Danilo Sánchez Lihón
1. Dinamarca
se ilumina
Hans Christian Andersen es el más grande autor de
cuentos para niños en la historia de la humanidad, quien vino al mundo en
Odense, una pequeña isla de Dinamarca el 2 de abril del año 1805, hace 211
años, fecha que ahora se ha instituido en todo el mundo y en honor suyo como el
Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil.
Cuando nació su madre al verlo dio un grito de susto y
temor, pues la apariencia de la criatura era feúcha, como la de una ranita;
deforme, desmadejada y, además, exánime.
Cuando lo llevó a la adivina para que le predijera qué
iba a ser de la vida de ese ser endeble y magro, la hechicera dio otro grito,
más fuerte todavía por el asombro que le produjo.
¿Qué avizoró en su bola de cristal la alelada
pitonisa? Contempló lo que nunca había visto en su oficio de vaticinar el
porvenir de la gente que tenía en su delante.
– ¿Qué ocurre? –Preguntó la madre oprimida por la
angustia y la ansiedad, pensando que la muerte era inminente y tocaría muy
pronto a su puerta para llevarse a su hijo al cual, como todas las madres del
mundo, y pese a ser deslucido, se aferran.
– Hecho de ver que de aquí a 100, a 200 años, a 300
años toda Dinamarca se enciende de luces celebrando el nacimiento de este niño.
–Dijo estupefacta de lo que veía ella misma.
2. Escribe
desde el dolor
A la madre esta revelación o advertencia le produjo un
alarido mucho más fuerte que el de la adivina y no porque lo creyera sino
porque el mundo desde que naciera ese niño parecía que había enloquecido.
Aullido que fue seguido luego de un ataque de risa que no paró ni siquiera
cuando llegó a su casa. E incluso siguió riéndose mucho tiempo después, porque
creyó que la vidente se había desquiciado.
Ahora, 211 años pasada esa fecha, en todas las
ciudades del mundo el 2 de abril se realizan festejos por el nacimiento del
autor de “El patito feo”, “La sirenita”, “El soldadito de plomo”, “La Reina de
las Nieves”, “La princesa y el guisante” y 162 cuentos célebres más que se han
engarzado como joyas en el alma de la gente.
En América latina es probable que esta fecha pase
desapercibida, aunque Hans no solo lo parezca sino que es auténticamente un
escritor más bien del Tercer mundo por los temas que trata y las esencias de
que está imbuido.
Tanto por su actitud, su contenido y su mensaje es
nuestro y nos representa debido a que escribe desde el dolor, la marginalidad y
hasta la humillación; y en contra del orgullo, del poder y la soberbia, es un
escritor que nos pertenece plenamente; porque escribe desde lo humano y sincero
que siempre estarán de parte nuestra.
3. Un mendrugo
de pan
Y es que la experiencia de la vida determinó su
sensibilidad, su sabiduría y su grandeza. Así, su madre, en su infancia fue
pordiosera.
Mendigó como tantas niñas de nuestras ciudades, que
suben a los ómnibus para decir, con voz quebrada, quejumbrosa y dolida aunque
irrenunciablemente puras, diciendo más o menos la siguiente soflama, que la
repiten cientos de veces y que reproduzco a tientas:
“Señores y señoras, damas y caballeros, no quiero
molestarles en su lindo viaje. No quiero perturbar nobles pasajeros que me
escuchan, su agradable día; pero soy una niña de un hogar sin padre. Tengo a mi
madre enferma y soy quien lleva un pan a la mesa de mi humilde hogar.
Ayúdame por favor, no me des la espalda, regálame una
moneda de 10 céntimos que no te harán a ti ni pobre ni rico, pero que a mí y a
mis hermanitos nos servirá para comer hoy día siquiera un pan ¡Y eso nos
levantará la moral!
Y que Dios bendiga tu familia, tu trabajo y siempre
tengas salud”.
Discursos así es lo que muchas niñas y niños suben a
decir a los ómnibus en las grandes ciudades de América Latina, mendigando un
mendrugo de pan; y nosotros arrellenados en los asientos les respondemos casi
unánimemente con desprecio. O con algo igual o peor: la indiferencia.
4. Cerilla
tras cerilla
La madre de Hans le confesaba que por vergüenza de
pedir limosna muchas veces se quedaba a dormir bajo los puentes. Y fue en honor
a ella que él escribió aquel cuento desgarrador que se conoce con el nombre de
“La muchacha de las cerillas”.
Trata dicho relato de una pequeña vendedora ambulante,
quien en plena noche de Navidad vende fósforos a la salida del templo para que
la gente encienda las luces de bengala en sus casas en donde habrá fiesta,
diversiones y la mesa estará servida con ricos y apetitosos manjares.
