CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
4 DE OCTUBRE
DÍA DE LOS ANIMALES
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
LAS MAMÁS DE LOS POLLITOS
Danilo Sánchez Lihón
1. Allá abajo o hacia arriba
Hay infinidad de seres
maravillosos en la naturaleza y en el cosmos. Entre ellos están las
gallinas caseras, que se pasean por nuestros patios, huertas y corrales,
joyas talladas con plumajes en combinaciones diferentes, hadas ocultas
hasta que se rompa el hechizo en que andan sumidas, flores de pétalos
iridiscentes.
¿Puede haber piedra o gama más
preciosa y acabada en su perfil y colorido? ¿Puede imaginarse palacio
más fastuoso de algún califa de ensueño? ¿Cabe exposición más profusa y
adornada que los mármoles y los diamantes etéreos de que sus alas están
hechas?
No hay luceros ni estrellas en el
firmamento que pudieran ser más bellas que una de sus plumas, aunque
ellas sean recatadas y modestas, por entre las piedras. ¡No, no las hay!
No me producen tanta admiración ni los amaneceres ni los crepúsculos,
que los he observado con tanta fascinación, en cada uno de sus rasgos,
pegada la frente a la ventana del avión de uno y otro continente por
donde infinitas veces he viajado. Y en donde siempre pugno por ocupar un
asiento en la ventana, y en la parte delantera de esas otras aves, en
donde las alas no me tapen la visión de ver incluso la niebla o la noche
tupida que se ciernen allá abajo o hacia arriba.
2. Se enjoya y estampa
El plumaje de las gallinas caseras
es de brillo mate, como el papel en que te escribo, amable lector. La
manera de plegar sus alas es sencilla y primorosa. Su andar acompasado,
estirando una pata para palpar si el mundo sigue en su sitio, o se ha
movido. Y con ese tacto prosiguen, pensando en no sé qué transparentes
misterios, en sus ojos quietos y absortos.
Verlas caminar con sus pollitos
por el patio al atardecer, y encaminarse hacia su nido, me ha dejado
pensando mucho acerca de lo que es el hogar. ¡Hasta esconderlos a todos
haciéndolos caber bajo sus alas!, me sumergen en la duda de cuáles son
los seres que son la imagen y semejanza de Dios.
Jaspeadas de morado y de blanco
sus alas, ¡cómo enternecen el alma, nos consuelan y nos enaltecen! ¡Y
cómo la naturaleza nos dota de maravillas en lo más perecedero y, a
veces, inhóspito! Y en todo esto me refiero a las gallinas caseras o
también llamadas chuscas.
En quienes se enjoya y estampa esa
belleza conmovedora y profunda, como en algunas muchachas de lugares
precarios en donde pareciera haberse encarnado una reina.
3. Amaneceres o crepúsculos
Las gallinas caseras son muestras
de una honda feminidad, de atuendos pudorosos y de irrenunciable
intimidad, retiradas de toda ostentación, son amuletos, dijes y piedras
preciosas.
Joyas talladas y combinados sus
matices seguro por los orfebres y artistas populares más connotados del
universo. La asociación de colores de sus plumajes son extasiados,
escogiendo un tono y un color en cada pluma: escarlata, blanca, azul,
amarilla, integrados a otros de colores raros hacen prismas, poliedros y
quimeras.
Las gallinas caseras son como
nuestras mujeres, que en cualquier momento se ungen de raras
iridiscencias y resplandores, con un no sé qué de fidelidad pero también
de incertidumbre para olvidarnos porque su reino no es de este mundo y de ningún otro, sino solo de ellas mismas.
En donde Dios se consagra como
genial pintor y artista de la paleta en sus plumajes, mucho más que en
los colores y galanura de los peces ornamentales, o lo que se esparcen
en los amaneceres o en los crepúsculos.
4. Entre los abrojos
Es la conjunción de todas las
sangres lo que les ha dado esta maravilla de gamas; es la mezcla de
razas lo que las hace bellas, en donde combinan los colores crudos y los
otros dulces y suaves.
Los jaspeados como los tornasoles,
las mixturas binarias, como las interminables, las de cuatro o más
colores o de la infinitud de estos, nunca de mal gusto sino con una
sensibilidad sutil de artistas consumados los que los hubieran hecho.
No hay una sola en cuyo plumaje yo
haya visto que los jaspes no compaginan. Así como no hay un buen patio
solariego, ni casa humilde o blasonada de mi pueblo, sea en la ciudad o
el campo, que no esté engalanada por el paso lento de una o más gallinas
que picotean distraídas en la tierra seca, o en la recién llovida.
Y que entre los abrojos no
encuentre otras maravillas más, y cuyo plumaje no sea de una
iridiscencia que quizá ni ellas mismas lo saben, porque son recatadas; y
no se pasean por alardear en esos espacios, sino por hacerse de alguna
semilla o escarabajo que se mueve entre las piedras.
5. El señor de esas aves
En otras ocasiones es el gallo
quien contonea su estampa de galán, ufano y garboso, de plumaje como
ningún encumbrado palaciego de la corte jamás lo ha tenido, ni jamás lo
podrá ostentar; con capa, morrión, espuelas, bufanda y espada.
¿Para qué más? ¿Y a qué tanto afán
si el gallo casero de nuestros hogares es más que cualquier áulico y
señor palatino? Pero que aquí se pasea por algo básico y fundamental,
cual es por las gallinas que tiene a su cargo, no por soberbia u
ostentación vana.
Como sí puede ocurrir con un pavo,
ganso, o los cisnes de los estanques que por contemplarse a sí mismos
se han vuelto infecundos y estériles.
