CARRIÓN Y EL PERÚ *
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Por Ángel Gavidia Ruiz
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Nunca
será una repetición y menos una ofensa, como dice el vals criollo,
volver una y otra vez a Carrión, como venimos haciéndolo los médicos
peruanos desde hace más de un siglo, cada 5 de octubre.
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Y
no será una repetición porque siempre hallaremos rutas nuevas;
paisajes diferentes; datos acaso ya conocidos pero que, al amparo de
una nueva lectura, adquieren consistencia de luz para iluminar las
trágicas grietas del Perú de ese entonces y también del actual.
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Quizá
lo único repetitivo en este viaje a las fuentes sea la constatación de
los eternos valores humanos; pero, éstos, aunque incomoden, hay que
seguir machacona y tercamente repitiéndolos.
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Siempre
he sentido a Carrión como un hombre íntima y profundamente enraizado
al Perú, nación que dolorosamente se viene construyendo desde lejos.
Carrión es tanto la peruanidad que tratar de disecar uno de sus actos
prescindiendo del contexto es dañar el sentido de sus actos mismos. No
se entiende a Carrión sin el Perú. Como se entiende mejor al Perú y,
por tanto, menos desesperanzadoramente cuando se le ve a través de
Carrión.
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Por
eso, volver a Carrión es volver a Unanue, a Cayetano Heredia, a la
guerra con Chile, al colegio Guadalupe, al tendido de rieles, a la
Universidad Mayor de San Marcos, a los obreros, a los valles
interandinos, a Cerro de Pasco y sus 4530 metros de altitud y,
obviamente, a la enfermedad que lleva su áspero y raspante apellido.
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José
María Arguedas decía del Perú algo que vale la pena recordar: "No, no
hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos
los grados de calor y de color, de amor y odio, de urdimbres y
sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como
diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec,
Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilazo, Túpac Amaru y Vallejo,
Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los
Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4000
metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos
de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle
su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a
alguien resulta escandaloso".
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UNA PATOLOGÍA MUY ORIGINAL
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Viendo
al Perú así, resulta menos sorprendente que en sus cálidas quebradas,
junto a la "titira" o Lutzomya verrucarun, la naturaleza haya creado
esa voraz y diminuta fiera de 1 a 5 micras de longitud llamada
Bartonella bacilliformis, bacteria ora bacilar, ora cocoide, feroz
devastadora de la población de hematíes a tal punto de anemizar a un
ser humano de un día para otro, sin metáfora; bacteria depresora del
sistema inmunológico a tal grado de permitir la invasión de los mismos
gérmenes del, digamos, novísimo Síndrome de Inmunodeficiencia
Adquirida. Los trabajos del Dr. Ciro Maguiña ya no refieren sólo a la
Salmonella como principal infección sobreagregada en la Enfermedad de
Carrión si no también a protozoarios como Toxoplasma gondii y hasta
Pneumocistis carinii, y a hongos como Histoplasma capsulatum dando
lugar a histoplasmosis generalizada. Por su parte, Hinojosa hablaba
hace ya varias décadas de embravecidas hordas de Mycobacterium
tuberculosis desencadenando severos cuadros de tuberculosis miliar en
olvidados pueblos del ande ancashino.
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Pero,
después de esta tormenta llamada "fase aguda", que incluye un
porcentaje importante de pericarditis con derrame que puede llegar al
taponamiento cardiaco, viene una extraña calma, "la fase eruptiva",
aquella expresada por el brote de verrugas sangrantes que a la anatomía
patológica aparecen como proliferaciones angioblásticas e
histiocitarias y al microscopio electrónico se pueden encontrar las
Bartonellas, tanto en su forma bacilar como cocoide.
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Parece
imposible -anota López Aldana, un estudioso pos Carrión- que cuadros
tan dispares desde el punto de vista de sus síntomas y de su gravedad,
fueran producidos por la misma enfermedad.
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Patología
tan particular, tan sui generis, tenía que tener como territorio el
Perú de Arguedas; el mismo Perú que, también, concebiría a Cayetano
Heredia.
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HEREDIA, EL FORJADOR
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Y
es que Cayetano Heredia siempre estará unido al recuerdo de Carrión.