Pero esa noche tan inclemente el frío que en el
intento de calentarse un poco va encendiendo cerilla tras cerilla. Y en la luz
que estas llamas fugitivas desprenden e irradian entrevé el rostro de su vieja abuela,
muerta hace algún tiempo, y quien desde el cielo la llama con ternura.
Era tan nítida esta visión, y es tan dulce el
semblante de la vieja madre, que la niña no quiere por nada del mundo dejar de
seguirla viendo y entonces no deja de encender uno y otro fósforo.
Enciende tantos que al otro día las personas que se
levantan temprano a recorrer las calles encuentran muchas de ellas regadas en
el suelo. Y muerto por el abandono, la desolación y el congelamiento, el cuerpo
de la niña vendedora.
5. El teatrino
de títeres
Pero a su vez en la vida de Hans fue muy
significativa, gravitante y conmovedora, la figura austera, de recogimiento y
de humilde sabiduría de su padre providencial.
Quien era zapatero y pudo acompañarlo en la vida hasta
cuando él cumplió los once años de edad. Y no más.
Porque ocurrió que fue enrolado en el ejército
dinamarqués para luchar en las guerras napoleónicas que asolaron Europa y murió
a consecuencia de aquellos acontecimientos en algún recodo inubicable de una
trinchera, entre el barro y la pólvora.
Afanados como estamos ahora en elevar los niveles de
comprensión lectora de niños y jóvenes, qué bueno es recordar que este niño
desvalido, cuya vida fue una herida siempre abierta y sangrante, pero cuya obra
se eleva como un prodigio fue guiado por su padre en el mundo de la lectura.
Ahora como una estrella matutina y hasta como el sol
del mediodía que se eleva, qué importante reconocer que fue educado, motivado
hacia la lectura e incentivado para la creatividad literaria y la proeza de un
destino sublime sobre la faz de la tierra, por su padre.
Sin embargo, cabe preguntarnos: ¿quién era aquél? Un
humilde artesano y trabajador manual, remendador de calzado, aparentemente
escaso, limitado y desasido, quien nos ha legado a un príncipe, a un genio y a
un manumisor.
6. Y,
¿quién es él?
Porque es gracias a ese hombre taciturno que tenemos
la maravilla universal de los relatos repletos y colmados de prodigio de Hans
Christian Andersen.
Es que él en su mesa de trabajo al lado de suelas, clavos,
martillos y leznas, tenía siempre un pequeño estante de libros que leía a su
hijo cuando este se acercaba consciente o desprevenido.
Aquel varón que lo engendró, nos cuenta Hans, era un
hombre triste que nunca reía, salvo con los sucesos graciosos que ocurrían en
los libros cuando ambos leían juntos, tiempo y espacio mágicos en que eran
estentóreas sus carcajadas, que asombraban, fascinaban y hacían feliz al niño
porque le llenaba de gozo que ese hombre sacrificado que era su padre alguna
vez riera.
También recuerda en su autobiografía que él le hizo un
teatrino de títeres en donde ambos representaban comedias. Y narra enternecido
que una vez lo vio llorar desconsoladamente después de la visita de un
distinguido caballero.
En ese momento y ante esa situación su hijo se acercó
y le preguntó con enorme inquietud:
– ¿Alguna noticia desgraciada te ha traído ese señor?
–Le indagó.
– No. Ninguna, hijo. Al contrario, ha sido muy gentil
y amable conmigo.
– Entonces, papá, ¿lo conoces?
7. Quien
en lo moral
– Claro que lo conozco desde que éramos niños.
– Y, ¿quién es?
– Fue mi antiguo compañero de carpeta en la escuela
donde alguna vez yo estudié.
– Y, entonces, ¿por qué te conmueve tanto?
– Porque él ahora es un ilustre personaje.
– Siendo así, ¿por qué esas lágrimas, papá? ¿Por qué
lloras?
– Porque él ha seguido estudiando y se ha instruido.
– Y, ¿tú?
– Yo, lamentablemente, no. –Fue lo que le confesó
aquella vez.
Así, Hans Christian Andersen se ha consagrado porque
escribe desde el afecto, desde la ternura, como también desde la indignación.
Igualmente, desde el compromiso por coadyuvar a hacer
una humanidad más noble, digna y feliz.
En estos 211 aniversarios de su nacimiento es justo
reivindicarlo como un escritor entrañable, nacido entre nosotros y quien en lo
razonable, afectivo y moral está al lado nuestro.
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