LAS NUEVE VENTANAS DE FRANSILES GALLARDO
Por Harold Alva
Por Harold Alva
Columnista, Diario Expreso
Fransiles Gallardo es ingeniero, pero no es cualquier ingeniero. Fransiles es escritor.
Cajamarquino, radicado desde hace algunas décadas en Lima, ha desarrollado una obra que incluye cuento: “Entre dos fuegos, historias de ingenieros” (2007), “Puka Yacu, río de sangre” (2014), novela: “Aguas arriba” (2011), y poesía: “Ventisca tu (des) amor” (2004), “Estremecido gato montés” (2012) y “Nueves” (2015).
Virtud que nos retorna a los clásicos de la literatura grecorromana cuyas cumbres dominaban no sólo las artes sino las ciencias.
Así teníamos matemáticos que escribían poesía o arquitectos expertos en el discurso épico.
“Nueves” es un libro que nos devuelve al sentido más puro de la acción poética, sus motivaciones giran en torno a la nostalgia, a la ternura, a los desencuentros, a esa afirmación del “yo” que tiene en su sensibilidad ese puente que lo conecta con el drama externo, aquel escenario por el que transita el tiempo o la patria, pero siempre el amor que aparece en la imagen de una mujer a la que siente como su terruño, como aquel lejano pueblo donde suceden las revelaciones.
Dividido en nueve ventanas y un pórtico, el poeta nos advierte la eclosión que perturbará el marasmo emocional de lo que acontece en una época que da la impresión ha refugiado su sensibilidad en otros géneros.
“Nueves” es una extensa confesión de la derrota, pero no de aquella derrota como pérdida, sino de aquel fracaso que nos enfrenta a lo que somos para reconstruir nuestro lenguaje, nuestra cartografía interior, la esperanza que le dicta que no calcine sus promesas, la sonrisa que lo detiene en cualquier esquina o en aquel paradero donde escribe sus tormentas.
Un libro a la altura de los mejores de una promoción que tiene en Bethoven Medina (“Quebradas las alas”), Ángel Gavidia (“Un gallinazo volando en la penumbra”) y Fransiles Gallardo, sus incuestionables representantes.
Cajamarquino, radicado desde hace algunas décadas en Lima, ha desarrollado una obra que incluye cuento: “Entre dos fuegos, historias de ingenieros” (2007), “Puka Yacu, río de sangre” (2014), novela: “Aguas arriba” (2011), y poesía: “Ventisca tu (des) amor” (2004), “Estremecido gato montés” (2012) y “Nueves” (2015).
Virtud que nos retorna a los clásicos de la literatura grecorromana cuyas cumbres dominaban no sólo las artes sino las ciencias.
Así teníamos matemáticos que escribían poesía o arquitectos expertos en el discurso épico.
“Nueves” es un libro que nos devuelve al sentido más puro de la acción poética, sus motivaciones giran en torno a la nostalgia, a la ternura, a los desencuentros, a esa afirmación del “yo” que tiene en su sensibilidad ese puente que lo conecta con el drama externo, aquel escenario por el que transita el tiempo o la patria, pero siempre el amor que aparece en la imagen de una mujer a la que siente como su terruño, como aquel lejano pueblo donde suceden las revelaciones.
Dividido en nueve ventanas y un pórtico, el poeta nos advierte la eclosión que perturbará el marasmo emocional de lo que acontece en una época que da la impresión ha refugiado su sensibilidad en otros géneros.
“Nueves” es una extensa confesión de la derrota, pero no de aquella derrota como pérdida, sino de aquel fracaso que nos enfrenta a lo que somos para reconstruir nuestro lenguaje, nuestra cartografía interior, la esperanza que le dicta que no calcine sus promesas, la sonrisa que lo detiene en cualquier esquina o en aquel paradero donde escribe sus tormentas.
Un libro a la altura de los mejores de una promoción que tiene en Bethoven Medina (“Quebradas las alas”), Ángel Gavidia (“Un gallinazo volando en la penumbra”) y Fransiles Gallardo, sus incuestionables representantes.
(Mi columna de hoy en el Diario Expreso, Lima, 24 marzo 2016)