NACE CÉSAR
VALLEJO
EN CHUCO
Danilo Sánchez Lihón
1. César Vallejo,
orígenes
Diversos acontecimientos marcan el natalicio
de César Vallejo, ocurrido el 16 de marzo del año 1892, en Santiago Chuco,
ciudad andina y ancestral del departamento de La Libertad, en la región norte
del Perú.
El primero es que su madre, al traerlo al
mundo, estuvo a punto de perder la vida, pues era su doceavo parto.
Los gritos y sollozos de los parientes y
personas que ayudaban en las labores de la casa eran tan intensos, gemebundos y
desgarradores, que don Francisco de Paula tuvo que intervenir llamándoles
severamente la atención, diciéndoles:
– ¡Dejen de llorar! ¡No ha muerto la señora!
¡Por qué entonces esos gritos, lamentos y alaridos! ¡A llorar y gemir a otra
parte!
– ¡Es que nos conmueve tanto sufrimiento que
está pasando la señora!
– ¡Pero su manera de comportarse la está
causando mucho daño a ella y a la criatura! ¡Todo lo está escuchando la señora!
¡Y eso está haciendo que el parto se complique!
2. Tanto
es así
Y es que cuando César Vallejo nació, el 16 de
marzo de 1892, su madre tenía exactamente 41 años y 8 meses, próxima a cumplir
los 42 años, edad en que todo embarazo y alumbramiento para una mujer es muy
difícil y de alto riesgo.
Pero también su padre, don Francisco de Paula
ya era hombre provecto, al contar a esa fecha con 51 años y 11 meses de edad,
es decir 52 años.
En realidad ya eran viejos ambos, con hijos
mayores ya casados que les habían dado ya una fila numerosa de nietos.
Siendo que cuando César Vallejo nació también
llegaban al mundo los hijos de sus hermanos mayores, como María Jesús y Víctor
Clemente, tanto es así que Otilia, la hija de este, y el poeta tuvieron amores,
al menos platónicos.
3. Gemidos
de tormento
Era medianoche de tempestad en que llovía
intensamente con rayos y truenos. Una de las mujeres que se acurrucaban en el
poyo de la casa tiritando comentó.
– ¡Qué niño será este que nace con tremenda
tempestad!
A esto se suma el hecho de que Santiago de
Chuco en aquella época no tenía servicios óptimos de salud, ni siquiera
carretera para el traslado de vehículos motorizados a Trujillo para atender una
emergencia.
Santiago de Chuco era un pueblo ensimismado,
un enclave, un paraje y una comarca que se valía por sí misma
No tenía hospital, ni siquiera una Posta
Médica. Tampoco había llegado la energía eléctrica. Las casas se alumbraban con
lámparas, candiles y mecheros.
Un hecho conmovedor y dramático, coincidente
con el nacimiento de aquel niño, es que aquella noche a unos metros del lecho de
la parturienta, en la calle de la cual apenas la separa una pared de adobe, se
escuchaban gemidos de tormento.
4. Quizá
por eso
A los quejidos agónicos de la madre que “se
moría” y a los alaridos de los familiares, se mezclan los estampidos de los disparos
de fusilería, las imprecaciones y los lamentos de afuera.
Algunas de aquellas balas motivadas por el
enfrentamiento entre “Los rojos” partidarios de don Nicolás de Piérola, “El
Califa”, y “Los verdes” fanáticos de don Andrés Avelino Cáceres, “el brujo de
los andes”, que disputaban el poder presidencial, se incrustaron en las paredes
y en el tejado.
A consecuencia de ello, apenas al otro lado de
la pared en que nacía César Vallejo, moría en ese mismo instante un hombre
producto de estos enfrentamientos.
Por eso, en él vida y muerte fueron espacios
que siempre estuvieron indisolublemente ligados.
Y quizá por eso, quien nacía en esos momentos
diría después, en unos de sus poemas:
Yo
nací un día
que
Dios estuvo enfermo,
grave.
5. Ferviente
misticismo
Aparte de estas circunstancias, hay dos
aspectos significativos en la biografía del autor de “Los heraldos negros”,
cuales son: que sus dos abuelas mujeres fueron indígenas, naturales del lugar y
de ancestros chucos, cultura pétrea, recóndita y mágica.
