FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
LECCIÓN
DE
DIGNIDAD
Danilo Sánchez Lihón
1. Paradigma
de historiador
– ¿Alguno de los presentes es del Perú? –Pregunta
desde la tribuna en la sala de recepciones del Ayuntamiento de la ciudad de
Trujillo de Extremadura, en España, la señora que será nuestra guía de las
aproximadamente sesenta personas invitadas con ocasión de celebrarse en esa
ciudad uno de los varios actos de homenaje por el Quinto Centenario del
Encuentro de dos Mundos.
– Yo. –Respondo levantando la mano.
– Le ruego venir aquí adelante, conmigo. –Expresa.
Avanzo, nos saludamos tendiéndonos la mano, y continúa diciendo:
– Soy extremeña, graduada en Historia por la
Universidad Complutense de Madrid, y quiero rendir en primer lugar mi homenaje
a un ilustre historiador que para mí es un paradigma, el Dr. Raúl Porras
Barrenechea del Perú, en cuya documentación voy a basarme para brindar toda la
información que les voy a ofrecer en esta visita guiada, y quien ha estudiado a
Francisco Pizarro y a los conquistadores españoles que incursionaron por los
territorios del Nuevo Mundo desde esta ciudad. El doctor Porras lo ha hecho
mejor que ningún otro historiador incluyendo a los de España.
2. Por qué
entonces
Es una señora elegante, fina y muy versada. De
carácter amable y quien durante todos los días que duró esta visita quiso que
yo estuviera a su lado lo que me satisfacía porque así aprovechaba la
información que ella nos brindaba y que yo podía recoger.
Así corregí, por los estudios de Raúl Porras
Barrenechea acerca del origen de Francisco Pizarro que él no había sido ni
porquero ni analfabeto, así como tampoco los demás capitanes y soldados de la
conquista, como me enseñaron mis profesores de historia en la educación
primaria y secundaria y como era el común hablar y sentir de la gente, sino que
el Capitán de la Conquista del Perú fue de buen linaje e hijo del Alcalde de la
ciudad
Por qué entonces esa imagen de que se embarcaron en
las naves de la conquista de España a América ex presidiarios, analfabetos,
gente ruin y que incluso liberaban de las cárceles para venir a poblar estas
tierras, información que indudablemente nos hace daño.
3. Culto
de las ideas
Raúl Porras Barrenechea no contrajo matrimonio, no se
le conoció una novia, ni tuvo hijos. Toda su vida estuvo consagrada al estudio
y la investigación.
Tampoco tuvo ninguna conducta equívoca ni debilidad en
cuanto a su sexualidad. Nadie jamás se atrevió a empañar con ninguna sombra su
intachable conducta.
Sin embargo era un hombre afable, simpático y atractivo;
de luminosos ojos azules, rubio y enérgico; un caballero seguro, confiado y
feliz; gran expositor, orador contumaz y quien sabía comunicarse muy bien en
cualquier ocasión. Era conversador animoso y brillante. Un hombre admirado,
venerado e ídolo para sus alumnos.
Y sin embargo austero, casto, íntegro, sin ninguna
veleidad en su comportamiento, sin ninguna inclinación por establecer
relaciones de pareja, porque su razón de ser y su sentido de la vida era el
culto de las ideas, el consagrarse a un ideal, el del conocimiento de la verdad
histórica y la interpretación de la realidad. Tres amantes a las cuales
consagró dedicación apasionada fueron la historia, la patria y la educación.
4. El aliento
soterrado
Su efusión fue enseñar; su campo de batalla fue la
investigación histórica, como su entrega era el apostolado por hacer
magisterio, por ser maestro imbuido de una convicción profunda; maestro de
alma, de raza, para lo cual incluso no necesitaba un aula, sino la calle, el
corredor, el patio, como también hizo de su propia casa una universidad.
Tuvo una infancia melancólica porque su padre murió en
un duelo a muerte cuando el amor de su madre por su esposo era casi la
divinización. De allí su actitud frente al mundo, de acoger a los jóvenes de
inteligencia brillante y de corazón auténtico y genuino para ahondar en las
ideas y esclarecer los hechos significativos de la realidad.
¿Cuál era su eje y su inspiración fundamental? El
espíritu, la perdurabilidad, lo trascendente. Y aún más el aliento soterrado o
el hálito y vigor escondido. Y que había que descubrir principalmente en el
polvo de las bibliotecas, casi en el fondo de lo inhallable, en la luz
impalpable de lo que vivifica y da esperanzas. Animaba la razón de su
existencia la vibración de aquello que está en el fondo de lo aparentemente
inerte. Y que si no se lo rescata a tiempo muere, se esfuma y desaparece para
siempre.
5. Los grandes
y menudos hechos
Era esa pasión, ese toque, esa aspiración la razón por
la cual no tuvo hijos, pero sí, como Cristo, formó discípulos fervorosos,
entusiastas y comprometidos, quienes le depararon una admiración y un respeto
sin límites. Uno de ellos nada menos que Premio Nobel de Literatura, Mario
Vargas Llosa, quien no tiene ninguna reticencia, sino al contrario una enorme
emoción y como un deber ineludible de llamarlo con ese nombre inmenso de
“maestro”, en quien su pasión era enseñar, desentrañar la verdad, estudiar los
hechos históricos.
Mario Varas Llosa expresa, por ejemplo, que ningún
intelectual en el mundo le ha parecido más extraordinario expositor que Porras,
en cuya casa trabajó cinco años, pese a que la suerte le había deparado
escuchar a sabios y eminentes expositores, como Marcel Bataillón en el Colegio
de Francia, o como Dámaso Alonso en la Real Academia Española, quien cuando
desmenuzaba un poema parecía un relojero de la lengua. Ninguno como Raúl Porras
Barrenechea, que cuando:
“…comenzaba a hablar, se convertía en un gigante, en
un convocador a cuyo llamado acudían, prestos, luminosos, diáfanos, deslumbrantes,
los grandes y menudos hechos del pasado peruano”.
6. Acto
de hombría
Dueño de una actitud certera y cabal para comprender
los hechos desde el fondo y desde abajo.
Así, el propio Mario Vargas Llosa relata cómo con unas
cuantas frases desbarató la obsesión que tenía su padre por matarlo, motivo por
el cual lo buscó en la casa de Raúl Porras en donde trabajaba y solo por la
desobediencia de casarse con su tía política Julia Urquidi.
Felizmente no lo encontró, pero sí encontró el maestro
Porras quien tuvo palabras para dar en
el clavo de lo que para aquel hombre atrapado entre sombras y fantasmas
significó una curación definitiva y que fue la siguiente respuesta, dicha como
un exorcismo, una sanación milagrosa, porque a partir de entonces el padre de
Mario Vargas Llosa dejó de acosarlo:
"Después de todo, casarse es un acto de hombría,
señor Vargas. Una afirmación de la virilidad. No es tan terrible, pues. Hubiera
sido mucho peor que el muchacho le saliera un homosexual o un drogadicto, ¿no
es cierto?"
7. Culto
a la Patria
Su otra gran pasión fue el Perú, su desvelo y su
esperanza definitiva.
Conmueve en Porras su sentido de peruanidad y su
aseveración de que mientras más se conoce a fondo el Perú más certeza existe
acerca de su destino superior e inconmensurable.
Este amor al Perú, en quien había escudriñado tanto en
los pliegues más íntimos de los historia y acerca de nuestro ser, nos infunde
un compromiso ineludible hacia los horizontes que traza y de una admiración
profunda hacia la estela de sus enseñanzas.
Porque si él que lo conocía tanto cada día se sintió
más fortalecido y lo amó de manera ferviente y entrañable nos traza una
ecuación infalible para la propia
autoafirmación y la convicción de afianzarnos más en nuestras propias promesas.
Dice Lohmann Villena de él: que siempre mostraba “un
indomable culto a la Patria sentida con ardor, con pasión…”
8. Convenció
a todos
Su sentido de la historia viva la tuvo cuando fue
Canciller de la República en el gobierno de Manuel Prado.
Presionados por Estados Unidos a fin de imponer a
Fidel Castro y a Cuba sanciones por la instalación de un régimen no
capitalista, pese al mal cardíaco que padecía, expresó, advirtiendo la tramoya
que se preparaba:
…que no estaba dispuesto ni a “que lo avasallen ni que
se arrastre la dignidad del Perú”. “¡Voy aunque me muera!”. –Dijo.
Y concurrió a la VII Reunión de Cancilleres Americanos
efectuada en San José de Costa Rica, entre el 22 y 29 de agosto de 1960.
En su discurso que fue inaugural defendió el principio
de libre determinación de los pueblos y de no intervención, como era la
tradición del Perú.
Y lo hizo de manera tan encendida y brillante que
convenció a todos, tanto que el representante de Estados Unidos reportó a su
gobierno de que estaban solos.
En ese momento fue cuando las órdenes de los gobiernos
a sus cancilleres allí reunidos fue explícita de votar por el cerco a Cuba.
9. Lección
de dignidad
Se dice que Porras recibió dos telegramas desde el
Perú:
Uno de Presidencia de la República ordenándole votar
por el aislamiento del pueblo cubano y a favor de las sanciones.
Y al mismo tiempo recibió otro de sus alumnos de la
Universidad de San Marcos donde le expresaban que confiaban en la honestidad y
el ejemplo de su maestro.
Porras puso los dos telegramas en cada una de sus
manos y dijo:
– A ver, ¿para qué platillo de la balanza se inclina
la historia? ¡Ah! Para lo que me exige y reclama la juventud que es límpida,
sincera y fraterna.
Fue el único voto que no sancionó a Cuba. Tomó el
avión de regreso y ya en el aeropuerto mismo entregó su carta de renuncia como
Canciller al edecán de Palacio de Gobierno que había concurrido para citarlo.
Enrumbándose más bien a su domicilio. Tres semanas
después, el 27 de septiembre murió en su casa de Miraflores. Esta fue su última
lección de dignidad.
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