Fue el gestor del más formidable salto que haya dado la Medicina
Peruana en su historia. La enseñanza médica, basada en la repetición de
los libros clásicos, abre paso, gracias a la visión y al empuje del
médico piurano, a la medicina científica y concreta; es decir, a
aquella basada en las comprobaciones objetivas.
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Cayetano
Heredia funda en 1856 la Facultad de Medicina y, con ella, el predio
intelectual en cuyo ámbito gestaría Carrión la epopeya que hoy nos
convoca.
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Cayetano
Heredia es un maestro esencial. Es, por tanto, un hombre rodeado de
discípulos a los que eleva, también, a la calidad de maestros, aún a
costa de su propio peculio. Llegó a ocupar el más alto cargo en la
Facultad de Medicina de San Marcos y terminó como profesor de anatomía
del primer año. Basadre dice que murió amargado y en el ostracismo. Yo
creo que no. No hay exclusión posible para un maestro. Salvo que
Pesce tenga razón cuando dice que "la vivencia de los grandes
desaparecidos sólo se da en la posteridad"
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LA REALIDAD SIN INTERMEDIARIOS
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Carrión
es una consecuencia del Perú. Es una respuesta necesaria. Es parte de
la retina más lúcida de la nación mirando los propios problemas
nacionales. Es, en la crisis de la post-guerra inmediata, el síntoma de
que nos salvaríamos. Porque, en las crisis, deformar la realidad o
evadirla es la regla. Y acá recuerdo ese poema de Bertolt Brecht que
intenta sacudir de las solapas a los hombres con el fin de que sientan
sus problemas: "Qué tiempos, éstos -dice el poeta alemán- en los
cuales que quién no anda con el ceño fruncido es un imbécil". Carrión
no le hace el quite a la realidad. Se acerca a ella honestísimo hasta
el tuétano. Y acá me puedo servir de otro médico, muy controversial,
es cierto, pero auténtico, el Che Guevara, al que cito en una carta
que dirige a su madre: "Muchos me dirán aventurero, y lo soy; sólo que
de un tipo diferente, de aquellos que ponen el pellejo para demostrar
sus verdades". Pero podría recurrir, también, a Mariátegui: "Mi
pensamiento y mi vida constituyen una sola cosa, un único proceso. Y si
algún mérito espero y reclamo que me sea reconocido es el de
-conforme a un principio de Nietzche- meter toda mi sangre en mis
ideas". Como en la "Piedra de los doce ángulos del Cuzco" en cuyo muro
no es posible introducir una aguja; así, en el verbo y la conducta de
Carrión no hay fisura posible, por mínima que esta fuera.
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Qué
curioso. Qué aparente coincidencia. Las últimas palabras de Carrión
fueron que continuáramos por el camino que el nos había trazado.
Vallejo, en "Los nueve monstruos", después de recordarle al ministro de
salud que "Jamás la salud fue más mortal y la migraña extrajo tanta
frente de la frente" terminó diciendo "¿Qué hacer?/ ¡Ah!
desgraciadamente, hombres humanos, /hay, hermanos, muchísimo qué
hacer". Veo una complementariedad perfecta entre las expresiones del
médico cerreño y las del poeta santiaguino. Y lo más sorprendente, que, a
pesar del tiempo, mantengan una fresca, lozana, dolorosa vigencia.
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Quiero
terminar por donde comencé. A Carrión no se le puede estudiar
sustrayéndole el Perú; porque Carrión es una hermosa y trágica forma de
vivir el Perú. Es la vida ofrendada en el intento de sujetar
ferozmente el timón de la realidad para cambiarle el rumbo hacia el
bien de los hombres. "Aún no he muerto, amigo mío, -le dice a Enrique
Izaguirre, alumno del primer año de medicina- ahora les toca a ustedes
continuar la obra comenzada siguiendo el camino que les he trazado".
El acto o gesto de inocularse la verruga en su propio cuerpo extravasa
largamente los linderos de un acto puramente médico o de un
experimento pulcramente científico. Toca los límites del mensaje
inacabable, del derrotero salvador, del ejemplo de cuánto exige y cómo
se responde a un país en crisis.
