Un manuscrito del aperreamiento
documenta la violenta ejecución de un prominente sacerdote y seis nobles,
nativos de Cholula, por orden de Hernán Cortés. Igual acontecía en Perú y toda América.
Era un día de primavera del año 1600 en la ciudad de Lima, en la calle La
Meced junto a la iglesia del mismo nombre se escuchó este dialogo:
-Martin- Juan Gonzalo, me siento muy
aburrido, es sábado, ¿qué hacemos?
-Juan Gonzalo- No se me ocurre nada. (De pronto
le viene una idea), que te parece si nos vamos a cabalgar al Olivar de San
Isidro. Los curas dominicos tienen unos vinos…..
-Martin- .. y también unos perros bravísimos y
enormes.
-Juan Gonzalo- Tienes razón. Acabo de recordar que
mis perros de Santa Clara ya no tienen bellaco para comer. Hoy es sábado ¡vamos
al Olivar, le daré una sorpresa a mi padre… ! (Bellaco, era el despectivo usado para los
nativos americanos)
-Martín- Hacía tiempo que no escuchaba de
cazar bellacos; ahora los venden secos y por piezas, ¿Por qué no compramos unos
cuantos?
-Juan Gonzalo- No, es más emocionante cazarlos.
Vamos a aperrear indios. La vez pasada cacé
una abuela con sus dos cachorros. Estaban un poco flacos, total, a los
perros también les gustan los huesos. Allí mismo conseguiremos todo, en la casa
hacienda alquilan perros, descuartizan a los bellacos que cazas y te los
entregan salados y trozados.
-Martín- ¡vamos!
-Juan Gonzalo- ¿Martín, qué perros tienes? Los
míos son mastines napolitanos y unos
cuantos galgos.
Los cronistas hablan que los
conquistadores trajeron “perros enormes, con orejas cortadas, ojos de fiera de
color amarillo inyectados en sangre, enormes bocas, lenguas colgantes y dientes
en forma de cuchillos, salvajes como el demonio”. Eran perros de guerra, para
matar hombres. Para tomar Cajamarca trajeron 2000 de estos mastines, cada uno
conducido por un nicaragua, naturales de Nicaragua. Estos perros los echaron a
la multitud indefensa. Madres, niños, ancianos fueron presa de estas bestias.
En sus planes de conquista, los
españoles se valieron de la espada, el mosquete y de feroces e infernales
perros, entrenados para cazar hombres. Estos perros, especie del gran danés
actual, eran descendientes de los feroces canes de la Rusia Oriental, a los que
se entrenaba para luchar contra animales, gladiadores o en la guerra.
Cristóbal Colón fue el primero en usar los perros de guerra en América, durante
las primeras campañas represivas en La Española en 1494. A partir de este
momento, el uso del “mejor amigo del hombre” como arma de combate, se extendió
por todos los territorios americanos.
Al perro de pizarro, igual que el
de Balboa lo llamaban Leoncillo. Una bestia enorme que solo atacaba a los
indios, estaba protegido por un chaleco a manera de blindaje, y equipado con
cuchillas filosas en el collar. Era feroz, se revolvía entre los nativos dándoles
dentelladas y zarpazos. Este perro infernal, engendro del demonio, únicamente
obedecía a su dueño.
En el escenario Americano durante
la Conquista, el uso de mastines alcanzó
popularidad. Armados con carlancas y escaupiles o colchas enguatadas
eficaces contra las flechas, se empleaban no sólo como armas de lucha, sino
como instrumentos de castigo: para “aperrear” o ajusticiar amerindios. El
empleo del terror con perros se convirtió en un arma psicológica y uno de los
usos de la guerra más habituales por los soldados de la conquista, mediante
escarmientos preventivos para intimidar al resto de la indiada, o matanzas como
venganza a pérdidas sufridas.
El 16 de junio de 1528, en la
plaza mayor de León en Nicaragua, un espectáculo entretenía a unos señoritos. Un
indio apenas armado con un garrote se defendía del ataque furioso de cinco
mastines endemoniados. Cuando la fortaleza del indio aparejaba la lucha, otro
mastín fresco era soltado, y el indio que ya no podía más, caía y era
destrozado por los animales furiosos que comían de él lo que querían. (Crónicas
de Cholula, Nicaragua).
Estos animales entrenados para
matar eran criados con carne humana cazada por ellos en sus prácticas de entrenamiento.
En Lima, uno de esos cotos de caza de
indios era el Olivar de San Isidro, lo mismo sucedía en Mateo Salado por eso
levantaron un paredón para protegerse de algo.