En cambio sus dos abuelos varones fueron ambos
sacerdotes y españoles; de sotana bien puesta y atildada, y con bien asignada y
delimitada parroquia cada uno de ellos; ambos muy respetados como clérigos de
probada devoción, y con aureola de ferviente misticismo, quienes llegaron en
misión evangelizadora hasta aquel lejano paraje.
Su padre, Francisco de Paula Vallejo Benites,
fue hijo del sacerdote mercedario José Rufo Vallejo y de Justa Benites.
Y su madre, María de los Santos Mendoza, fue
hija del sacerdote Joaquín de Mendoza y de la lugareña Natividad Gurrionero.
6. Claves
de significación
Ambos progenitores del poeta nacieron en
Santiago de Chuco, el primero en 1840 y la segunda en 1850; y es en dicha villa
en donde contrajeron matrimonio en el año 1869.
Tan pronto se casaron vivieron en la calle
Colón N° 96, de propiedad de doña María de los Santos, la madre del poeta, a
tres cuadras y media de la Plaza de Armas, y apenas a media cuadra del mercado
de abastos del pueblo, casa en donde nacieron todos los hijos de esta familia
numerosa.
César Vallejo, por eso, es el producto de dos
culturas, mundos y actitudes ante la vida. La indígena peruana y la hispana
española.
Son
importantes estos antecedentes familiares porque caracterizan la poesía del
autor de los Poemas humanos y nos dan claves de enorme significación y
trascendencia para entender su concepción del mundo y de la vida.
7. Yo
me adhiero!
César Abraham fue el último de doce hermanos,
y como tal el “shulca”, a quien se lo engríe y se lo mima, el mismo que de niño
ya ordenaba a su numerosa familia de hermanos en grupos de a cuatro: “los
viejos”, “los mayores” y los “pequeños”; estos últimos integrados por: Águeda,
Natividad, Miguel y, el último, él:
Aguedita,
Nativa y Miguel?
Llamo,
busco al tanteo en la oscuridad.
No me
vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.
En donde se siente el enraizamiento con lo
oriundo, telúrico y popular, que determina esa adhesión tan grande que tiene a
su tierra, a su país y a su gente, que lo hacen exclamar después:
¡Sierra
de mi Perú,
Perú
del mundo
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
8. Enclavaron
sus huesos
Esta actitud deriva indudablemente de su
raigambre indígena, actitud de afincarse y crecer identificados con la tierra
de origen, que le viene por la línea de sus abuelas, en una cadena genética
afincada siglo tras siglo en el lugar.
Este ancestro explica esa fuerza natural,
primigenia e instintiva de identificación con todo lo que es aborigen, elemento
germinal que sustenta el linaje femenino de su progenie familiar.
Pero, de otro lado, en él se hace presente la
otra vertiente cultural, metafísica e idealista, que es el legado de sus
abuelos que fueron ambos españoles.
Quienes para venir y llegar hasta aquí
cruzaron un océano temible y anchuroso y enclavaron para siempre sus huesos en
ese lugar.
Pero, además, porque ambos eran clérigos, y
por ese canal le llega prístina la vena mística y sobrenatural.
9. Ponte
el sol
¿Pensarían acaso, siquiera por asomo de duda o
certeza, que a partir de ellos se procrearía un niño con las dotes, el designio
y el genio que César Vallejo alcanzó a tener?
Hay, por eso, también en la obra de César
Vallejo, ese hálito litúrgico y espiritual; aquella vena de religiosidad en el
sentido de un sentimiento trágico de la vida.
Caudal que se funde y mezcla con esa otra
vertiente raigal, terrígena y auroral de sus abuelas de sangre nativa, que le
hacen decir:
Ya va
a venir el día, ponte el alma. ...
Ya va
a venir el día, ponte el cuerpo. ...
Ya va
a venir el día;
la mañana,
el mar, el meteoro, van
en
pos de tu cansancio, con banderas, ...
ya va a venir el día, ponte el sol.
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