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FINALMENTE ¿UN TEMOR INFUNDADO?
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Pero
terminemos ya. Y terminemos repitiendo lo que Hugo Pesce le dijera a
Carrión en su tumba: "En el inconmensurable silencio de tu tumba está
encerrada una voz que, al llegarnos, trae una verdad aterradora: tu
vida está en nosotros. Si no te escuchamos, si no te comprendemos, te
habremos muerto otra vez y te confinaríamos incesantemente en el gélido
sepulcro. Vivirás, en cambio, si vivificamos tus huellas con
'terminar la obra comenzada', según tú dijiste. Tu voz es una
admonición: responsabilidad tremenda nos incumbe para ser dignos de
ti".
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No
es, por tanto, una suerte para los médicos peruanos tener un paradigma
de tamaña dimensión. Por el contrario es "una verdad aterradora" y
"una responsabilidad tremenda".
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Tengo
temor que, de un tiempo a esta parte, los "cinco de octubre" estén
corriendo la misma suerte del día de la madre o el de la navidad. Es
decir, se les esté vaciando del enorme contenido espiritual y de serio
compromiso que originariamente tenían, para poblarlos con lo trivial,
decorativo y postizo de una celebración sin arrepentimientos ni
aristas y, por lo tanto, acorde con estos tiempos donde lo comercial y
fenicio amenaza con enturbiarlo todo, incluso la entrega y nobleza de
una profesión sin concesiones. Si esta sospecha tuviera asidero,
entonces ¿para qué seguir? Sólo nos quedaría repetir con Vallejo "¡Y si
después de tantas palabras, / no sobrevive la palabra!/ ¡Si después
de las alas de los pájaros, / no sobrevive el pájaro parado!/ ¡Más
valdría, en verdad, / que se lo coman todo y acabemos!".
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*Discurso leído en ocasión del Día de la Medicina Peruana el 5 de octubre del 2005
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
5 DE OCTUBRE
DÍA DE LA MEDICINA
FOLIOS DE LA UTOPÍA
SOBRE EL CUERPO MORTAL, UNA LUZ IMPERECEDERA
Danilo Sánchez Lihón
“Y olvido
por mis lágrimas…
mis ojos”
César Vallejo
“No todos los ojos cerrados
duermen,
ni todos los ojos abiertos
ven”.
César Vallejo.
1. Formalizó
este anhelo
En el Día de la Medicina en el
Perú, hoy 5 de octubre, qué mejor recuerdo que el dedicarlo a César
Vallejo quien escogió inicialmente dedicarse a este desempeño y se
matriculó para ser un profesional de la salud, en la Facultad de
Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Formalizó este anhelo el 19 de
abril del año 1911, teniendo 21 años de edad cumplidos, inscribiéndose
en esa casa de estudios en el primer año de la Facultad de Ciencias y
siguiendo los cursos de anatomía, fisiología, antropología, física,
botánica, química y dibujo imitativo.
Vive en una habitación de la calle
Corcovado 445, junto a su amigo Nemesio León Guzmán. Ha contado, para
arribar a Lima, con el apoyo de su padre y de su hermano Víctor
Clemente, con la consigna de conseguir lo más pronto posible un trabajo
para sostenerse, el mismo que no lo consigue.
Ya no le alcanzan los recursos y
tiene que aceptar un puesto de preceptor en un pueblo lejano a Lima, en
Ambo, en el departamento de Huánuco adonde viaja a fines del año 1911,
abandonando definitivamente sus estudios en la Universidad de San
Marcos.
2. Aliviar
el dolor
Pero interesa considerar y
apreciar en su real significado esta elección de las ciencias de la
salud, de parte de quien posteriormente se consagraría como el poeta de
la solidaridad humana, recordando en primer lugar que él era un
destacado alumno en las materias de ciencias que eran las de su mayor
predilección.
Interesa también registrar el
hecho de que la medicina es la ciencia al servicio del hombre la que le
atrae, en donde aparece ese otro rasgo constitutivo de su personalidad y
de la vida de César Vallejo, cuál es su inclinación por todo lo humano y
lo que signifique y represente aliviar el dolor de la gente en cuanto a
sus sufrimientos.
