Danilo Sánchez Lihón
Dios hecho mujer
es el agua.
1. Hielo
que arde
El agua sana, da vida y salva. Es dócil, es buena, es
entrañable y servicial al hombre.
Sin embargo las aguas que calman la sed de mi pueblo
han sido vendidas, rematadas al martillo, han sido enajenadas y puestas tras
las rejas.
Han sido encarceladas tras alambres de púas, para
servir a las minas, quitándolas y arrebatándolas de su función de calmar la sed
de la gente y hacer que fecunde la tierra con sus frutos, racimos y espigas.
Y siendo así esta es una hora aciaga, en que yo debo
denunciar. Y denuncio. Y hago de esta una condena a un hecho criminal y
macabro.
Hay una mano perversa en todo esto. Y lo perpetran a
todas luces quienes fueron elegidos para defender el bien público.
¿Quién es? La gente del gobierno.
2. La condena
del Dante
Quizá por eso Dante Alighieri confinó en el círculo
más atroz y vergonzoso del infierno, enterrándolos en hielo que arde, mucho
peor que el fuego que trepida, a todo tipo de traidores, desde Caín.
Pero mucho más, Dante hizo una alquería especial, más
espantosa que todas las imaginables, para los que traicionan a la patria. Y es
verdad, porque quienes traicionan al pueblo son los peores felones.
Y lo son porque primero rogaron nuestra confianza, nos
aseguraron todo tipo de recompensas, en este caso si votamos por ellos.
Y aun así nos dieron las espaldas, tramaron nuestra
muerte vendiendo hasta nuestro aliento, como en este caso han vendido el agua.
Para esos pérfidos Dante vislumbró un lago, para
hundirlos eternamente y condenarlos, porque son los peores perversos, porque
reclamaron primero nuestra confianza, votamos por ellos y luego maquinaron
contra nosotros para dejarnos incluso sin agua.
3. El noveno
círculo
Ese lago helado del noveno círculo del infierno es el
Cocito, hecho precisamente del “agua de minas”, que es la preferencia de las
autoridades de uno y otro gobierno que se han sucedido en la administración de
nuestro país.
Dante los hundió en lo que tanto les entusiasma: en
los relaves; que aquí los están creando por todas partes.
A los traidores a la patria los hunde en el círculo
más feroz y abominable.
Y si lo puso allí el Dante es porque la actitud de ser
traidores no es nuestra, sino que nos ha venido de Europa, porque así no es el comportamiento
del mundo andino.
Aquella agua que servía para nuestro pueblo ya no
podremos verla ni beberla ni tocarla por esta traición. Se la ha enrejado y
levantado un cerco de alambres de púas en torno a ella.
4. El brote
de los manantiales
En el caso de Santiago de Chuco alrededor del complejo
de lagunas que tenemos en la parte alta del pueblo denominado este sitio con el
nombre rijoso y frígido pero a la vez traslúcido de Callacuyán. Aducen que
ahora es propiedad de las minas. Y la muestran presa tras las alambradas.
Por esas aguas, antes veneradas, sagradas e
intangibles, alguna gente ha recibido una bolsa muy repleta de dinero. Por esos
espejos traslúcidos, con esta política de liberalismo alguien tiene las arcas
llenas de plata.
Así: los cauces de los ríos, los espejos de las
lagunas, el brote de los manantiales, ahora son propiedad privada de las
compañías mineras. Y esto es macabro, tanto que parece una maldición.
Pero que lo hayan hecho personajes que representan a
nuestro país, y estando conscientes, es lo increíble. Y de parte de quien no
tiene ningún derecho para hacerlo, porque no le pertenece. Y como gobierno
debieran más bien salvaguardarlas.
5. Yace
circundada
El agua ha sido vendida a las empresas que registran
los peores antecedentes de contaminación en el mundo. ¡El agua que es vida, es
luz, es autenticidad!
¡El agua que es poesía, soplo vital, presencia mágica,
hálito sagrado! Ha sido ahora envilecida por el vil metal. Ha sido convertida
en bolsa de dinero.
El agua, a quien la besábamos cada día, a quien la
adoramos en un porongo o mate de calabaza. O en el borde esclarecido de un vaso
de cristal, o de una botella que llevamos a la jornada diaria.
Se la ha vendido para hacerla relaves de las minas.
Aquella que en recipientes de barro o de porcelana la alzaron nuestras manos
fervorosas, ha sido escarnecida.
Yace circundada, encadenada, cercada por una valla de
alambres de púas. Las lagunas de los picachos nevados de Callacuyán que son
tiernas, inocentes y candorosas, han sido infamemente apresadas, corrompidas,
vendidas para las minas.
6. De cuyo cauce
he bebido
El agua, cuya presencia reverenciaron nuestros
antepasados, y cuyas acequias se limpiaban bajo el compás de tinyas y pincullos
en el trabajo comunal.
Por ella salíamos a bailar como ella baila en las
cascadas. Esa doncella, esa niña, esa madre ha sido objeto de negocio y
compraventa.
Y alguien ha recibido mucho dinero a cambio de ella.
En el caso de mi pueblo, han sido vendidas para
explotar las minas ahora a cargo de una compañía extranjera.
Las pacarinas que proveen de agua a nuestros caseríos,
con las cuales conecta la acequia legendaria denominada “Acequia del pueblo” O
“Vicente Jiménez” y de cuyo cauce he bebido agua durante toda mi niñez, y que
era de inviolable propiedad comunal, han sido vilipendiadas por cheques y
monedas subrepticias.
7. Nada
es claro
Pero, ¿quién remata de ese modo? ¿Quién negocia con el
Perú?
Venden los funcionarios del estado del partido
político de turno, que han pasado a ser rematistas, martilleros y viles
subastadores.
Quienes creen que el Perú, por el hecho de haber
salido elegidos, es su presa, su botín y su mesada.
Se reúnen en alguna cueva y allí transan. Y extienden
las bolsas, como los ladrones de los cuentos y de las fábulas. Y como tienen el
poder en sus manos emiten entonces resoluciones, dictámenes y contratos
amañados.
Todo esto hay que suponerlo, porque nada es claro.
Nada se conoce, todo es oscuro. Hay una cortina de humo entre los hechos y las
miradas. Pero las evidencias son contundentes:
Las lagunas altas que dan agua a mi pueblo, Santiago
de Chuco, están cercadas por alambradas en donde se ostenta el rótulo de ser
ahora propiedad privada.
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