ERNESTO RÁEZ MENDIOLA
Capulí Vallejo y su tierra
El árbol, que fuera el primer dios que tuvieron los
hombres por los múltiples bienes que daba a su existencia; el árbol, monarca
sin corona del reino vegetal, de sólida presencia, imponente nos brinda a ramas
llenas de follaje, la sombra refrescante que al caluroso estío torna amable;
vestido de esperanza, pletórico florece multicolor luminoso de mariposas que
vuelan sin volar hechas perfume que olemos extasiados al pasar. Aviares
comitivas convierten a sus ramas en bullente vecindario de nidos y agregan al
rumor del viento entre sus hojas, el musical trinar de sus canciones. Y un día
fructifica en dulces y polícromas delicias que llenan de alegría y salud la
mesa de los hombres. En la más límpida lección silente de solidaridad, de
entereza, de ternura, de entrega sin intereses, los árboles prolongan su vida y
siguen a nuestro lado en nuestras casas, en la mesa, en los lechos, en las
sillas. Y hasta en las chimeneas donde van transformándose en cenizas,
chisporrotean, en el momento exacto de su muerte total, la canción del amor
inmarcesible.
Un día, el ingenio de los hombres lo convirtió en
papel y él- con noble gesto- aceptó feliz la metamorfosis que le permitió
quedarse para siempre en nuestras manos y en nuestros ojos. Y no le importó
llamarse de otra manera, porque nuevamente sintió crecer en él un follaje de
ideas, un trinar de mensajes positivos, dulces frutos de humor y a las quietas
mariposas de las flores vio convertirse en un arco iris generado por las
huellas escritas por el alma de los hombres de buena voluntad. Y, más allá de
su vida vegetal, el árbol al conjuro del papel nacido de su vida interrumpida,
se animó y todo en él se hizo vuelo, viaje, aventura, sueño y realidad
confundidos en un canto antiguo de los seres humanos que alguien llamó literatura;
misa solemne que el hombre oficia para honrar a su especie con lo mejor de sí
mismo.
Porque hoy, amigos míos que formamos parte del coro
mundial que rindiendo está homenaje al libro infantil y juvenil, no debemos
olvidar que el libro es en algo y mucho continuador del árbol que da vida a sus
páginas. Y que la poética esencial de la literatura para niños y jóvenes
dictada fue a su imaginación por la vida, pasión y muerte de los árboles. Los
que creen que leer es solo interpretar hilvanadas palabras no han aprendido
todavía a leer el mundo, donde el soporte es tan importante como lo que
soporta.
Creo que ha llegado la hora de decirlo con estentórea
voz a los cuatro vientos lanzada. Nada es importante en esta vida de antemano.
La importancia de las cosas es como una cosecha. Decimos que es importante
cosechar antes de realizarla. Y la razón nos ampara si los frutos que
recogemos, aunque no seamos nosotros los que los sembramos, sino manos anónimas
en amplio gesto de circular optimismo, son enhorabuena comestibles. Pero, puede
también que, pese a nuestro esfuerzo de doblarnos sobre nosotros mismos para
recogerlos solo llenen nuestra canasta frutos dañados, pasmados, promesas no
cumplidas de alegrar las mesas y hacer de los estómagos del mundo un campo de placeres
revitalizantes. En estos casos infaustos, cosechar no es importante, es labor
infructuosa en el sentido más cruel de la palabra.
Nada es importante de antemano, decimos, y es por esto
que siempre advertimos que leer no es importante. Ni el libro algo sagrado y
maravilloso. Un libro puede ser tan nefasto como la satanizada televisión. Y
también son legibles las invocaciones demoníacas.
No celebremos nunca los juicios antes de asimilar los
hechos que las palabras visten porque, de su justeza y su enseñanza, de su
alegría y su ternura, depende que merezcan o no nuestra celebración. Sí, ésta
es una cuestión de merecimientos. El gran dramaturgo inglés William Shakespeare
decía: “Muy pocas ideas merecen ser honradas con la palabra”. Y el árbol que
evocamos al principio de nuestro mensaje, que se hace papel por vocación de
entrega, muchas veces ve frustrados sus sueños de volar más allá de su vida
interrumpida, pervertido en libros de lecturas superficiales, descuidadas y
deshumanizantes.
Porque tenemos conciencia de ese peligro, hoy estamos
aquí reunidos para celebrar juntos el Día Mundial del libro infantil y juvenil.
Libro que, por su contenido germinal inspirador y orientador, nadie duda en
reconocerlo como importante.