Respecto al tema del cuerpo en la
poesía de Vallejo existe un libro titulado César Vallejo. Cuerpo y
Palabra, de los doctores Roberto Beltrán y Carlos Heredia, que valdría
comentarlo en este día que se celebra en homenaje a Daniel Alcides
Carrión, personaje eminentemente vallejiano, puesto que se inmoló
inoculándose el virus de la verruga conmovido por la muerte de sus
hermanos de raza que construían el Ferrocarril del Centro del Perú,
libro que dilucida temas relacionados a la medicina y la salud:
3. Por
eso
La proeza de la ciencia y de la sabiduría en general siempre será plantearse una buena, sustantiva y radical pregunta.
Y lo primero que quisiera relevar
en el libro “César Vallejo. Cuerpo y palabra”, es la dificultad, la
temeridad y la visión de la pregunta:
El cuerpo y la palabra en la obra poética de César Vallejo, que es lo mismo a decir cómo, desde el cuerpo, se siente la poesía.
Y, de qué manera con el verbo, se
puede mirar, comprender y transformar la realidad, a través del lenguaje
poético, elaborando significados para la vida, y los mundos y
trasmundos como lo hace Vallejo.
Un tema así, realmente es arduo
porque une opuestos, tratando de conjugar lo concreto, palpitante y
tembloroso, como es el cuerpo, con lo etéreo, evanescente y vibrante
como es la palabra.
Por eso, lo primero que quisiera destacar en esta obra minuciosa es la osadía en la elección del tema, como es este.
4. Une la tierra
con el cielo
Una investigación, desde la
ciencia, y mucho más desde la medicina, y aún más desde la odontología
acerca de la presencia del cuerpo en la poesía de César Vallejo, tiene
temperamento y fascinación.
Pero aún más: ¡tiene riesgo! Es campo minado, por lo peligroso, y en donde el más hábil explorador puede perderse y sucumbir.
De suyo es una investigación acertada por lo sencilla y a la vez extraordinaria.
Como la actitud de Diógenes que de
día andaba con una lámpara encendida por las calles de Atenas en
búsqueda de un hombre verdadero y que según la leyenda nunca encontró.
Porque, ¿qué es el cuerpo? Es ala y es cruz. Es enigma, adivinanza y sortilegio.
El cuerpo es el vértice donde se une la tierra con el cielo, donde la palabra nace y donde también fenece.
5. Sino
además
Asumir el cuerpo es asumir nuestra
condición vital y a la vez mortal. Al mismo tiempo lo sublime y
maravilloso, como lo abismal y pavoroso.
¿Qué es?
El cuerpo es dolorosamente
evidente pero a la vez misterio y arrebato. El cuerpo humano es arcano e
incógnita dormida y despierta.
El cuerpo en su inclinación de hacer el amor como cuando se arrodilla en la adoración y el perdón.
Que se estira para crecer, luego se reduce, y después se vuelve a estirar para morir.
Para un poeta podría haber sido lo deleznable. Para Vallejo no, desde ahí parte.
Por eso Vallejo no solo es poeta trasgresor, sino además de poeta innovador y, más precisamente, un apóstol y un profeta.
6. Nos
revelan
Pero, ¿por qué es importante este libro?
Nos revela la admiración que
suscita un poeta como César Vallejo entre personas plenas e imbuidas del
máximo rigor científico, sin salirse de su órbita, midiendo y cotejando
la obra poética desde su campo, materia y hasta su profesión de fe.
El libro nos revela en uno de
nuestros grandes poetas que poesía y ciencia no son opuestos, ni son
campos divorciados sino que al contrario, mutuamente se fecundan.
Hace palmaria la unión del arte y
la ciencia, hecho que corrige otro prejuicio, cual es de que Vallejo es
poeta subjetivo, que no tuvo mirada hacia otro punto que no fuera
versificar. Al contrario. Así como interés para la ciencia lo tuvo para
la política.
Nos revela, que de 284 poemas de
César Vallejo solo 18 no contienen alusiones al cuerpo. ¿Cómo llamarlo
entonces un poeta metafísico, extrañado de la realidad o etéreo, sino al
contrario un poeta concreto, casi físico, corporal, tangible? No
evadido del mundo, ni extraño ni curioso.