Diezmada y casi desaparecida la
población aborigen, el “aperreamiento de indios” quedó como un deporte de los
señoritos; una de las más crueles torturas. La idea era que los indios fuesen
destrozados. Así, mal heridos, o muertos los dejaban tirados durante días en la
plaza, como trofeos y escarmiento, después los recogían, los salaban y vendían
en las bodegas como carne de bellaco para alimentar a esos perros cazadores de
hombres.
VUELVE EL DEPORTE DEL APERREAMIENTO
EL DÍA MARTES 24 DE SETIEMBRE,
LA MUNICIPALIDAD DE
LIMA COMETIÓ OTRO ASESINATO EXECRABLE.
Martes 24 de setiembre. Adolfo
Sabino Joyos Galindo, había reunido capital para surtir su bodega. En su cabeza
llena de ilusiones iba trazando el mapa del Centro de Lima para comprar
mercadería. Con temor de perder su capital, una y otra vez tocaba el dinero que
llevaba en el bolsillo. Iba pensando en sus nietos, en sus hijos y en su
inseparable compañera. De repente, le vino el recuerdo de su participación en
la marcha de Los Cuatro Suyos, en la avenida Abancay, rodeado de caballos que
trataban de cortar el paso de la multitud, lanzaba arengas de adhesión. Fito,
como le llaman sus amigos, era valiente y siempre pensaba cómo acabar con la
corrupción. Lo recordaremos pidiéndonos participación y compromiso. Su puesto
de batalla era su bodega.
Sin darse cuenta llegó a la
intersección de Ayacucho con Miro Quesada en el centro de Lima, eran las cuatro
y treinta de la tarde, allí respiró tranquilo, dejo de tocarse los bolsillos,
porque creía estar en zona protegida por cámaras vigilantes que la alcaldesa ha
sembrado para resguardar a los ciudadanos, sintió más seguridad cuando se
acercaba a un sereno acompañado de un tremendo perro. Protección negada.
En un arrebato de saber Dios que,
el sereno dio la voz de ataque y el perro se abalanzó sobre Fito tirándolo
contra el piso, golpeándose el cráneo. Instantáneamente quedó inmovilizado. El
sereno se fue. Tirado, abandonado Fito tuvo 40 largos minutos de agonía, y
falleció.
Llegó la fiscal, practicó el
levantamiento del cadáver. Sus familiares le pedían que exija a la Municipalidad que identifique
al Sereno, pero nadie del Ayuntamiento Metropolitano daba razón. Exigieron la exhibición del video y respondieron que a
esa hora no había cámaras.
¿Es posible que las autoridades
se coludan con el crimen?!
Si la alcaldesa no responde, está
el poder Judicial, si este no responde está el Congreso, y por último está el
Pueblo.
Estos perros están entrenados
para atacar personas, son armas de guerra desde hace miles de años, las
autoridades lo saben, lo sabemos todos. Quien no conoce que estudie, que les
pagamos por su capacidad. Las autoridades son autores intelectuales del
asesinato de este noble señor Joyos. Los perros no saben quién es ladrón. Los
perros no pueden reemplazar a las autoridades, si así fuera que pongan una Gran
Perrera y fuera todos los que figuran en la abultada y sebosa planilla del
Estado.
Los canes municipales son
solamente pantallas para ocultar la ineficiencia e ineficacia, y peligro para
los ciudadanos. Los delincuentes también crían perros para atacar a otros
perros. ¿Quién es más imaginativo?
Por la pobre creatividad, hoy se
repite lo mismo: El empleo del terror con perros como arma psicológica para escarmentar, intimidar y matar a la
indiada. Si. Estos perros solo atacan a la gente de pie, al humilde, al
trabajador que se gana la vida día por día, jamás atacaran a un alcalde que se
transporta en 4x4 con un centenar de vigilantes.
Hermano, no estamos libres de un
ataque por perros municipales, nuestros hijos pequeños a quienes les estamos
inculcando amor a los animales, pueden ser destrozados por una de estas fieras
entrenadas para matar. Varios niños han sido víctimas
Al Grupo Capulí, en Jesús María
nos amenazaron con perros. Con nuestra voz y la advertencia de tirarles muchos
kilos de pimienta molida, retiraron sus canes. La pimienta molida es terrible
para el olfato de cualquier perro.
No esperemos que las víctimas sumen
miles, basta ya. Exigimos que todos los municipios retiren los perros de su arsenal.
La opinión de todos, vale, pesa y
puede hacer que las cosas cambien.
EN BIEN DE TODOS, DIFUNDIR ESTE
MANIFIESTO
POR LOS MEDIOS MASIVOS
QUE ESTÉN A TU ALCANCE
RAMÓN NORIEGA TORERO,
DE CHEPÉN. 995192722