1.
Los sueños
más
acrisolados
Cada día, miles de niños y
niñas, centenares de miles y hasta millones de ellos, se movilizan por caminos
llanos o abruptos, atraviesan puentes, cruzan bosques y vadean chorreras y
hasta ríos caudalosos, en los valles que interrumpen los desiertos.
En otros casos serpentean
por los cerros azotados por lluvias o nevascas, o alumbrados por el sol de las
serranías; navegan en canoas sobre los espejos de agua de los grandes ríos de
la Amazonía.
En las grandes urbes
caminan por senderos polvorientos, o bajan de los cerros por escalinatas
empinadas para treparse a vehículos hacinados de trabajadores que van a las
fábricas; o caminan por calles sorteando la avalancha de autos y camiones que
pugnan por avanzar un metro, con calles congestionadas por ser horas de punta.
Hacen el esfuerzo y
sacrificio diario de levantarse rayando la aurora, tomando un desayuno magro y
escaso, a fin de enrumbarse camino a la escuela, alentados por claras o vagas
ilusiones pero apostando a favor de un porvenir mejor para sí mismos, para sus
seres queridos y para la sociedad a cuyo desarrollo esperan contribuir.
2.
Oriflama
de
esperanza
Cabe anhelar que los
maestros, el equipo de gestión de las instituciones educativas y la plana
docente que labora en las aulas de clases tengan siempre muy presentes aquellas
expectativas, ansias de superación e impulso hacia una transformación plena
individual y colectiva de quienes de manera sacrificada y cada día concurren a
las aulas de clases.
Cabe tener en cuenta que la
vida en las aulas son depositarias de los sueños más acrisolados, vibrantes y
conmovedores de las familias y de quienes constituyen el recurso más preciado
de una comunidad de personas, como son los niños y los jóvenes.
Una corona de laurel
latente aunque invisible exorna siempre la puerta de ingreso de cada centro
educativo, por humilde que él sea.
Una oriflama de esperanza
aletea y se bate enhiesta en el patio de honor de toda institución educativa
donde se sintetizan las más caras aspiraciones de una sociedad.
Una estela de sueños,
promesas y hasta quimeras se eleva desde cada plantel escolar y que quizá sea
el capital más preciado con que una sociedad cuenta para aspirar a solucionar
todos los problemas que nos aquejan
3.
Militancia
a
favor de la cultura
La escuela abre sus puertas
cada mañana, tarde y noche acogiendo en sus aulas a aquellos destinos aún por
definir.
Siendo leales a esa
aspiración solo cabe hacer de cada aula de clases lugares de excelencia en el
cumplimiento y satisfacción de dichos ideales, pero también lograrlos como
espacios de reflexión y proyección para conseguir la transformación social.
Corresponde a la comunidad
magisterial de un plantel escolar, como también al personal de apoyo y a la
comunidad educativa en general, dar todo su aliento a fin de que se cumpla a
cabalidad con satisfacer estas expectativas.
Propiciando que se plasme
el anhelo que los seres humanos más sensibles, por tiernos y en actitud de avanzar
como son los niños, depositan en su labor; así como aspirando a verlos
realizados en la sociedad que pone en ellos sus más altas esperanzas.
Por tales motivos cabe
esperar una militancia del maestro a favor de una cultura de honda inspiración
humana, con identidad y autoestima liberadoras.
4.
Educar
para
resolver problemas
Educar es un saber
complejo, pero quizá lo más arduo y elevado para un profesional de la educación
sea establecer una síntesis de vida y dar una orientación certera y clara en lo
que es una visión humana, social y cívica
a su acción docente en el aula de clases.
Etimológicamente educar
proviene de los vocablos latinos “ex ducere” que significan “conducir hacia
afuera”, es decir: develar, poner al descubierto, despertar; hecho que no
solamente se aplica al mundo interior sino a la realidad externa en lo que
implica partir de dentro hacia fuera, de aquí para allá, de lo particular e
intrínseco a lo general y en expansión.