7. Uno
de los temas
Pero, además, se sorprenden los
autores de otra revelación en este rastreo, en este contar minucioso de
las palabras referidas a uno y otro asunto del cuerpo: cual es que es
admirable la cantidad de vocablos referidos a la boca. He allí otro
rasgo de un poeta vital.
Y sobre todo de un poeta que
privilegió el lenguaje. Vallejo es un poeta del lenguaje: “El yo poético
recurre al cuerpo para transmitirlo poéticamente como ve, siente y
razona la realidad que vivió desde la infancia hasta su muerte”.
Nos revela este
estudio, en la visión de la poesía desde el cuerpo y al contabilizar
referencias y analizar cuál es la expresión acerca de los órganos que
más se mencionan son: la boca, con 102 referencias, los sexos 71
referencias, las manos 67 repeticiones, el corazón 59 repeticiones, los
pies 55 referencias, la sangre 44, el pecho 36, el brazo 30, el labio
29, la frente 24.
Nos revelan los autores lo
siguiente y como lo dicen textualmente: “Uno de los temas que nos llamó
la atención por su frecuencia e intensidad fue el relativo al erótico
sexual”.
8. Tres
cerebros humanos
¿Podremos después de este análisis
seguir considerándolo a César Vallejo como el poeta del agobio, de la
tristeza, de la melancolía y hasta de la depresión?
O, al contrario, de acuerdo con
esta revelación como un poeta vital, como “un buen cholo”, seductor,
vital, conquistador, como decimos en mi tierra Santiago de Chuco.
Hay otro rasgo sutil en el
análisis cual es que las referencias a los órganos sexuales Vallejo los
oculta en metáforas quizá por un especial candor. De los 71 vocablos
referidos al sexo utiliza 69 en sentido metafórico.
Se hace una sonda en profundidad,
en cómo Vallejo calaba tan hondo, en los estados vegetativos y en los
estratos cerebrales, en el funcionamiento de su poesía en los niveles de
la conciencia humana con consideraciones basadas en los tres cerebros
humanos: el cerebro primitivo, reptiliano (archiopallium), el cerebro
del mamífero primitivo (palopallium, y el cerebro del mamíferos superior
(neopallium).
9. El principio
y el fin
Un tema como el elegido en este
libro es revelador de la poesía del más humano de los poetas, porque el
cuerpo es la cercanía con lo humano en su estado más natural y
primigenio.
Porque es en el cuerpo en donde
late o aletea lo fugaz como lo perdurable, lo efímero como lo eterno. Y
es el cuerpo herido, maltratado, mortal.
¿Qué mejor comprenderlo que en la
poesía de Vallejo? Porque es en el cuerpo, en nuestra condición
sufriente u óptima en donde se da y reside la condición y el destino del
hombre.
Las alusiones al cuerpo en Vallejo
no se agotan con segmentos, no se reducen a miembros u órganos sino que
incluyen sus productos como la saliva, las heces, la orina, el sudor,
las lágrimas y aún: el coágulo, el pus.
Así como Vallejo incorporó referencias a posturas corporales, como: de pie, de hinojos, de codos.
De allí que él sea el principio y
el fin, el alfa y omega, como lo definiera alguna vez otro espíritu
hondo y lacerado, como es José María Arguedas.
10. Dicen
los autores
Y así como Vallejo en la poesía ya no dejó que esta deambulara en los
escenarios de los palacios, los salones, ni las alcobas, e hizo
ingresar a la poesía en la cocina y hasta al fogón familiar, así cambió
la perspectiva en la consideración del cuerpo.
Pasó de la mente y el corazón, para entrar en relación con el cuerpo más integral, para entrar a la sangre y a la boca.
A la sangre circulante y
derramada, como hechos llenos de asombro, sufrimiento y expectación,
desde donde entona su himno de redención por el hombre.
Por dicha razón, este es un libro
extraordinariamente revelador por el ángulo, la óptica, el plano desde
donde se mira la obra poética de Vallejo.