Bendita la hora en que los humanos decidieron escribir
para sus pequeños, divertidos libros de ciencia, magia, ficción y realidades,
de tal manera escritos que los niños y los jóvenes al ser abonadas sus almas
por sus buenas semillas, afirman su condición de ciudadanos del mundo responsables
de su mantenimiento. Y en este acto atento del espíritu para evitar el
deterioro de la tierra, se salvan ellos mismos, del analfabetismo sensible que
impera hecho violencia, corrupción, dependencia de sueños alienantes, adicción
al placer sucedáneo de las drogas o el alcohol.
Porque, para lo primero que un libro para niños y
jóvenes sirve es para ayudar a crecer hacia esa realidad nueva, inédita e
irrepetible que son cada uno de ellos. Porque no es cierto que leamos para ser
iguales. Por iguales tenemos la capacidad de aprender a leer, pero la
resultante en cada uno es algo distintivo, identidad absoluta, nueva, necesaria
para llegar a ser, a convivir, a hacer, a aprender y a transformar.
El libro para niños y jóvenes activa nuestros
conocimientos sin barreras entre lo racional y lo intuitivo, sabe ser lógico y
analógico, porque es capaz de revelar lo invisible de lo visible y convertir
nuestros zapatos no en esa celda horrible que les niega a los pies desnudos su
libertad para pisar el barro o el césped, sino cómodas botas de siete leguas
que agigantan nuestros pasos y nos impulsan hacia las nubes.
Es el buen libro para niños el que les permite
descubrir el cisne de esbelta figura en que se transforman al final de la
lectura. El autor del milagro es el escritor de libros para niños y jóvenes,
que es un mago y demiurgo de mundos increíbles. Mago digo, escúchenme bien, no
ilusionista. Su vara mágica es una pluma de cálamo o cañón de notable dureza,
de amplio estandarte o vexilio, de frágil pero elegante raquis y airosas barbas
plumáceas y plumosas. La pluma, vara mágica de este escritor es la que
convierte en alondra pensante sus palabras y allí sobre el papel se quedan como
patitas de insecto que el ropaje son de la dimensión poética del mundo. Es
verdad que hoy la pluma del escritor ha emprendido viaje definitivo al olvido y
ha sido reemplazada por el ordenador. Pero, a pesar de la tecnología, las
palabras escritas continúan atadas a letras que son huellas del elevarse
permanente de la razón y la fantasía. Las palabras son pájaros que hacen sus
nidos en el árbol hecho libro y generosas nos brindan sus primicias.
La función responsable de los escritores para niños y
jóvenes es crear obras que respondan a la poética del árbol, primer dios de los
hombres y por siempre monarca sin corona
del reino vegetal que, sin poder caminar alberga tanto vuelo delicado y que,
transformado en papel, realiza sus ansias de volar. Para ustedes al pie del
orbe mi peruana exhortación:
Escritores del mundo que a los niños y jóvenes dirigen
sus creaciones no traicionen al árbol.
LAS BIBLIOTECAS
Bulliciosas en su silencio
las bibliotecas cantan
las canciones del tiempo
y los ojos escuchan la voz
de los que amaron y sufrieron.
Las bibliotecas viven
en incendio constante.
Hogueras son de ideas
que no quieren callarse.
Memoria de los hombres
que no debe apagarse.
Muchedumbre pensante
encuadernada
que espera vigilante
tu mirada.
LEER
Cuando te des cuenta
que el sol es un pájaro
y el río una serpiente
y el aire el soplo de un gigante.
Que la montaña vive
que los árboles hablan
y que no todo nombran
las palabras.
Entonces, niño amigo,
cuando abras un libro
no leerás sus letras
descubrirás su alma.
EL LIBRO
El libro es un ropaje
una envoltura
una presentación
del texto escrito.
Y el texto es lo valioso
el meollo, la enjundia
el retrato del mundo.
Lee la realidad
luego los libros.
ANÁLISIS DEL TEXTO
No aplaudas lo exterior
la cobertura, el adorno.
Penetra en lo interior
y lo esencial descubre.
Humilde el libro
Excelso es lo que encierra
Luminoso lo que abre.
En libro que no es faro
encalla el pensamiento.
LA IMPORTANCIA DE LEER
Leer no es importante
Salvo cuando leer
me es importante
y además me divierte
y me anima y me enciende.
Leer la letra viva
no la frase muerta.
Letra que pone alerta
y arma para el combate
de la vida.
¡Qué importante es leer
lo que renace en mí
desde sus líneas!
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Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
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