En tal perspectiva, todo
aprendizaje es óptimo dentro de una situación de realidad, siendo el gran
problema de la educación, anotado tantas veces pero hasta ahora no resuelto, el
de educar a partir y en función de esa realidad. Basados en ella y para conseguir
una respuesta concreta y objetiva la educación es asumir la realidad con todas
sus deficiencias pero también con toda su potencialidad, diversidad y poderío;
y obtener riqueza gracias a la acción de comprometernos y transformar el mundo
existente.
5.
Que las casas
luzcan
hermosas
Lo primero que tenemos que
lograr entonces es que la educación funcione para la sociedad en donde ella se
desenvuelve, de tal modo que el educando sienta que su destino es prepararse
para mejorar el mundo que lo rodea, la vida que le incumbe y el ambiente
circundante que le pertenece, resolviendo problemas concretos.
Lo que es ineludible
conseguir es que la educación enfrente lo cotidiano, la vida ardua y peligrosa
que nos desafía cada día. Y no se erija como un estamento artificial, para
escamotear los asuntos de la realidad o para entretener a niños y jóvenes con
falsos problemas y en disquisiciones que no tienen ninguna aplicación para
mejorar la vida.
Tenemos que educar, por
ejemplo, para solucionar la crisis que vivimos, para desterrar el caos y las
anomalías, para corregir y superar el hambre que agobia a nuestro pueblo, para
crear puestos de trabajo, para hacer que las personas, como las casas y las
ciudades, luzcan mejor, limpias, sanas y hermosas.
Por no hacerlo la educación
resulta en muchos casos desprestigiada, inútil y ajena.
6.
Para bien
de
la humanidad
Por no hacerlo los padres
en muchas zonas y regiones no le dan todo el valor que ella merece. En muchos
ámbitos se considera que ella más bien es un escape, un subterfugio y un
extrañamiento de la realidad. Se constatan esos defectos cuando por ella el
joven o el profesional recién graduado emigra del campo lo abandona por la
ciudad. Y si avanza más lejos dejará el país por conseguirse una ocupación casi
siempre subalterna en el extranjero.
La escuela, sin
embargo, potencialmente es el más amplio
y poderoso canal no sólo para procesar información y absorber conocimientos,
sino, y fundamentalmente, para adoptar conductas y asumir actitudes, siendo las
más perentorias afianzar la identidad de las personas y su pertenencia a una
localidad que los requiere y necesita, así como es un imperativo moral
transformar la realidad mejorándola sustantivamente para bien de la humanidad.
El maestro tiene la
posibilidad de hacer obras maravillosas, desde que cada mañana, tarde y noche
está al frente de un número considerable de niños, jóvenes y adultos pendientes
de sus palabras, no debiendo desperdiciar esa oportunidad a fin de que el mundo
cambie y mejore.
6.
Tarea
de
todos
La dedicación más
significativa es trabajar por la educación y el niño, teniendo en cuenta lo que
José María Arguedas nos advertía:
"En el Perú la
educación no se resuelve mediante el método sino mediante el conocimiento de la
cultura, de las costumbres de cada pueblo".
En esta proyección nos
instalamos en el concepto de escuela abierta, la formación también fuera de las
aulas, en la ciudad educativa de Edgar Faure. Con esta perspectiva es que incidiremos
más en la vida, en donde el hombre agrega al estado natural, biológico,
biofísico y químico del cosmos el componente de las creencias, la fe y lo que
nos proponemos ser exaltando más la vida y al hombre.
Resultando de ello que de
lo que se trata es de la educación en el espacio social, en la calle, en las
esquinas, en el mercado; se trata de educción en la tienda, en los ómnibus,
como también en el campo de deportes, en el coliseo, el parque de diversiones,
educación en donde el orbe es la choza campesina o la Plaza Mayor.
Necesitamos educar en base
a la vida, a la circunstancia, a lo que nos presenta y ofrece el mundo, en
síntesis: en educar para la cultura. Ámbito en el cual la educación es tarea de
todos.