Es, además, un libro fervoroso, conmovedor y encima un testimonio que se tiende entre la vida y la muerte.
“Vallejo se nos muestra
trágicamente incurso en la brevedad de una vida que transita a la sombra
de la muerte”, dicen los autores.
11. Su rigurosidad
y su desvelo
Qué importante es esta unión entre
ciencia y arte. Entre mundo racional y el otro emocional, entre razón y
pasión. Y la osadía y a la vez pleno de dignidad hacia nuestro poeta
del análisis: el cuerpo en la poesía de Vallejo.
El enfoque es sencillo y osado.
Como los grandes saltos de la historia del hombre, son saltos hacia el
fondo del abismo. Y el cuerpo lo es. Es un abismo que lo llevamos a
cuestas.
Nos revela esta obra el dominio
pleno y cabal de parte de los autores de la obra de Vallejo para extraer
los versos y las citas del texto pero sobre todo para hacer un análisis
exhaustivo, juicioso, inteligente y visionario.
Otro rasgo del libro es la
bibliografía exhaustiva y crítica acerca de la obra de Vallejo. Los
autores prácticamente han leído una cantidad considerable de obras sobre
Vallejo por la pertinencia de las citas, citando lo mejor de lo mejor,
hecho que nos revela su rigurosidad y su desvelo. Y esta devoción por
Vallejo
12. ¡Tú
lo viste tanto!
Tenemos pues ya la obra que desde
la medicina constituye un estudio y una reflexión rigurosa, seria,
ecuánime sobre la poesía de nuestro más ilustre poeta.
En este aspecto lo primero que
sorprende a los investigadores es el conocimiento profundo que tenía el
poeta acerca del cuerpo humano por su inclinación al estudio de la
fisiología tanto que él se matriculó para seguir estudios de medicina en
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
El conocimiento que Vallejo tenía
de la anatomía y de la fisiología era cabal y especializada, como
cuando, revelan los autores, Vallejo escribe este verso “pasa el órgano
bueno, el de las tres asas”, que es el oído interno, que es el único que
tiene tres asas. Solo un especialista conoce de este órgano del oído en
donde está el equilibrio humano.
O como cuando se revela que César
Vallejo incluso presenta casos clínicos propios de la odontología ,
cuando por ejemplo dice: “cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo / que
inadvertido lábrase y pulula ¡tú lo viste tanto!”
13. Erige
en un baluarte
Quiero finalizar diciendo que esta obra tiene otro signo cual es estar como un puente entre la vida y la muerte.
Entre la vida y esa otra dimensión
igualmente verdadera y absoluta que es la muerte, dado que uno de los
autores del libro, el Dr. Carlos Alberto Heredia murió el 25 de
noviembre del año 2008.
Recién se cumplirá ahora cuatro años de su muerte.
En realidad la edición de esta
obra realizada por la Facultad de Estomatología de la Universidad
Peruana Cayetano Heredia, tiene el mérito de ser un homenaje a tan
sentida ausencia que en este momento nos estará contemplando complacido.
Obras como estas enriquecen los
aportes peruanos al estudio y valoración de la obra de Vallejo que ya es
tarea universal, e iza la bandera de los estudios de punta y se erige
en un baluarte.
14. La inmensidad
del océano Vallejo
Debo agradecer al Dr. Beltrán por
las referencias que hace al final del libro al viaje que realizáramos
juntos a Santiago de Chuco integrando la delegación de Capulí, Vallejo y
su Tierra.
Se siente, al coger este libro que
ingresamos en un templo, o en varios templos: el templo del cuerpo, el
templo del lenguaje o de la palabra, el templo que es Vallejo. Si
quisiéramos forzar la figura resistiría este esquema hasta de pretender
que la boca humana es un templo. Y al entrar en esos templos dejamos
atrás evanescencias y frivolidades.
Es esta una investigación de verificación estadística de resultados, pero más de estupor, de asombro y de esperanza.
Con investigaciones así, sea desde
el arte sea desde la ciencia, estamos cada vez más cerca y cada vez más
lejos, al mostrarnos la inmensidad del océano Vallejo, y de
maravillarnos ante el arcano que representa y significa la poesía de
nuestro poeta universal.
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente