LA MUERTE
DE UN
GUERRERO
Danilo Sánchez Lihón
«En suma, no poseo
para expresar mi vida
sino mi muerte»
César Vallejo
1. Regresó
siempre
En abril, en Santiago de Chuco, han
cesado las lluvias intensas de enero y febrero; y se suspira de alivio porque
han calmado las inclementes tempestades del mes de marzo.
El sol luce esplendoroso en los patios,
corredores, ventanas; y bruñe esplendoroso la humedad extrayendo perlas y
diamantes de los tejados.
Las vigas y los aleros de las casas
empiezan a crujir estirándose y encogiéndose
después de los largos meses de somnolencia y de temblar acurrucados bajo
los aguaceros desbocados.
Abril es el mes del despertar, del
renacer y del aflorar, cuando sobre los campos aparecen mantos de flores
silvestres y todo renace como brote, planta o mies.
En el Viernes Santo del 15 de abril del
año 1938 murió César Vallejo en París, con aguacero; quien nació, se crio y
vivió hasta los 16 años de edad en Santiago de Chuco, tierra a la cual amó
entrañablemente, regresó siempre y añoró con amor devoto, ilusionado y
ferviente.
2. Una total
consagración
Tenía al morir 46 años y atravesó ese
trance doloroso de casi un mes de postración y agonía con fiebres altas que
sobrepasaban los 41 grados, sobrellevando esta prueba con una dignidad igual a
las que caracterizaron cada uno de sus actos cotidianos. Sin embargo, cada
detalle de su muerte está revestido de solemnidad y majestad supremas.
Sus amigos que fueron a visitarlo dos
semanas antes de que cayera postrado lo invitaron a salir. Venía el ómnibus y
todos corrieron para abordarlo. Pero él se quedó atrás. No pudo avanzar. Su
cuerpo estaba desfalleciente, débil y totalmente exhausto. Tuvieron que dejar
pasar el vehículo y esperar que venga otro donde lo esperaron a subir.
Había entrado a un período de
agotamiento y consunción por el estado a la vez febril y abatido que le
producían los acontecimientos que se venían desencadenando en la Guerra Civil
Española, un conflicto que ocurría a 1,260 kilómetros de distancia y que sólo a
un ser excepcional podían afectarle de ese modo al punto de sumirlo en un total
desvelo y consagración.
3. Quiero
tener un hijo
Escribió al respecto:
Voluntario de
España, miliciano
de huesos
fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha
a matar con su agonía
mundial, no
sé verdaderamente
qué hacer,
dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro,
atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho
que acabe, al bien que venga,
y quiero desgraciarme;
Sin embargo, a la vez mantenía al tope
sus anhelos, tenía sueños, albergaba planes, se ilusionaba con reiniciar su
vida con opciones nuevas y grandes esperanzas.
A su alumna hindú, a quien le enseñaba
el español, le declara más o menos de este modo:
No todo está perdido. Mi mujer es joven,
casi una niña. Quiero tener un hijo.
Y lo conmovedor es que estos cambios
radicales en su vida los dijo pocos días antes de morir.
4. No sé de qué
se muere
Meses antes, y más precisamente en
septiembre, octubre, noviembre y diciembre del año 1937, escribió casi todo lo
que ahora son los «Poemas humanos».
Período final que es cuando fragua y
cincela también ese poemario incandescente, dedicado a los voluntarios de la
República en la Guerra Civil Española que asoló la patria de sus abuelos y de
sus autores más queridos y estimados, «España, aparta de mí este cáliz».
Al ingresar a la Clínica Arago, el 24 de marzo de 1938, una eminencia en
la medicina como era el doctor Lemiere, después de examinarlo dijo:
Este hombre tiene todos sus órganos
sanos y no sé de qué se muere.
Lo expresó después que se descartara que
tuviera tuberculosis, o fiebre amarilla, o malaria. Días antes de morir le
hicieron punciones a la columna vertebral a fin de extraerle líquido raquídeo,
trance que hizo que diera alaridos y quedara desfalleciente. Y de lo cual ya no
pudo recuperarse jamás. En el anochecer del día 14 de abril agonizaba convulso
y febril recordando hacia el amanecer del día 15 de abril a su madre y a su
tierra natal.
5. Valores
supremos
Ahora sabemos, como resultado de los
estudios realizados por el médico argentino Carlos Urquijo quien tuvo en sus
manos toda la historia clínica y pudo estudiarla, que murió de paludismo,
enfermedad de los trópicos no identificada antes de 1938.
Y es que él padeció de niño esta fiebre
cuando desde Menocucho lo llevaron postrado y en litera hasta Santiago de Chuco
donde se recuperó gracias a los cuidados intensivos de su madre.
Y gracias a la leche espumosa, a los
cereales recientes y en flor y gracias a las mieles de los panales de abejas y
al aire vivificante del lugar, enfermedad que le rebrotó en Paríspor la
extenuación que le produjo el drama de España.
Murió por consunción y agotamiento,
debido a que entregó todo su aliento y las fuerzas de su grandioso espíritu y
de su maltrecho cuerpo a favor de la causa del hombre; por el compromiso que
asumió de defensa de la dignidad, el bien y la belleza.
Murió combatiendo en trinchera, en este
caso defendiendo valores auténticos, verdaderos y supremos para el ser humano.
6. Su muerte
es un paradigma
Los enfrentamientos en los campos de
batalla en la Guerra Civil Española fueron arduos el 15 de abril del año 1938.
Desde el amanecer de aquel día el
ejército de la República rechazó los ataques del ejército nacionalista de
Francisco Franco en Vinaroz, a orillas del Mediterráneo.
De allí que cabe afirmar que él murió en
batalla contra el mal y la muerte.
Su martirio es el sacrificio de un
guerrero, quien nos dio el ejemplo con su vida de cómo hay que asumir una causa
y adoptar un compromiso a favor de los ideales irrenunciables de la humanidad
doliente.
Su muerte es un paradigma, una página de
heroicidad prominente, una epopeya de la especie humana. Es el más grande de
los fastos universales, solo comparable a la geta de Lord Byron quien murió
enarbolando las banderas por la independencia de Grecia atacado de malaria en
Missolongui el 19 de abril de 1824.
7. Actos
de fe
Y cuenta Gonzalo More, quien estuvo en
el grupo de amigos que lo rodearon en su lecho de muerte, en carta que dirige a
Manuel Chávez Lazo, lo siguiente:
La expresión de su rostro muerto era
verdaderamente maravilloso. No te imaginas que belleza interior y que luz
sobrehumana en la frente del cholo. El gesto de dolor que yo vi minutos después
de su muerte, desapareció para dar vida a una expresión de serenidad y bondad
infinitas...
En abril en Santiago de Chuco cuando se
han adelantado las lluvias ya se recogen los frutos de las primeras cosechas en
los campos fragantes, como son los choclos tiernos, los chungares y las habas
verdes.
Por eso, comparo la muerte de César
Vallejo en abril al acto de la maduración que hace el labriego, el campesino y
el peón con quien él se abrazó solidariamente en la vida y se identificó tanto
con su destino y su suerte.
Con su muerte él se inclina y
consustancia a la tierra madre para ser grano, semilla y mies. Y con el peón
con quien Vallejo vuelve a abrazarse en el surco, en la flor, en la espiga y el
fruto bueno y redentor. Y alcanza su absoluto y totalidad en el acto
ineluctable de la muerte y en la resurrección cuando se alientan, como él los
alentó, grandes generosidades, consagraciones y actos de fe en el hombre.
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