En el gallo quizá haya algún instinto de altanería en su sangre intempestiva, algún rasgo atávico de jactancia y ostentación.
Porque ese es su rol natural ante las gallinas, de las cuales él anda pendiente y ha asumido su rol de protector.
Pero, en mi casa de infancia el
señor que se consagraba al cuidado de estas aves, y tenía pasión por
verlas en la casa, era mi padre.
6. En su trono sideral
Quien un día de repente dice:
– Ya puso huevo la "Flor de haba”. –Y lo vuelve a repetir con su pelo revuelto, su ropa de entre casa y sus ojos de niño.
Lo reitera trayendo en la mano la
vasija de comida casi terminada que le acaba de dar principalmente a las
gallinas que eran pollas.
Para eso mi padre tiene una
sensibilidad especial, para sopesar la edad de los animales. Y suponer
qué refuerzo vitamínico requieren cada una de ellas.
Y especialmente está pendiente de las gallinas, mucho más cuándo están poniendo huevos y se echan a empollar.
El cacareo, buscando nido para poner, por parte de cualquiera de ellas, lo entusiasma sobremanera.
Y para eso ya le tiene preparada
la cama en algún sitio del terrado, adonde a la gallina le ayudamos a
entrar con los movimientos de nuestros brazos, como para que lo
encuentre.
Sentada allí parece una reina o una soberana en su trono sideral.
7. Como creía
Don Pascual Danilo se enternecía, como un padre con su hija, cuando se levantan del nido a tomar agua o a picotear.
Suspende cualquier labor que esté
haciendo, sea lo que fuera, incluso si se trata de su diario
arrobamiento con la mandolina, con tal de ir a atenderlas en su cacareo,
como si fueran a él a quien le reclamaran algo.
Pero lo más seguro es que ya le
tiene preparado un potaje suculento: de maíz, verduras picadas, la parte
superior de los choclos.
O el último y más caro de sus manjares que es huesos que ha molido pacientemente y hasta cascarones de huevos, hechos harina.
Porque según los cálculos o caprichos de mi padre esta mezcolanza son golpes vitamínicos, que puede no ser tan cierto.
Ya que ahora sé que muchas son
ocurrencias de mi padre, porque he comprobado que no todas sus
consideraciones tienen fundamentos científicos, como creía antes a pie
juntillas.
8. Agua limpia en la poza
Según suposiciones de mi padre esos golpes vitamínicos eran de puro calcio, ideal para dárselo de comer a sus consentidas.
Y que según su
criterio –así lo sostenía–, las ayudaría a seguir siendo tan hermosas
como ya lucen poniendo huevo tras huevo cada día.
Eso sí, pollas y gallinas parece
que siguen la pauta de su pensamiento, porque no dejan ni la arenilla de
todos los cascarones de los huevos que él tritura pacientemente,
moliéndolos hasta hacerlos como los grumos del azúcar.
Ahora bien, cuando una gallina se echa a ovar cuida que no caminemos por ese sitio por ninguna razón del mundo.
Y también que siempre haya agua limpia en la poza de piedra.
Y que su nido no fuera invadido por ninguna alimaña.
Para eso, ya ha hecho una limpieza
basada en trampas para cazar ratas, hurones y comadrejas. Y, sobre
todo, montado una vigilancia estricta y permanente en torno a su nido.
9. Vellón de sol
Los nidos de las aves es un punto
de referencia de por dónde si y por dónde no podemos enrumbar nuestros
pasos inquietos y atolondrados.
Y si hay que pasar por ahí, por
algún motivo ineludible, tenemos entonces que hacerlo caminando de
puntillas y poniéndonos el dedo índice atravesando los dos labios
cerrados de nuestras bocas, como se pide silencio cuando hay algo
adorado o sagrado delante de nosotros.
Si la gallina se enfurruña, no sé cómo don Pascual Danilo inmediatamente lo sabe, y pone el grito en el cielo.
¡Ah! pero cuando las yemitas
amarillas o negras de los primeros pollitos empiezan a escaparse y
corretear, saliendo de debajo de las alas de las gallinas madres, eso es
el delirio.
Esto ocurre cuando ellas se demoran en dejar sus nidos, en el afán de lograr empollar los últimos huevos.
Ahí sí mi padre deja que esas
maravillas de la creación las posemos en las palmas de nuestras manos,
traviesas y llenas de heridas, ¡manos gozosas y también sufridas!,
frente a ese vellón de sol perfecto y asombrosamente bello, como es un
pollito.
10. Tiernos y alucinados
Y allí se quedan, temblando hasta aceptarnos un beso conmovido en el cartílago nuevo de sus alas y en sus picos vírgenes
Los pollitos son de un amarillo
oro, de un anaranjado pan, o de un negro oscuro vestido de mujer. O son
de un ligero azul marino encanto.
La mañana es tenue en el terrado donde ha ocurrido este milagro.
Las voces de la familia se escuchan al pie, lejanas, tamizadas por lo que es de otro mundo que es este, a aquel ordinario.
Mundo de sombras frente al sol y
al amanecer que es un pollito. ¿Quiénes somos? La abuela, la mamá, el
papá, y los once hermanos que somos nosotros sus hijos.
Quienes correteamos por el patio,
los corredores y la sala, teniendo a nuestro costado el castillo de leña
erigido para avivar el fogón de la cocina.
Y adonde entramos, pero sin hacer bulla cerca de los terrados, en donde las gallinas empollan, sus huevos tiernos y alucinados.
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