia la misma causa. Si es posible hasta morir en
el intento, tal y como realmente después ocurriera.
Porque estuvieron unidos en la vida y en la muerte.
Guerrearon uno al lado del otro. Porque tuvieron inteligencia y valor para
apoyarse.
Porque ella, sutilmente femenina, supo a él darle la
jefatura de todo y el poder para tomar las decisiones trascendentales. Porque
en el fondo de todo esto perdura el amor cristalino, profundo, absoluto hacia
los otros seres humanos.
5. Asumió
ese destino
Es por eso un amor sublime de la historia humana el
que se tuvieron Micaela Bastidas y José Gabriel Túpac Amaru. Porque fue un amor
sin regateos, ni menudencias ni menoscabos. No en función de las cosas, ni en
función de los intereses mezquinos.
Porque tomaron una decisión y la cumplieron, cual fue
echarse a los hombros los problemas que padecía la humanidad doliente. Porque
largas temporadas él se ausentaba por su oficio de arriero y ella paciente y
amorosamente lo esperaba anhelante.
Porque la separación física fue constante, pero la
unión espiritual fue igualmente intensa. Porque se confiaron mutuamente
secretos. Y, si cabe denominarlo así: secretos de Estado, pero como trasfondo
del amor que se profesaban.
Porque cada carta que intercambiaban tenía un doble
valor: ser botín para los servicios secretos enemigos, porque eran decisivas
enfrentándose al imperio más poderoso de la Tierra, pero en las cuales se
prodigaban mutuo respeto y cariño.
Porque era imposible que en esa época una mujer
pudiera alzarse en armas. Y él la preparó para ese cometido. Y ella asumió ese
destino con arrojo y valentía. Porque no lo abandonó, aduciendo que el sentido
de ella era cuidar a los hijos. Y de él hacer solo e independientemente su campaña,
como ocurrió en casi todos los casos de los movimientos insurreccionales del
planeta.
6. ¡Qué honor
más grande!
Porque los derechos cívicos de la mujer no es pelear
contra el hombre sino junto a él contra la estructura social injusta y
aberrante.
Porque la competencia entre hombre y mujer es pérfida,
cuando el enemigo es el sistema.
Porque se amaron de a verdad. Y, consiguientemente con
ello, al bien, a la belleza y a la virtud. Y se consagraron a cultivarlos.
Porque ella creía en él. Porque era noble, sincero y
augusto. Y jamás quebrantó esa majestad.
Porque estuvo a su lado y sucumbió con él.
Porque en algún lugar del cosmos se han reencontrado.
Porque queriendo castigarlos el enemigo los unió al
final de sus vidas y en sus muertes aparentes; porque están más vivos que
nunca.
Porque al quemar juntos y en una misma pira sus
miembros cercenados, los juntaron y los hicieron fuego eterno, que salva,
redime y purifica.
¡Qué honor más grande les hicieron sin darse cuenta!
7. Invencibles
montañas
Se unieron en cenizas. ¡Allí sus bocas confidentes,
sus palabras secretas están dándonos consignas! Porque cuando construyamos el
Perú del futuro, digno y hermoso, Micaela será la flor que se siembre en todas
las plazas de nuestro país enaltecido.
Y con la misma crueldad con que los golpearon hemos de
defender ahora culturalmente a quienes sufrieron.
Y Micaela será la flor del color más fulgurante, pleno
y valeroso. ¡Váyanla escogiendo, niños y jóvenes!
Daremos el nombre de Micaela a las nieves perpetuas de
los andes, a las cascadas de los ríos que se precipitan desde las alturas, a
los arroyos apacibles, a los valles profundos hermoseados con el vuelo de los
gorriones, mariposas y torcazas.
Micaela se llamará el mejor maíz, la mejor papa, la
mejor quinua. Y la fruta más dulce. La mejor trinchera en el combate se llamará
Micaela.
¡Jóvenes mujeres y hombres de mi pueblo! ¡Son
herederas de Micaela Bastidas! Siendo así ¡siéntanse gigantescas, poderosas e
invencibles montañas sagradas!
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